La Plaza del Mercado de Valencia es una encrucijada que rezuma datos
cargados de historia. Fue cementerio islámico hasta el siglo XIV, extramuros de
la ciudad. Absorbido después por la urbe, se instaló en él la picota, lugar donde se ajusticiaba a los
condenados, hasta el siglo XIX. Al mismo tiempo sirvió como palenque para la
celebración de justas y torneos primero, y más tarde como coso en que los
caballeros alanceaban reses bravas. En el espacio donde había estado situado el
convento de la Magdalena se alzó el llamado Mercado Nuevo, derruido a finales del
siglo XIX y sustituido por el Mercado Central, construido entre 1915 y
1928. El centro de este edificio
modernista es una cúpula de treinta metros de altura, de metal forjado y vidrio
emplomado, decorada con cerámica de color azul y productos de la huerta
valenciana, especialmente limones y naranjas. La figura más conocida es la cotorra del mercat, situada como veleta
sobre una corona dorada, que atisba con penetrante mirada amarilla cuanto en el
mercado se ofrece y cuanto en él y en los lugares aledaños acontece; y
cuentista, murmuradora, chismosa, cotilla y cizañera pregona a los cuatro
vientos cuanto detectan sus orificios nasales, sus oídos y sus negras pupilas.
La murmuración, aceituna es de postre
Diga mi vecina y tenga mi costal harina
El ruin de Roma, en mentándolo, asoma
Si bien bailo o mal bailo, mi cuerpo solazo
Tijeras malas hicieron a mi padre boquituerto
Mal me quiere y peor me querrá al que dijere verdad
Bien me quieren mis vecinas porque les digo mentiras
Mal me quieren mis comadres porque les digo verdades
Va la moza al río: no cuenta lo suyo y cuenta lo de su vecino