jueves, 26 de marzo de 2015

Apostillas al refranero. Porsiacasos y penseques


            Sujetos a toda clase de errores, ¿cómo podemos los seres humanos estar seguros de algo? ¿Cómo podremos alcanzar la verdad? ¿Cómo seremos capaces de reconocerla? ¿Cómo encontrar una idea que escape a cualquier duda y que pueda provocar nuestra adhesión inquebrantable, nuestra conformidad? La dificultad de responder a estos interrogantes nos obliga a aferrarnos a cuanto aporta una seguridad inmediata, una evidencia de haber obtenido lo que anhelábamos, una certidumbre con vistas al futuro, una certeza clara, manifiesta y perceptible de cuya veracidad nadie pueda racionalmente dudar, de modo que daremos por verdadero y auténtico cuanto nos acerque a esa conformidad.

 
RECUERDA:

 
Más vale un toma que dos te daré
Más quiero huevos hoy que mañana pollos
Vale más un porsiacaso que cien penseques
Vale más llegar a tiempo que rondar un año
Más vale pájaro en mano que ciento volando
Más vale vuelta de llave que conciencia de fraile
Más vale un hombre apercibido que dos desprevenidos
Vale más un día en el desierto que toda la vida del necio

 Por mucho que corra la liebre, más corre el galgo que la prende

domingo, 22 de marzo de 2015

Apostillas al refranero. Aires colados y clérigos colorados


            En los siglos XII y XIII se establecieron en España monasterios cistercienses en tierras incultas que después fueron roturadas por los propios monjes y por los llamados conversos, es decir, hermanos legos que profesaban pero no tenían opción a las sagradas órdenes. Se ocupaban esencialmente de las explotaciones agrícolas de los monasterios, que recibían el nombre de granjas, y vivían dentro de los muros del recinto, siempre separados de los monjes propiamente dichos, sin acceder jamás a las zonas exclusivas de aquellos. Solo en las zonas comunes podían verse, y aun así, separados, ya que tenían diferentes espacios reservados. El núcleo del monasterio se constituía alrededor de un patio central, cuadrado, símbolo del paraíso. En torno a ese patio, se alzaban cuatro galerías, llamadas panda. En la panda del este se encontraban las dependencias de los monjes y de los novicios: el scriptorium, el locutorio, donde el abad distribuía las labores de la jornada, la sala capitular y la celda de castigo; los dormitorios, en el piso alto. La panda norte estaba limitada por los muros de la iglesia abacial, grande, sencilla, austera, de poderosa arquitectura. En la panda sur se abría una serie de zonas comunes: el lavabo, anexo al patio, la cocina, el refectorio y la cámara abacial. Finalmente, en la panda del oeste se levantaba la cilla o cillero, es decir, la despensa, bodega y granero, amén de los aperos, y las dependencias de los hermanos conversos, aislados por fuertes muros, de modo que tenían que acceder al núcleo del monasterio por un estrecho pasadizo, conocido como pasadizo de conversos para recibir las órdenes del monje cillerero o para llegar a la cocina y dependencias comunes. Solo uno se conserva en España, el del Monasterio de Sta. María de Piedra. La conducta de alguno de estos hermanos legos y de legos de otras órdenes, sin excluir a nadie en épocas de relajación, ha dado pie a la aparición de una serie de refranes anticlericales.

 
RECUERDA:

 El hábito no hace al monje
Fray Modesto nunca fue prior
Los frailes en jubón, hombres son
El ladrillazo al fraile, que lo descalabre
El fraile en su convento, pero bien dentro
Clérigos, frailes y pardales son malas aves
La manceba del abad no amasa y tiene pan
Dios nos guarde del aire colado y del fraile colorado
A la lumbre y al fraile no hurgarle, porque la lumbre se apaga y el otro arde

 Judío para la mercancía y fraile para la hipocresía