jueves, 3 de marzo de 2016

Apostillas al refranero. Sensual y trágica


            En la ciudad piamontesa de Ivrea, en el norte de Italia, no muy lejos de Turín, existe una leyenda medieval que da origen a una fiesta carnavalesca cuyo final es una batalla de naranjas. Cuentan que en la Edad Media, la población se hallaba sometida al feudo del marqués de Biadrante quien, aparte de tiranizar a los habitantes, se ufanaba de ser el dueño de todas las mujeres bellas de la zona a las que imponía el derecho de pernada, más en fino jus primae noctis. Dicen que en una de las ocasiones, los esbirros del marqués entraron en la iglesia donde se acababan de celebrar las bodas de Violeta, una hermosa molinera, con Taniolo, e intentaron raptarla para ponérsela al marqués cual aseguran malas lenguas se las pondrían en el siglo XIX a nuestro Fernando VII; aunque todos sabemos que tal comparación sería inexacta, pues que las que le colocaban a don Fernando eran las bolas de billar, de modo que no fallara la carambola. Pues, ¡ea!, parece ser que un desconocido y valiente caballero que prefirió seguir en el anonimato consiguió rescatarla de las garras de los facinerosos y la condujo sana, salva e íntegra a un refugio en los aledaños de Ivrea. A partir de entonces Violeta, transformada en una leona, fomentó la rebelión de los campos y consiguió que un anochecer una multitud de gentes enardecidas asaltara el castillo del marqués que intentó huir con el rabo entre las piernas, mas no lo consiguió, pues la hermosa molinera lo mató de una puñalada a la altura del corazón. Tras el desfile en que se recuerda la hazaña, cada año tiene lugar la batalla de las naranjas en que los naranjeros golpean con cítricos a quienes deambulan por calles y plazas sin cubrirse la cabeza con una prenda roja. ¡Casi Ondárroa el día del arrantzale!

 RECUERDA:

 Más tira moza que soga
Mozo creciente, lobo en el vientre
A la moza y a la parra, levántales la falda
Besos a menudo, mensajeros son del culo
Más tiran nalgas en lecho que bueyes en barbecho
Abrazos y besos no hacen chiquillos, pero tocan a vísperas
La buena moza es como la pera zumosa, en comiéndola apetece otra

 Ni pan hervido ni mujer de otro marido