miércoles, 6 de mayo de 2015

Apostillas al refranero. La fruta y el vino


            No suelo comer fuera de casa, pero cuando me he visto obligado a hacerlo, siempre me ha parecido desacertado que, si uno pide fruta de postre, retiren de la mesa el vino. Y cuando lo reclamas, la excusa “es que el vino con la fruta...” casi, casi me molesta. Vayamos por partes: el vino que haya en los recipientes en que se sirve es de quien lo ha pedido, pues que lo abona y, en consecuencia, puede disponer de él como le plazga. En cuanto a la idea de que con la fruta no se toma vino, todo depende: hay fruta que rechaza el vino, la hay que lo admite y la hay que no solo lo admite sino que lo exige, a veces blanco, a veces tan espeso como el de Aragón o el de Toro, por cierto, ya apreciado y famoso en el siglo XIV, citado por el arcipreste de Hita como manjar monjil en el letuario que refiere casi al final del Libro de Buen Amor, cuando intenta conseguir los favores de la monja doña Garoza. Claro, tomado siempre con moderación para que no embote la mente y trabe la lengua de modo que trastabille o haga tartalear lo que uno intenta expresar, y a fin de que no suceda como en la conseja: “Borracha está la ladra, tres días ha que no perra”. Y en apoyo de mi argumentación, he aquí algunos refranes.

 
RECUERDA:

 
Con las peras, vino bebas
Sobre el melón, vino puro
Agua al higo y a la pera vino
Con brevas vino y agua con higos
Peras de vino y vino de manzanas
Con el melocotón, vino gordo de Aragón
Pera, durazno y melón quieren puro el canjilón
Sobre peras vino bebas, tanto que naden las peras

 El vino, comido mejor que bebido