En
la plaza de la Virgen, haciendo esquina con la calle Micalet, frente a la
puerta de los Apóstoles de la Catedral, se encuentra la casa Vestuario, edificio del siglo XVIII que alberga hoy una
biblioteca. En este lugar, se reúnen los jueves los ocho miembros, todos
varones, que forman parte del Tribunal de
les Aigües de la Vega de València
y, a punto de sonar la primera campanada de las doce en la Miquel, van saliendo para ocupar sus lugares en el tribunal.
Revestidos con los blusones negros propios de la indumentaria típica de los
labradores de la huerta valenciana, se sitúan frente a los escabeles dispuestos
en semicírculo ante la puerta. A una señal, se sientan en los lugares que les
corresponden. Inmediatamente el alguacil requiere en valenciano si hay
denunciantes que deseen comunicar transgresiones a las normas y costumbres y
citan una por una las antiguas acequias de riego que, un poco más allá rodean
al padre Turia en la fuente alzada en el centro de la plaza, simbolizadas como
niñas con el peinado de falleras, portadoras de sendas ánforas de las que mana
un chorro de agua. Los integrantes del tribunal deliberan también en valenciano
y emiten la sentencia que consideran justa. Aunque no sean jueces en sí, sus
decisiones son irrevocables. No existe documentación escrita de sus sentencias,
ya que sus actuaciones han sido siempre orales. Se considera una de las
instituciones más antiguas y existen investigadores que hacen remontar sus
intervenciones a la época del califa Abderramán III, allá por el año 960. A
pesar de su longevidad y de la admiración que suscita, hay quienes piensan que
hoy en día no pasa de ser un acto meramente folclórico.
RECUERDA:
Todos prefieren ser ralos que calvos
El sol sale para todos
Aunque negros, gente somos
Cuando el sol sale, para todos sale
Tan presto va el cordero como el carnero
Cuando Dios amanece, para todos amanece
Muere el rey y el papa y el que no tiene capa
Todos tenemos culo, por la mayor ventura del mundo
Todos somos hijos de Adán y Eva, aunque nos diferencia la seda
Para elegir diputado tanto vale el voto del imbécil como el del sabio