En el poema de Dante Alighieri
conocido como la Divina Comedia, el
poeta se nos presenta cargado de sueño y perdido en una selva oscura (los
vicios humanos), acosado por tres fieras: un león (la soberbia), un leopardo o
pantera (la lujuria) y una loba (la ‘acedía’, el hastío, considerada por los
escolásticos como el mayor de los pecados). Por intervención de su amada Beatriz, que se halla en el Paraíso, un
hombre acude en su ayuda, el poeta Virgilio,
quien lo va a guiar a través de la región subterránea de los condenados (un
cono invertido cuyo vértice coincide con el centro de la tierra), donde
recorrerán los nueve círculos en que han sido distribuidos los pecadores, según
el grado de su culpa. En el vértice del cono se halla Lucifer, un monstruo dotado de tres cabezas por cada una de las
cuales devora a un traidor: Casio, Bruto y Judas.
Salvadas las distancias, también el
refranero dispone de su propia escalera hacia la degradación moral, a fin de
prevenirnos contra esa senda de descenso y deshonra. Estaría constituida por
seis peldaños, correspondiente cada uno a un caso de la declinación latina,
según la serie que a continuación ofrezco: Nominativo, juego; genitivo,
taberna; dativo, pobreza; acusativo, robo; vocativo, asesinato; ablativo,
horca.
Al jugar y perder, pagar y callar
Juras de tahúr saltos son de liebre
A pares y nones perdí mis calzones
La ocasión y los naipes a todos
hacen iguales
Juegos, pendencias y amores engañan
a los hombres
No me pesa que mi hijo pierda, sino
que desquitarse quiera