Muerto el rey don Sebastián de
Portugal en la batalla de Alcazarquivir, en el norte de África y conseguida la
corona portuguesa por Felipe II, hubo una serie de impostores que intentaron
hacerse pasar por el difunto rey. El más famoso de todos fue el toledano
Gabriel de Espinosa, quizá a causa de que su peripecia fue recogida como asunto
de varios textos literarios, de entre los que destaca El pastelero de Madrigal, de José Zorrilla, quien se salta a la
torera la historia y presenta a Gabriel como el auténtico don Sebastián. El
hecho histórico es que Espinosa tenía un parecido extraordinario con el monarca
luso, de modo que un fraile agustino, fray Miguel dos Santos, urdió una trama
para poner fin a la unión recién conseguida de los dos países ibéricos en la
cabeza de Felipe II, e independizar el reino portugués. Fue tan hábil el fraile
que convenció a doña Ana de Austria, hija del vencedor de Lepanto, para que
reconociera al pastelero como el monarca extinto y fingiera estar dispuesta a
casarse con él. De lo que no les advirtió el buen agustino es que habitualmente
la cuerda de la guitarra se rompe por la parte más débil; de modo que, descubierta
la impostura, Gabriel Espinosa fue decapitado, y su cuerpo descuartizado para alimento
de aves de rapiña, fray Miguel ahorcado, y doña Ana recluida durante cuatro años
a pan y agua en un convento de Ávila, al tiempo que perdía sus privilegios.
RECUERDA:
Cuanto menos bulto,
más claridad
Todos los golpes
van al dedo malo
Cuando una puerta
se cierra, otra se abre
Tarde o temprano,
lobos se comen al asno
Siempre se quiebra
la soga por lo más delgado
Quien tiene el
tejado de vidrio no tire piedras al de su vecino
Si el cántaro da
en la piedra, mal para el cántaro; si la piedra da en el cántaro, mal para el cántaro