En Alfa y Omega de 30.10.14 he leído un delicioso texto de Caty Roa en
que pone de manifiesto que su suegro, León,
todo lo hacía fácil, hasta el punto de que hizo fácil incluso el momento de su
muerte. Por la mañana dijo a quienes lo atendían que Dios lo estaba llamando, y
al atardecer falleció, como quien se queda apaciblemente dormido. De él
extraigo un fragmento para compartir con quien acceda a esta página: “Mi suegro era un León manso, manso y fuerte
al mismo tiempo, paradójicamente manso y fuerte. Fuerte como hombre de campo,
como hombre cabal. Lo demostró cuando murió su hija Cristina... Manso como hijo
de Dios, como oveja de su rebaño. Él se definía a sí mismo así: Yo soy
cristiano. Y tenía la virtud más hermosa de un cristiano: la acogida, la
hospitalidad. Recuerdo que al vernos abría los brazos de par en par y sonreía,
compartiendo la sobreabundancia de su corazón. El mensaje era elocuente: daba
igual lo que hubieras hecho, eras bienvenido...Tenemos la certeza de que León,
que siempre nos acogió, que nos abrió sus puertas a todos, habrá tenido ahora
su bienvenida en el cielo, que las puertas se le habrán abierto, como él las
abría para todos, y de que los ángeles se alegrarán con su sonrisa.”
RECUERDA:
Haz bien y no mires a quien
Caridad con trompeta no peta
Mira adelante y no caerás atrás
Harto da quien da lo que tiene
La bondad, quien la tiene la da
Por hacer el bien nunca se pierde
Come arena antes de hacer vileza
Al bien buscarlo, al mal esperarlo
Ama a quien no te ama y responde
a quien no te llama
No hagas tantas mercedes que lleves
las manos por las paredes