jueves, 20 de febrero de 2014

...Y vinisteis a verme

 
          Cuando a mediados de noviembre de 2011 se nos comunicó a los componentes del Grupo de Lectura Dramatizada de la Parroquia "Cristo Sacerdote" de Valencia que íbamos a hacer dos lecturas de Tiíta Rufa, de Antonio Lara Gavilán, 'Tono', última obra que habíamos preparado y que habíamos estrenado ya con gran éxito, sentí la alegría propia del actor novato; pero cuando se nos dio a conocer el lugar de las lecturas, me quedé patidifuso: la prisión de Picassent. Por entonces, preparábamos ya Mulato, de Langston Hughes, ensayos que abandonamos para volver a poner al día la comedia de Tono.          
          La segunda sorpresa llegó con la necesidad de entregar una serie de datos, a fin de que pudiera sernos expedida autorización personal de acceso a la prisión, y la urgencia en ofrecerlos para que pudieran realizarse los trámites a tiempo. Pasaban los días y, como siempre, seguíamos ensayando los miércoles en el Centro Parroquial, hasta que, cerca de Navidad, supimos que habríamos de actuar el 3 y el 4 de enero.
          Y, en efecto, el día tres, recién estrenado 2012, con tres automóviles nos plantamos en la puerta del recinto, donde siguió todo un chaparrón de sorpresas. En la entrada, unos guardias civiles que ni se preocuparon de nuestra presencia, cosa que nos dejó boquiabiertos. ¡Hombre, no esperábamos una recepción con banda de música, pero eso de que vieran pasar nuestros automóviles y ni se inmutaran no entraba en nuestros cálculos! Avanzamos unos cincuenta metros, hasta una barrera que nos cerró el paso. Varios funcionarios, tras comprobar la documentación, extendieron en sus ordenadores, una por una, las autorizaciones que nos permitían acceder al recinto y que debíamos llevar siempre visibles y a disposición de quien nos las pidiera. Tan circunspectos nos lo decían, que escuchábamos en silencio expectante y total. Solo alguno se atrevía a afirmar con la cabeza.
          Salvado el primer control, pensaba yo que comenzarían las rejas y alambradas, pero como extraño solo aparecían alanceando el cielo las dos ingentes torretas que dominan las edificaciones. En los jardines, personas trabajando; en las aceras y calles, otras barriendo. Me quedé de nieve al saber que eran los propios reclusos quienes allí, al aire libre y al sol de la mañana, hacían los trabajos.
          Una vez hubimos aparcado los coches, nos dirigimos al pabellón de 'penados'. Allí, sí, ya se sentía un agobio opresivo, pues las rejas eran visibles en todos los espacios libres. En el acceso comprobaron nuestra identidad y, tras sortear doble puerta automácica, pudimos salir a un patio en que me invadió aguda sensación opresiva, causada no solo por las rejas, sino por enormes rollos de acerado alambre de espino situados en las zonas altas de los edificios.
          Atravesado ese patio, una funcionaria, desde un recinto aislado, accionó una enorme, grosísima y pesada puerta hidráulica de acero que se abrió con lúgubre estrépito y se cerró de modo inmediato, una vez hubimos entrado todos. Entregamos nuestros documentos identificativos y, tras comprobar las acreditaciones y que cuanto llevábamos estaba autorizado, pasamos a un corredor, cuya puerta, también hidráulica, al cerrarse nos sobresaltó con un golpe seco y metálico. Inmediatamente se hubo cerrado esa puerta, otra, menos espectacular, nos permitió acceder a un nuevo corredor, al final del cual, reagrupados, se accionó una nueva puerta y entramos en amplia zona, de techumbre traslúcida que proporcionaba grata claridad natural ligeramente tamizada. Alguien exclamó: "¡Parece que estuviera lloviendo!" Era la zona de distribución de los distintos módulos, dependencias y servicios. Lo que habíamos recorrido hasta entonces estaba tan limpio que hacíamos comentarios sobre el detalle. 
          Nuestros guías nos encaminaron hacia el Área Cultural, donde se hallan las aulas, la biblioteca, las secciones de informática y nuestro destino: el salón de actos. Tras un nuevo control, accedimos al Área. En el salón de actos nos sorprendió el que los propios reclusos hubieran dispuesto el escenario tal como convenía y elaborado unos sencillos decorados Uno de ellos se hizo cargo de la iluminación, de los efectos musicales y todo fue de maravilla.
          Prevista la dramatización para las diez y media, al cuarto, comenzaron a llegar reclusos. Dejaban sus carnés al funcionario de guardia y entraban después en el salón charlando animadamente, riendo, saludándose con efusión. Me sorprendía la familiaridad de los reclusos con los voluntarios y al mismo tiempo el respeto con que se trataban. Cuando sonaron los primeros compases de la música, se hizo un silencio que yo jamás hubiera esperado y, salvo algún momento concreto, así fue a lo largo de toda la dramatización.
          Cuando terminamos y algunos se acercaron a felicitarnos y a agradecernos el haber estado con ellos, sentí que un pasaje del evangelio de san Mateo (...estuve en la cárcel y vinisteis a verme...) que me producía hilaridad cuando lo consideraba, porque me parecía irrealizable, se había llevado a cabo. Y me encontré lleno y consideré que estas Navidades no solo había nacido Jesús entre villancicos en el belén de mis nietos, sino también, de otro modo, en el fondo de mi corazón entre las rejas de la cárcel.
 


domingo, 16 de febrero de 2014

Perlas cultivadas III

 
          En el control de lectura de las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre, don Rodrigo Manrique (siglo XV) se me ocurrió preguntar por qué el hijo identifica a su padre con una serie de personajes famosos de la antigüedad (Julio César, Octavio Augusto, Escipión Africano, Aníbal, Trajano, Marco Aurelio...). Inquirí también si el alumno conocía a alguno de esos personajes. Dos respuestas causaron mi hilaridad. Helas aquí:
          1.-- "Yo al único personaje que conozco es a Julio César que sé que es un cantante".
          ¡Por qué  poquito se ha salvado esta vez mi coterráneo y locutor de Radio Nacional Julio César Iglesias!¡Todo, no obstante, llegará!
          2.--"El emperador Marco Aurelio mantuvo un romance con Cleopatra reina de Ejipto y tuvo que luchar contra el Imperio, pues lo hecharon" (sic).
          Aunque Cleopatra fuera una devoradora de hombres famosos, que hizo envainar la espada hasta al mismísimo Julio César, conviene no confundir a Marco Aurelio , emperador romano de origen español, perteneciente al siglo II de nuestra era, hombre estoico, modesto, dulce y bondadoso, que buscaba la perfección, con el brutal y libertino general y triunviro romano Marco Antonio, del siglo I antes de Cristo, otro de los que presentó armas ante la reina egipcia y fue también desarmado casi durante once años. ¡Y quien desee más chismorreos que lea la historia y la leyenda de Roma, no me vayan a morder áspides en el pecho!
 
 
          En un examen, pregunté la importancia de las nuevas instituciones en el siglo XVIII, y especialmete por la creación y la labor de la Real Academia Española de la Lengua. Ofrezco una referida a esta última parte de la pregunta: "En el siglo XVIII surgió una gran institución: La REAL, creada por Juan Manuel Pacheco y aprobada por el rey Felipe V, y editada en 1713 el 3 de agosto. Constaba de 24 letras que luego más tarde fueron 48 porque eran las mayúsculas y las minúsculas del alfabeto. La primera obra fue el Diccionario, la segunda fue la ortografía anárquica y el tercero diario nacional
          Solo un comentario: Si la Ortografía era anárquica, tenemos que dar toda la razón a los postulados de García Márquez en Zacatecas.  Os aseguro ignorar todo lo referido al diario nacional.
         


Epístola póstuma a Pepe

 
          Querido Pepe:
 
                    Te despediste a la francesa, te fuiste sin decir adiós: solo eso te reprocho. Te marchaste cuando, llegado a la plenitud, cabía esperarlo todo de ti, buceador de profundidades, escalador de cumbres, explorador de escabrosidades, caminante inquieto en busca de una estrella fugaz.
                    Y nos dejaste huérfanos de tu presencia, de tu compañerismo, de tu crítica, de tu ironía, de tus consejos, de tu saber. Y aunque dice don Quijote que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, yo sigo echándote de menos. Y te echo de menos a primera hora de las mañanas, cuando, presurosos, nos cruzábamos en el pasillo de los Seminarios para ir a clase, y ya, desde lejos, establecíamos un breve rápido y precipitado diálogo que, sin dejar de andar, venía a ser como la expresión de un 'sin novedad' militar. Y echo también de menos tu plantarte ante mí impidiéndome el paso, con tu mano extendida en posición mendicante, el rostro no sé si cariacontecido o cariacedo, cuando me retrasaba en la entrega del artículo para la próxima edición de La Revista del Jordi, mientras exclamabas con acento caló: "Tío, dame argo".
                    Ya no volveré a recitar, en presencia de Salvador Herrero, desde el porche de la entrada del Instituto, viéndote avanzar por el corredor entre el aulario y el edificio de despachos y Administración, un remedo del romance del Infante vengador: 'Helo, helo por do viene / el griego por la calzada'..., que te hizo aflorar una sonrisa de oreja a oreja. Ni volverás a pasar tú, estando de guardia ante la puerta abierta de mi Seminario, mientras yo ensayaba, quizá no tan pianito como pensaba una canción del coro del Instituto; y tú, muy serio y circunspecto, me reconviniste a guardar silencio total. Tu chorreo me dejó boquiabierto, sin que pudiera 'decir oxte ni moxte'. Al cabo de un rato volviste, me entregaste unas hojas mecanografiadas, mientras me explicabas contenían el texto de una copla de doña Concha Piquer, que yo podía cantar a voz en cuello porque en todo el pasillo no había ningún local ocupado y porque el asunto ('lamento desesperado de una mujer por la ausencia, que ella cree ad infinitum, del marinero que la ha amado') y la melodía merecían la pena. Descorcentado, me puse a leer, mientras tú debías reír sotabarba. La supradicha copla, para más coña, estaba escrita en latín y se titulaba: "Pictus nauta", y decía...: "Ille in nave venit nominis externi". Claro: 'Él llegó en un barco de nombre extranjero'. ¡Cómo te carcajeaste de mi asombro! ¡Y además la cantaste con melodía semitanguera, mientras mis ojos hacían chiribitas, cual si me hubieran dado sendos golpes en ellos!
                    No volveremos a reunirnos para preparar páginas sorpresa en La Revista del Jordi que tú fundaste. ¡Cómo nos lo pasábamos, Pepe! ¿Recuerdas cuando decidimos hacer el concurso de identificación de seudónimos de autores de la literarura española? Ofrecimos un montón, y estábamos pesimistas porque pensábamos que nadie iba a participar; y nos encontramos, sin embargo, con la sorpresa de que no solo contestaron, sino que hubo una alumna que dio en el pleno. ¿Y recuerdas las tres esquelas que sacamos a luz en la revista de 2002 como homenaje a Camilo José Cela: la 'oficial', la de sus 'entusiastas y alzafuelles' y la de 'sus aborrecedores y otros reptiles'?
                    Ni volveremos a despotricar a dúo contra la jerga de lo políticamente correcto con su rosario de cursilerías y eufemismos; ni volverán a indignarnos las instrucciones indescifrables 'made in China' para el montaje del 'Genie de cable' (¡adivínelo Vargas!) que publicaste en la Revista el curso pasado.
                    ¡Cuánto echo de menos tus traducciones de textos rusos, tus parrafadas en panocho, nuestra contienda en descubrimiento de pipistrélidos, cuando te contagié la pipistrelidomanía, que nos llevó a coleccionar allá por quinientos términos que contuvieran las cinco vocales del alfabeto español sin que se repitiera ninguna, y cuya caza nos hacía pasar las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio!
                    Cuánto echo de menos tus explicaciones, repletas de erudición, a mis consultas acerca de términos españoles de etimología griega. ¡Cómo me satisficieron las del término 'epulón', que tú, a la griega, pronunciabas épulon! Cuánto echo de menos nuestras discusiones acerca de si el condicional era una forma de indicativo o de subjuntivo. Y cuánto echo de menos, sobre todo, tus consultas, cual la referida a los problemas que crea en español la conjugación de los verbos en --uar, como acentuar, perpetuar, continuar o actuar (cuyos presentes son acentúo, perpetúo, continúo y actúo), frente a evacuar, licuar o averiguar (cuyos presenten ofrecen evacuo, licuo y averiguo).
                    Eras un murciano alto y moreno, de corazón encendido en la entrega a los demás, coleccionista de vocablos, perito en etimologías, explorador del lenguaje, cuyo recuerdo me asalta y me llena de añoranzas.
                    Desde la cruz de Capilla aldeana, de Vicente Huidobro, y desde el hondón de mi fe, me despido de ti, al tiempo que te pido me esperes junto al Padre. ¡Hazme un sitio, compañero!
 
Ave
canta
suave
que tu canto encanta.
Sobre el canto inerte
sones
vierte
y ora
ciones
llora.
Desde
la cruz santa
el triunfo del sol canta
y bajo el palio azul del cielo
deshoja tus cantares desde el suelo.
 
 
                                             La revista del Jordi, 2006. Homenaje a José Vicente Vila