Enseñoreada
Valencia por los musulmanes el 718, existen dos momentos sobresalientes en su
historia mora. El primero, en el siglo IX, tiene como protagonista al príncipe
Abd-Allah, apodado Al Balancí, el Valenciano, quien mandó construir el palacio
y los jardines de Ruzafa, uno de los nombres que los musulmanes dan al Paraíso,
al Edén, con el que se designó el magnífico vergel de placer y descanso
construido al lado de uno de los brazos del río Turia. El segundo llega en el
siglo XI, con un nieto de Almanzor, Abd-al Aziz, personaje con quien la ciudad
se constituyó en epicentro de las artes y las ciencias, época en que se levantó
la desaparecida muralla mora con una cerca de más de dos metros y cuarto de
anchura media, almenada, y defendida por torres cuadradas. Siete puertas se abrían
a lo largo del perímetro. Se calcula que la población de la ciudad llegó en
esta época a los quince mil habitantes. El núcleo, la medina, contaba con un alcázar, una mezquita mayor,
barrio comercial, matadero, tribunal de justicia y baños públicos. En los arrabales,
fuera del recinto amurallado, disponían también de un zoco, mezquita y baños.
Fue un periodo de riqueza en que se crearon nuevos sistemas de riego que
hicieron incrementar notablemente la producción agrícola, se desarrolló el
comercio y se avanzó mucho en el estudio de la botánica, la medicina, la
geografía, la historia y las artes, y se alcanzaron altas cotas de
refinamiento.
Quien más tiene más quiere
Tuyo o ajeno, nunca te falte dinero
Por eso el oro es caro, porque es raro
Se va el bien al bien y las abejas a la miel
El oro y la miel donde están parecen bien
Dineros, amores y locura mal se disimulan
Un asno cargado de oro sube ligero a una montaña
Dichosa la casa que no tiene más que uno que gasta