viernes, 26 de septiembre de 2014

Apostillas al refranero. Degradación


            En el poema de Dante Alighieri conocido como la Divina Comedia, el poeta se nos presenta cargado de sueño y perdido en una selva oscura (los vicios humanos), acosado por tres fieras: un león (la soberbia), un leopardo o pantera (la lujuria) y una loba (la ‘acedía’, el hastío, considerada por los escolásticos como el mayor de los pecados). Por intervención de su amada Beatriz, que se halla en el Paraíso, un hombre acude en su ayuda, el poeta Virgilio, quien lo va a guiar a través de la región subterránea de los condenados (un cono invertido cuyo vértice coincide con el centro de la tierra), donde recorrerán los nueve círculos en que han sido distribuidos los pecadores, según el grado de su culpa. En el vértice del cono se halla Lucifer, un monstruo dotado de tres cabezas por cada una de las cuales devora a un traidor: Casio, Bruto y Judas.
            Salvadas las distancias, también el refranero dispone de su propia escalera hacia la degradación moral, a fin de prevenirnos contra esa senda de descenso y deshonra. Estaría constituida por seis peldaños, correspondiente cada uno a un caso de la declinación latina, según la serie que a continuación ofrezco: Nominativo, juego; genitivo, taberna; dativo, pobreza; acusativo, robo; vocativo, asesinato; ablativo, horca.

 
RECUERDA:

 As de oros no lo jueguen bobos
Al jugar y perder, pagar y callar
Juras de tahúr saltos son de liebre
A pares y nones perdí mis calzones
La ocasión y los naipes a todos hacen iguales
Juegos, pendencias y amores engañan a los hombres
No me pesa que mi hijo pierda, sino que desquitarse quiera
 

 Ni juegues ni trates con mujeres y vivirás como quisieres

martes, 23 de septiembre de 2014

Apostillas al refranero. Iberia

            Cuenta la leyenda negra, que quiere siempre poner palos atravesados en los radios de las ruedas de los españoles para desacreditarnos, y que, por ende, nunca habla bien de nosotros ni dice verdad al respecto así la aspen que antes de la llegada de los romanos la península Ibérica carecía totalmente de unidad, que las diferencias entre los habitantes de unas regiones y otras eran abismales pues, como aún estaba por inventar el avión, las vías de ferrocarril no habían sido trazadas, faltaban autopistas, carreteras provinciales e incluso carecíamos de calzadas romanas adoquinadas o sin adoquinar, y solo disponíamos de veredas abiertas por el paso de animales, la relación entre los españoles de la época era muy difícil. Los turdetanos, bastetanos y oretanos del Betis tenían mínima relación con los edetanos, ilergetes, cerretanos e indigetes del Barça o con los carpetanos, arevacos, vacceos, vetones, pelendones y celtíberos del Madrid, y nula con galaicos, astures, cántabros, várdulos y vascones del Athlétic. Además, existía el impedimento orográfico, esas cordilleras como murallones, imposibles de pasar, donde se helaba hasta el aliento, con nieves perpetuas que no desaparecían ni en lo más cálido de agosto. Así que la leyenda subsahariana, digo, dice que todos los ibéricos de la península estaban orgullosos de ser como eran, de vivir como vivían, y sobre todo de sus diferencias con los otros ibéricos, tanto que cuando por casualidad se encontraban se gastaban muchas bromas habitualmente muy pesadas, de modo que acababan a mamporrazo limpio, así que terminaron acantonándose en aldehuelas por las que se partían el pecho y todo lo que hubiera que partirse, al tiempo que se mofaban de las aldehuelas aledañas, de las lejanas, de las distantes y de las ultramontanas, con escarnios, befas y ludibrios recogidos posteriormente en el refranero.
 
RECUERDA:
 
Hijos de Madrid, uno bueno entre mil
La puta de Toro; y la trucha del Duero
Ni amigo burgalés ni cuchillo cordobés
Hijos de Sevilla, uno bueno por maravilla
Orense: buen pan, buen vino y mala gente
El montañés por decir una necedad dice tres
Pancorbo, Briviesca y Belorado, patrimonio del diablo
Alba de Tormes, llena de putas y de ladrones; mira la capa dónde la pones
 
Salamanca a unos sana y a otros manca, pero a todos deja sin blanca


domingo, 21 de septiembre de 2014

Apostillas al refranero. Presunción

           
             Una de las consejas con que el dios Amor ilustra al arcipreste de Hita es la de los dos individuos que pugnaban por casar con una hermosa y espabilada mujer. El uno era cojo, contrahecho y ronco; el otro, sucio y tuerto del ojo derecho. Conocidas sus intenciones, la joven, por embromarlos, les dijo que elegiría a aquel de los dos que demostrara ser más perezoso. Inmediatamente se adelantó el cojo y expuso hechos por los que se consideraba ya ganador: Cierto día bajaba por una escalera y le entró tal pereza de avanzar el pie hasta el escalón siguiente que no lo hizo, cayó escaleras abajo y quedó tan lisiado como podía apreciarse. Otro día de cálido verano pasaba a nado un río. Con el terrible bochorno, le entró tal pereza que no quiso ni girar la cabeza para beber un poco de agua, con lo que le sobrevino la ronquera que lo aquejaba. Habiendo callado el cojo, repuso el tuerto que sin duda el premio sería para él, pues iba a demostrar ser aún más perezoso: En primavera, allá por el mes de abril, se prendó de una bella joven. Estando requebrándola le vino a la nariz un muy vil descendimiento, y fue tal su pereza que en lugar de limpiárselo lo dejó fluir, así que perdió a la amada. Otra vez, se hallaba acostado en la cama tumbado boca arriba y se puso a llover a raudales. Había en el techo una gotera por la que caían gruesas gotas de modo constante justo sobre su ojo derecho. Le dolía cada vez más, mas era tal su pereza que no se movía, así que el constante y recio caer le vació el ojo, dejándoselo huero. La mujer, sopesados los hechos y las circunstancias, consideró que en pereza quedaban parejos y en imbecilidad también, así que debían buscar mujer capaz de aceptar semejantes joyas.


RECUERDA:
 
Quien se alaba se desalaba
A ciento de renta, mil de vanidad
Aún no ensillamos y ya cabalgamos
Haz buena harina y no toques la bocina
De hacienda un doblón y mil de presunción
Todos los cojos son amigos de correr y saltar
Dime de qué presumes y te diré de qué careces
No somos y ya pringamos, ¡qué será cuando seamos!
Aún no ha salido del cascarón y ya tiene presunción
 
Presunción y agua bendita cada uno toma la que necesita