viernes, 10 de octubre de 2014

Apostillas al refranero. Ocio


            Los cambios sociales ya sea en modas, técnica, usos, costumbres pueden afectar también a la significación de los vocablos. Ocio, en el refranero tiene una significación habitualmente peyorativa, como inacción voluntaria y deseada, sinónimo de pereza. Sin embargo, aunque hoy en día mantiene esa significación, el desarrollo de la sociedad, los avances técnicos, la disposición de mayor tiempo libre han hecho que pase a un segundo plano, desplazada por otra significación de connotaciones más favorables: el tiempo libre de una persona, fuera de sus ocupaciones y obligaciones habituales. La especialización y la parcelación del trabajo han provocado en los currantes desmoralización y monotonía, hechos que han creado la necesidad de evasión. A la vez, la automatización cada vez mayor ha permitido disponer de más tiempo libre, tiempo de ocio. Así entendido el ocio abarcaría cuanto hacemos para procurar el descanso, la diversión, el desarrollo de nuestra información y de nuestra formación, la participación en actos sociales, el desarrollo de actos culturales, es decir, el conjunto de actividades destinadas a alcanzar satisfacciones. Claro está, dependerían de cada persona, según la edad, el contexto social, la situación familiar, la formación, los recursos económicos...

 RECUERDA:
 
Libro cerrado no saca letrado
Quien mucho duerme poco vive
Quien mucho duerme lagaña tiene
Quien mucho duerme poco aprende
El ocio es el padre de todos los vicios
Quien mucho duerme lo suyo pierde
Persona ociosa no puede ser virtuosa
La ociosidad es la madre de todos los vicios
 
 Sol puesto, obrero suelto

 

 

Apostillas al refranero. Gastronomía

            Según la mitología griega, un serial radiofónico y televisivo inacabable, Tántalo nació de la unión de Zeus con la ninfa titánide Pluto. Rey de Lidia, casó con Dione, hija de Atlas, que le dio tres hijos: Pélope, Níobe y Bróteas. Fue muy amigo de los dioses que lo invitaban incluso a sus ágapes. En uno de ellos, escuchó cierta conversación por la que llegó a conocer el modo de poder conseguir la inmortalidad. Ni corto ni perezoso, aprovechó la información en beneficio propio. Debía ser también un tantico cotilla y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, reveló a los humanos misterios divinos, se apropió de varias bandejas de deleitosa ambrosía y de alguna crátera de suave néctar que disfrutó con sus eufóricos amigotes en  tumultuosa bacanal. No satisfecho con todo ello, quiso probar también la clarividencia de los inmortales y los invitó a un banquete. El muy taimado, mató a su hijo Pélope, lo cocinó y lo afreció en la mesa como inmejorable manjar. Ninguna de las divinidades se dejó engañar, salvo Démeter, que turbada por la pérdida de su hija había trasegado tanto néctar que no se daba cuenta de nada. Ante conducta tan inadecuada, Zeus se coge un enfado de los tonantes y devuelve la vida a Pélope. Como Démeter había engullido el hombro del muchacho, los dioses se lo reemplazan por otro de marfil. Tántalo es condenado a vivir en el Hades, el infierno, acuciado por el hambre y la sed. Metido en una laguna de aguas cristalinas, cuando ansiosamente intenta beber, las aguas bajan de nivel. En la orilla, frondosos árboles ofrecen frutos deliciosos mas, cuando Tántalo quiere tomarlos, las ramas se elevan y  se alejan de su alcance. ¡Pobre! A ver si mitigamos un poco su tortura...
 
RECUERDA:
 
El pan caliente y la injuria fría
Las sardinas frescas, fritas y frías
El pez fresco, frío y frito, y tras él vino
Olla sin verdura no tiene gracia ni hartura
El tocino, el queso, el vino y el amigo, añejos
La perdiz es perdida si caliente no es comida
Quien tras el caldo no bebe no sabe lo que se pierde
El pan con ojos, el queso con cocos y el vino que salte a los ojos
Del conejo, lo que mira al cielo; de la perdiz, lo que mira al suelo
 
 La olla sin cebolla es boda sin tamborín


martes, 7 de octubre de 2014

Apostillas al refranero. Tontilisto


            ¡Y luego dicen que de tontos no hay nada escrito! Pues escrito hay sobre Abundio que cuando iba a vendimiar llevaba uvas de postre, sobre Pichote quien vendió el coche para comprar gasolina, sobre Pero Grullo, el que a la mano cerrada llamaba puño, y que son más conocidos que el señor de Alfocea (Zaragoza) del cual se cuenta que un día, tras haber estado sentado con una visita ante la chimenea de la sala de su casa, llamó a los albañiles para que derribasen la chimenea y la construyesen unos metros más lejos de los sillones que habían estado usando, ya que se recibía allí demasiado calor. Y más que el tonto del bote, quien en el siglo XIX, sentado en una silla a la puerta de San Antonio del Prado, recogía limosnas en un bote de cuero; cuentan que cierto día se escapó un toro que puso en fuga a todo hijo de vecino, pero no al mendigo, que permaneció impávido, haciendo el don Tranquedo, mientras el toro lo olisqueaba.  No es este el único tonto-listo, porque los hay que, como el bobo de Perales o el bobo de Coria se pasan y dan en espabiladillos. El de Coria violó a su madre y a las hermanas, y tras la fechoría preguntaba si aquello era pecado. Por cierto y para que nadie se llame a engaño: nada tiene que ver con este individuo, el bufón de la Corte Juan Calabazas, inmortalizado por Velázquez en su lienzo El bobo de Coria. Para acabar, también Carracuca, capigorrón siempre sin blanca, se las ingeniaba para colarse de bóbilis bóbilis en convites ajenos.
 
RECUERDA:
 
Es tonto, pero se mete en casa
Como soy paleto, aquí me meto
No hay tontos para su provecho
Hágome el bobo y como de todo
Como no cuesta nada,  sartenada
Al hombre obtuso, hácelo agudo el uso
No hay tonto que tire piedras a su tejado
Soy bobo y bobeo: escribo lo que me deben y borro lo que debo
 
Mal de muchos, consuelo de tontos