sábado, 7 de marzo de 2015

Apostillas al refranero. Pro y contra

                                   Doña Sol Corcusillas y doña Luz Sampé,
                                   dos hermanas de leche y, además, de café,
 
                                   famosas en su pueblo, Villar de Mondadientes,
                                   por sus lenguas mordaces, viperinas e hirientes,
                                 
                                  comieron unas setas bastante apetitosas,
                                  que un defecto tenían: el de ser venenosas.
 
                                  Al entrar en contacto con las lenguas taimadas,
                                  fallecieron las setas, asaz envenenadas.
 
                                  Su entierro (el de las setas) se celebra a las nueve,
                                  si el tiempo no lo impide, es decir, si no llueve,
 
                               
                                  y puesto que las setas ya descansan en calma,
                                  rogamos un recuerdo piadoso por su alma.
 
                                                                          La rebelión de las musas. Jorge Llopis
 
RECUERDA:
 
No hay anverso sin reverso
A ruin señor, ruin servidor
Ruin señor cría ruin servidor
Por el criado se conoce al amo
Quien mocos envía babas espera
El que a hierro mata a hierro muere
Perro que mata lobos, lobos lo matan
Al que hace lo que no debe, le sucede lo que no quiere
No hay quien haga mal que después no lo venga a pagar
 
 Si fueres bueno, para ti el provecho; si fueres malo, para ti el daño
 


miércoles, 4 de marzo de 2015

Apostillas al refranero. Queledijos


      Cuando me cuesta por la noche coger el sueño, suelo hacer un crucigrama, el mejor somnífero que pudieran administrarme, ya que, terminado, me duermo cual lirón a punto de invernar. Uno de estos días, descubrí que Cova 2, el autor del crucigrama, era nieto de don Saturnino Calleja, fundador de la Editorial Calleja, a quien el nieto rendía homenaje en las preguntas del crucigrama, donde, de manera muy sugestiva nos enteraba de su falta de capital para montar un museo dedicado al abuelo y a los fondos de la editorial. Como guardo un grato recuerdo de la obra de don Saturnino, aseguro que yo también lamento que no pueda hacerse. Éramos mi hermano y yo muy niños cuando a mi madre le dio por traernos un cuento semanal impreso en un cuadernillo de pocas hojas que en la poscubierta traía una ilustración acompañada de una pregunta: “¿Qué le dijo...?”, así que nosotros lo llamábamos el queledijo y con el tiempo, llegamos a inventarnos queledijos: “¿Qué le dijo un queledijo a otro queledijo?” La respuesta debiera ser: “Tendremos queledijitos”. Pues bien, leyendo refranes he recordado muchas veces también a Saturnino Calleja, ya que alguno de ellos parece casi un queledijo. Y si no, decidme si no dan pie a ello los que os ofrezco hoy.

 
RECUERDA:

 
Dijo el asno al mulo: “Quita allá, orejudo
Dijo el cazo a la caldera: “Quita allá, tiznera”
Dijo el tocino al vino: “Bien vengáis, amigo”
Dijo el cuervo a la graja: “Quítate allá, tiznada”
Dijo la leche al agua: “Noramala vengas, hermana”
Dijo la sartén a la caldera: “Quítate allá, culinegra”
Dijo al mortero el pozo: “Quítate allá, que eres hondo”
Dijo el mosquito a la rana: “Más vale morir en vino que vivir en agua”

 Dijo el escarabajo a sus hijos: “Venid acá, mis flores” (1)
 
(1) El amor de la madre, que lo demás es aire.

domingo, 1 de marzo de 2015

Apostillas al refranero: Los sigilosos pasos del tiempo


            Si alguien así, de sopetón, te preguntara ‘¿qué es el tiempo?’, ¿serías capaz de contestar con precisión?, ¿o balbucearías un no sé qué que busca responder de  modo medianamente razonable?, ¿o responderías a la gallega, inquiriendo a qué tipo de tiempo se refería, al astronómico, al físico, al meteorológico, al filosófico, al gramatical o al musical?, ¿o, finalmente, suspirarías hondo y dirías que es algo que sientes, que vives, que adviertes, pero que en el fondo ignoras lo que es? Creo recordar que Eduardo Criado en su comedia Cuando las nubes cambian de nariz hace que un personaje seráfico pregunte a un humano que ha tenido un accidente y se halla en la antesala del juicio de su vida ¿qué es la electricidad? Como el recién fallecido no es capaz de responderle, exclama: “¡Ay, si supieseis lo que es la electricidad!” Pues del mismo modo que ignoramos lo que la electricidad sea, pese a que conozcamos sus manifestaciones y efectos, difícilmente podremos comprender lo que es el tiempo, porque a ciencia cierta tampoco lo sabemos, aunque nos demos cuenta perfecta también de las transformaciones que provoca en todos y en todo. Si bien en ocasiones puede actuar como bálsamo, lo habitual es lo contrario, de modo que no puede resultarnos extraño que Quevedo, en desgarrador lamento se queje del resultado de su devenir en el desolador soneto que comienza: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas! / ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!”

 
RECUERDA:

 
El tiempo es el gran ungüento
Cuanto el tiempo hace, lo deshace
A la corta o a la larga, todo se paga
A la pera dura, el tiempo la madura
A cada puerco le llega su san Martín
El tiempo cura las cosas y trae las rosas
No hay plazo tan lejano que no asuste al pagano
Ninguna cosa hay tan dura que el tiempo no la madura
No hay plazo que no se llegue ni deuda que no se pague
 

 El tiempo presente, al mentarlo ya es ausente