Pocos hombres habrá que hayan
ofrecido en su vida tantas anécdotas como las generadas por Miguel de Unamuno.
Su personalidad, su carácter polémico, el afán de verdad, el compromiso, la
ideología, el inconformismo, la extensa cultura, el ansia de sobrevivirse, la
pasión con que expresaba sus ideas, lo obligaban a ser distinto y, en
consecuencia, a destacar, de modo que fuera donde fuera era siempre motivo de
observación y causa de admiración o rechazo que han dado lugar a un extenso
anecdotario unamuniano. Algunas de las anécdotas han sido comprobadas y
demostradas; otras quizá no pasen de leyendas para uso de reptiles de diversa especie. La primera que ofrezco
pudiera ser cierta, mas se atribuye también a otros personajes, de modo que... ¡lagarto!, ¡lagarto! Dicen que en una
ocasión ofrecía don Miguel una conferencia centrada en William Shakespeare y pronunciaba su nombre a la española, de modo
que algunos sabidillos lo corregían. Debió llegar la corrección a hartarlo hasta
tal punto que el catedrático de griego perdió la paciencia y dictó el resto de
la conferencia en inglés. También la segunda ofrece sus aristas, de modo que la
referiré tal como la he conocido, y salga
el sol por Antequera... Cuando el rey Alfonso XIII viajó a La Alberca, Las
Batuecas y Las Hurdes, a pesar de que conocía el sentir republicano del
profesor, pidió lo acompañase como guía, pues conocía muy bien los parajes y
las gentes que el rey iba a visitar. Cuentan también que Unamuno sirvió
fielmente al rey e hizo su periplo ameno, riguroso y colmado de experiencias
útiles para el desarrollo de zonas tan primitivas y atrasadas. Refieren así
mismo que, satisfecho y agradecido el monarca, en el brindis de la cena de
despedida alabó a su guía y lo alzó por encima de las agujas más elevadas de la
catedral nueva de Salamanca, y que, una vez acabado el brindis, Unamuno, saltándose
a la torera el protocolo, exclamó: “Gracias. Estoy seguro de merecer cuanto vuestra
Majestad ha dicho de mí” (?)
RECUERDA:
Tal cabeza, tal
sentencia
No hay regla sin
excepción
Hecha la ley, hecha
la trampa
Allá van leyes
do quieran reyes
No es buena letra
la que todos no lean
No es buen habla
la que todos no entienden
La razón no quiere
la fuerza y la fuerza no quiere la razón
Antes que la ley
nació la trampa y antes el ladrón que la llave del arca