viernes, 11 de diciembre de 2015

Apostillas al refranero. Honra a los tuyos


            En el año 1953 cambiaron los planes de estudios de Bachillerato español. Se estableció un Bachillerato Elemental de cuatro años, tras el que se obtenía  el título si se aprobaba la reválida correspondiente; y el Bachillerato Superior, de dos años y, claro está, la reválida. Para acceder a la Universidad era necesario cursar el  ‘preu’. Las opciones eran: seguir enseñanza oficial en un instituto de enseñanza media, en una capital de provincia, asistiendo como alumno oficial a las clases que en sus aulas se impartían; seguir la enseñanza colegiada en centros que estuvieran autorizados y que se hallaban adscritos a los institutos, aunque eran totalmente autónomos; y cabía una tercera opción, seguir la enseñanza libre, es decir, el alumno se preparaba por su cuenta y riesgo e iba a rendir cuentas al instituto en unos exámenes que solían celebrarse en mayo y junio. Era la opción de quienes no residían en la ciudad y carecían de medios económicos suficientes para costearse un colegio o vivir en una pensión. Hice el ingreso en el año 1954. Mis padres vivían en un pueblecito a sesenta y dos kilómetros de la capital, así que, llegada la época de exámenes, a eso de las siete y media de la mañana tomábamos el coche correo, conocido también como coche de punto para hacer el trayecto en el que tardábamos alrededor de dos horas y media, pues en esos días los vehículos iban atestados de examinandos y acompañantes que residirían unos días en alguna pensión o en la casa de algún familiar. Yo tenía la suerte de tener varios hermanos de mi madre, que nos cedían encantados una habitación y se ponían a nuestra disposición hasta en lo más nimio, como el acompañarte y el calmarte cuando a la vista del instituto, el corazón parecía que se te iba a escapar del pecho. ¡Cómo lo he recordado después en mi vida y cuánto lo he agradecido!

 
RECUERDA:

 El hermano, para el día malo
Por donde vayas, de los tuyos hayas
Quien tiene madre, muérasele tarde
La riña de hermanos es agua de manos
Con mal o con bien, a los tuyos te atén
El que a los suyos se parece honra merece
Quien tiene madre en la putería no es huérfano
Quien mal quiere a los suyos no querrá bien a ninguno

 Parientes y trastos viejos, pocos y lejos

lunes, 7 de diciembre de 2015

Apostillas al refranero. Valencia y la seda


            En la Guerra de Sucesión a comienzos del siglo XVIII, el Reino de Valencia abrazó la causa del archiduque Carlos de Austria. Tras la derrota de Almansa el 25 de abril de 1707, Felipe V decretó la abolición de los Fueros de Valencia. Acabada la contienda, el auge de la industria de la seda supone una mejora en las condiciones de vida de la población, gracias a un gradual y constante crecimiento económico. A medida que el siglo avanza se fue incrementando el número de telares y, como es lógico, creció también el de obreros dedicados a esa actividad. Se considera que en 1786 el número de telares es superior a tres mil quinientos y el de trabajadores del ramo asciende a seis mil quinientos. A finales de siglo, Valencia contaba con más de cinco mil telares. Ello supuso la plantación masiva de moreras que se extendieron por caminos y acequias. Denominaciones como el Camí de les Moreres no son de extrañar. En gran medida, el artífice de tan espectacular y tan rápido crecimiento de la industria fue Joaquín Manuel Fos, quien, nombrado inspector general de la industria sedera del Reino de Valencia, se disfrazó de obrero de la seda, se trasladó a Francia y en la ciudad de Lyon aprendió las nuevas técnicas del tratamiento que a su regreso enseñó en los talleres valencianos. Lo curioso es que por aquella época el sistema de regadío empleado en la huerta valenciana gozaba de tan gran prestigio entre los expertos europeos que muchos de ellos acudían a estudiar su funcionamiento para aplicarlo en sus países.

 
RECUERDA:

 
A quien madruga, Dios lo ayuda
Madruga y verás, busca y hallarás
Tardío anochecedor, mal madrugador
Madruga: verás y vivirás; trabaja y tendrás
Quien primero se levanta, primero se calza
El salir de la posada es lo peor de la jornada
El que se levanta tarde ni oye misa ni come carne
Si quieres tener buena fama, no te dé el sol en la cama

 Lo que no se empieza nunca se acaba