miércoles, 22 de enero de 2014

Pipistrélidos

            Tú, quiera lector, quiera lectora, que has pasado la vista sobre el título de este aspirante a artículo, te has preguntado sin duda qué significa el 'palabro' (así, en masculino por lo aparentemente estrambótico y por lo presumiblemente malsonante). Pero no temas. Nada tiene de extravagante, irregular o inconveniente. Te referiré no sólo su origen y significación, sino también el porqué de este articulillo. Ahora bien, cuando hayas terminado su lectura, guárdate de la tentación que a otros nos ha arrastrado a abismos de intranquilidad, desasosiego e insomnio rayanos en la locura.
          Ojeando (y hojeando) un día el periódico, me encontré con un título sorprendente: Palabras pipistrélidas. Me dejé sugestionar por el encanto de lo desconocido y me dispuse a leerlo. La firma era de Camilo J. Cela. Refería en el texto don Camilo (podría haberse llamado Eucadio) cómo don Gaudencio Orihuela y don Aurelio Berriortúa lo instruían acerca de palabras españolas con cinco únicas vocales, las cinco diferentes. Puesto que el ejemplo típico y tópico de tales voces suele ser 'murciélago', mamífero al que los sabios llaman pipistrellus pipistrellus, considera nuestro persuasivo escritor que no resultaría descabellado llamar 'pipistrélidas' a las palabras así constituidas. Al mismo tiempo, nuestro Premio Nobel hacía acopio de un extenso muestrario de pipistrélidos. Y sugería la idea de buscar una docena o docena y media más para hacer méritos. El premio que ofrecía era una botella de gaseosa La Casera.
          Aunque el texto de Cela me agradó, no volví a pensar en él hasta una madrugada en que las palabras pipistrélidas asaltaron mi mente y se convirtieron en mi quitasueño: había sentido en mi cerebro un estimulador comunicante que me empujaba a concienzuda búsqueda, más bien caza, de pipistrélidos. El primero en surgir fue paupérrimo; poco después, educación y educativo. De ahí no había modo de pasar: me encontraba en un atolladero. Mi entusiasmo decrecía... No obstante, como soy un cabeciduro, insistí. Llegaron, pasados los minutos, manutención, feudalismo, cuadernillo, euforia, cauterio, preciosura y neumático.
          Ya no pude pegar ojo. Por la mañana debía tener aspecto de cuchipandero perdulario recién resucitado, porque en el Instituto, el barbiluengo Julio Massé y Pepe Vila, tertulianos con Alfonso Ramírez, se interesaron vivamente por mi salud. Les conté mi pipistrélida aventrura, y Julio (debiera su padre haberlo llamado Eulampio) me miró como si me hubiera transformado subitáneo en un zanquituerto gesticulador: ¡tan grande era su asombro! Comprensivos y concescendientes, él y Alfonso (¿por qué no Gualterio?) me facilitaron ecuación, computerizar, numeración y anticuerpo. Pepe (¿Abudencio?), después de meditabundo lapso, sugirió acuífero, adulterio y duodécima.
          Os aseguro que desde aquel repudiado día no he tenido descanso. Me he lanzado a búsquedas meticulosas y exhaustivas e ilustradores recuentos en los diccionarios más diversos. Entregado con euforia a esa estudiosa tarea de cuentahílos, una mañana me sorprendieron Matilde (¿Eustorgia?) y Eva (¿Eusebia?) en el Seminario que compartimos. ¡Cuánto me duelen aún sus edulcoradas sonrisas, encubridoras de burlas vituperosas! ¡Hasta fingieron interesarse por cauliforme, patituerto y cuellicorta!
          Hoy, cualquier palabra, por inocente que parezca, me resulta sospechosa de pipistrelidez: la miro, la remiro, la pronuncio, la peso, la mido, por si pudiera ser añadida a mi colección. Más que coleccionista, son un auténtico avaro de pipistrélidos: los contemplo con neurótica delectación, los acaricio, les saco brillo, hago que el ordenador los cuente y los recuente, como esperando que surja algún cruzamiento fecundativo y nazca otro pipistrelidecito más de que presumir. Los he dispuesto en orden alfabético, y aparecen en cinco enjundiosas y apretadas columnas, bien alineados, cual soldados triunfadores en formación.
          Hubiese deseado poseer uno con las cinco vocales alfabéticamente consecutivas, pero no me ha sido concedida la gracia de hallar semejante concurrencia. Los que más se aproximan son aceituno y arseniuros. Sin embargo, ya se advierte que el orden apetecido sufre una permutación en las últimas dos vocales. ¡Si 'cuartelillo' en lugar de tener u en la primera sílaba la hubiera llevado al final...! ¡Y si al final se hubiera ido la u de 'salubérrimo'! ¡Qué inocultable es mi desgracia! ¡Desgarra mis entrañas cual cuchillo cachicuerno!
          Siento constantemente la ulceración de los celos; impetuosas pulsaciones sacuden mis sienes cuando pienso que alguien pudiera igualar mi colección. Sueño que murciélagos rufianescos curiosean mis carpetas, intentando practicar el cuatrerismo pipistreril. No saben que yo soy más astuto, que he tomado la precaución de codificar la entrada y que duermo en catre supletorio al lado del ordenador, a fin de evitar cualquier gatuperio. ¡No estoy loco, no! Sé muy bien que coleccionar pipistrélidos es contagioso... ¡y peligrosísimo! El denunciado don Camilo propició en mí la terrible perturbación. Y yo he propiciado la fecundación de virus inculcadores del mal en Pepe Vila. Él comenzó en broma, casi por reíse de mí, y ha decuplicado ya los veinte primeros que halló, ¡pero a qué precio...! ¿No os habéis fijado en él?: Siempre en nebulosidad meditativa, siempre a la busca resolutiva de pipistrélidos... ¡Tiemblan mis carnes cincuentonas de pavor de que me aventaje en número! ¿Qué ha sido de su rostro bien rasurado? ¿No habéis visto que otra vez han crecido los rizos de su undosa barba de ébano? ¿Dónde está su anacreóntica y patriarcal opulencia de otrora? Ya no nos queda sino la apariencia de un escuálido y desdibujado estudiantón que deambula por los pasillos siempre embebido, eternamente enajenado, perpetuamente absorto... ¿No ha sufrido mutaciones la piel de su frente? ¿No ha adquirido un tono oscuro, como de pergamino viejo? Ni descansa, ni sosiega, ni se alimenta... ¡Quién lo ha visto y quién lo ve!
          Y todo lo malo no es eso. Lo peor es que ha provocado la extensión de la epidemia con la rapidez y contundencia de la fiebre neumónica. Me consta que no es él la persona descubridora de muchos de sus hallazgos; que en un viaje inoculó la ponzoña de la pipistrelidomanía a sus  descuidados acompañantes; que juntos se entregaron con contundencia febril a la exhumación de vocablos pentamonovocálicos y que, como continuaran buscando durante la comida, la persuasión alcanzó a otros comensales del restaurante. Todos se hallan ahora supeditados a las turbaciones de la monomanía que sin tardar mucho trastornará el mundo en un inmenso manicomio pues alcanza ya proporciones de pandemia. ¡Guárdate, guárdate! ¡No digas que no te aviso!
 
          Acabado ya el artículo y dispuesto para la impresión, una nueva y rebullidora desgracia se ha abatido sobre mí: mi hijo primogénito, mi Eustaquio, ha ofrecido los primeros síntomas denunciadores de la enfermedad. En sus libros de estudio busca palabras pipistrélidas. Ya ha venido a ofrecerme centunvirato (Consejo del Colegio Romano de Jueces), Coatlicue (dios azteca de la tierra), cuadriguero y escorbútica.
          ¡Ay de mí! Si por un lado veo crecer la colección, por otro desahucio ya al pobrecillo: cada vez está más desvinculado de la realidad, cada vez más enajenado. ¡Ay de mí!
                                                                                        Juan José (¿o Laurentino?)

          ¡Ah!, por cierto, ¿sabes cuántos pipistrélidos han sido empleados en la elaboración de este delirio juanjíneo? Un refreco de limón para cada uno de los diez primeros.

                                                                  La Revista del Jordi, 1996
            
 


martes, 21 de enero de 2014

Perlas cultivadas II

 
Los alumnos de Tercero de BUP del curso 94-95 segregaron perlas cultivadas de cualidad, difícilmente igualables en tamaño, peso, brillo y lustre:
1. ¿Qué otra cosa puede ser una comedia, aunque divina, sino una obra de teatro? "Se puede decir que en la Edad Media no hubo mucho teatro en Castilla y que los pocos fragmentos que se han encontrado no están completos. Un ejemplo son los Autos de las Reyes Magos, que solo hay unos cuantos versos. Después Dante escribió la divina comedia, que tiene tres partes. Boccaccio también tiene algunas obras."
2. "La Edad Media española tiene como figura destacada Don Juan Manuel, con su obra llamada "milagros de Nuestra Señora", que es una obra escrita en prosa (¡claro está!)". Al escuchar esta afirmación el orgulloso y quisquilloso don Juan Manuel hizo salir de su tumba al clérigo Gonzalo de Berceo, quien testificó con toda humildad que había sido él el autor de los Milagros y aseguraba que lo había hecho con versos bien medidos y en cuaderna vía.
3. Uno de estos jóvenes estuvo a punto de crear una polémica con los canónigos de la Catedral, quienes pensaron que los trataba de indoctos: "El mester de clerecía es una escuela de la Edad Media. Consistía en un grupo de canónigos teniendo en común la misma corriente literaria. En la Edad Media, los canónigos eran personas cultas que profesaban estudios, lo cual no se entiende por lo que ahora es un canónigo".
4. Al buen Jorge Manrique lo traen de acá para allá. Acostumbrado él a las incomodidades y rigores de la vida de la milicia y a los peligros de la batalla, sonríe desde su cabalgadura y para con su rodela tres dardos envenenados que un estudiante, un diablo y una tal Teresa le han lanzado de modo avieso: "Jorge Manrique es del siglo XVIII. Pertenece al Neoclasicismo. Son novelas suyas El estudiante de Salamanca y Diablo mundo en el que intercala una elegía que es el canto a Teresa. Escribió 'Coplas a la muerte de su padre'".
5. Lo más grave es que alguien alertó a la Inquisición y la puso tras los pasos de Garcilaso, al afirmar rotundamente: "Garcilaso de la Vega escribió dos herejías". Menos mal que Carlos I salió al quite y demostró la pureza de sangre del poeta y certificó que lo por él escrito habían sido dos llantos funerales, dos elegías.
6. En el comentario de un fragmento de La vida es sueño, se ofrecían estas afirmaciones: "Este texto se trata de una obra poética cuyo supuesto autor es Fernando de Rojas. Pertenece al siglo XIX.
7. Los poetas latinos Virgilio y Horacio baten la marca de longevidad que hasta hace poco dicen que ostentaba Matusalén, y, según mis cálculos, se acercan a los mil quinientos años. Y si no, comprobadlo, teniendo en cuenta que los dos eran de la contemporáneos de Augusto: "En la época del Renacimiento aparecen una serie de pensadores, como Virgilio y Horacio cuyo fundamento es la naturaleza y la religiosidad. Existe el platonismo: que ve al hombre como un ser desterrado del cielo y quiere ir con su creador".
8. Finalmente, sabed que las comunidades Canaria, la Valenciana y la Gallega podrían tener sus más y sus menos, porque: "En la etapa naturalista destaca el valenciano Benito Pérez Galdós, con sus novelas como 'La Barraca', 'Cañas y Barro' o 'Entre Naranjos'. Otro libro que también destaca es 'Los pazos de Ulloa', una novela escrita por Pérez'. Pero la principal 'estrella' considerada en este periodo más grande, es sin duda Larra, que entre otros escribió 'La vida es sueño'". ¡Y qué más da, si al fin y al cabo el tal Pérez y la Pardo, por muy Bazán que se titulara, eran amiguetes! 
 
 


Apostillas al refranero. Juego

           Habiendo sido nombrado Sancho Panza por los duques gobernador de la Ínsula Barataria, sale una noche de ronda con los alguaciles y tiene ocasión de comprobar los estragos que el juego causa entre los pobladores de su gobierno. Con gran criterio moral y como gobernante que encarna la Justicia, reflexiona y dictamina: "Yo podré poco o quitaré esas casas de juego, que a mí se me trasluce que son muy perjudiciales".
 
 
 
          RECUERDA:
 
 
Porfiar, mas no apostar
Bien juega el que no juega
Juegos de manos, juegos de villanos
No fíes ni porfíes ni apuestes ni desafíes
El mejor lance de los dados es no jugarlos
Al tahúr nunca le falta qué jugar ni al putañero qué gastar
 
 
Desgraciado en el juego, afortunado en amores

Apostillas al refranero. Errores

              Pues que  somos humanos, somos limitados y, en tanto limitados, erramos. Ahora bien, 'si de humanos es errar de bestias permanecer en el error'; porque 'el mejor escribano echa un borrón' y 'el mejor nadador se ahoga'; pero conviene no insistir, ya que 'cuanto más hurgues la mierda, más hiede' y 'el que escarba, lo que no quería halla'. Os aseguro que 'aún no nació quien antes de la muerte no erró', que 'si no errase el cuerdo, reventaría el necio' y que lo más frecuente en la vida  es 'dar una en el clavo y ciento en la herradura'. Cierto es que 'no hay error sin autor ni necedad sin padrino'; verdad es que 'el más diestro la yerra más presto', y no es falso que existen distintos tipos de errores: 'Los yerros del médico los tapa la tierra', 'los yerros del rico los paga su hacienda', mientras que 'los yerros de amor dignos son de perdón'. ¡Ay! '¡"Qué linda mata de romero", y era un cardo borriquero!'.

Apostillas al refranero. Ira

      Dicen que la paciencia no era una de las virtudes del director de orquesta italiano Arturo Toscanini. Cuentan que en cierta ocasión, en un arrebato de ira, lanzó su reloj de pulsera contra los músicos de la orquesta con quienes ensayaba. El silencio de los maestros se hizo tan profundo que aturdía. No obstante, unos días después el ilustre director recibió junto al reloj que con ira había arrojado, ya reparado, otro de pacotilla, acompañado de un nota én que se hallaba escrito: "Este solo para los ensayos".
 
 
          RECUERDA:
 
 
A la ira y al enfado, darles vado
Ira de hermanos, ira de diablos
Quien corrige con ira más se venga que castiga
De ira de señor y de alboroto de pueblo nos libre Dios
 
 
Obediencia y paciencia son buena ciencia
El hueso que Dios te dio en parte, sábelo roer con arte

lunes, 20 de enero de 2014

Apostillas al refranero. Apariencia

                Los escritores barrocos llevaron a tales extremos sus actitudes de desengaño que negaban lo que parecía evidente: "Ese cielo que miras ni es cielo ni es azul", escribía uno de ellos. Y es que, ciertamente, 'las apariencias engañan', pues 'no es oro todo lo que reluce ni harina lo que blanquea ' , y que del mismo modo que 'bajo buen sayo se esconde hombre malo', 'bajo capa gastada se esconde buen caballero'. En efecto 'el hábito no hace al monje', y 'un palo vestido no parece palo', así que podemos concluir que 'aunque la mona se vista de seda, mona se queda' y que 'por muy dama que sea, no hay ninguna que no se pea'.


domingo, 19 de enero de 2014

Al pan, pan; y al vino jamón de Jabugo

              ¡Válganme todos los valedores a quienes se suele recurrir en estos casos, la costumbre progresivamente ascendente que nos invade de no llamar a las cosas por su nombre! ¡Válgame!
             Sí, el eufemismo tiene raíces muy antiguas en nuestra lengua y motivos muy diferentes. Para distinguir las manos se usaban en latín sendos adjetivos 'dextera' y 'sinistra', de donde proceden las formas primitivas españolas diestra y siniestra que advertimos en los primeros versos del Poema de Mio Çid:
                                    "A la exida de Bivar    ovieron la corneja diestra
                                    e entrando a Burgos     oviéronla siniestra".
             El vocablo 'siniestro' sugiere en la conciencia popular la idea de mal agüero, de suerte adversa. Si se expresa la palabra, se atrae la catástrofe, así que lo mejor es no pronunciarla. Ahora bien, la mano 'siniestra' sigue existiendo, y de algún modo habrá de nombrarla para distinguirla de la 'diestra'. ¿Qué hacer? Muy sencillo: sustituit el término por otro que no posea la carga peyorativa. En la Península Ibérica, Gascuña y Languedoc, la nueva palabra se toma de una forma exostente en euskera, mezcla de vascuence y céltico, que dará en castellano 'izquierda'. Hemos creado así un eufemismo de superstición, con el que se trata de alejar la mala suerte.
             Quevedo fue maestro en el arte del eufemismo y llevó a cabo troquelaciones únicas. ¿No sugiere aviesa y jocosamente llamar al capón 'desgallo' o 'tiple de pluma'? ¿No convierte a Góngora en 'capellán del rey de bastos'? ¿Y no transforma a aquel barbero que metía en faltriqueras ajenas 'el dos de bastos' para sacar el 'as de oros' en 'tundidor de mejillas' y 'sastre de barbas'?
             En todos los momentos de nuestra historia han surgido eufemismos. En la época actual el tan enorme la balumba, que hay quien piensa en la existencia de un culto al eufemismo.
            Quizá los de superstición sean los menos numerosos. En los juegos de azar, no obstante, procura evitarse citar el número trece, a quien habitualmente se denomina 'cara sucia'. Conozco a una persona que siente horror al oír pronunciar ese número. Lo terrible es que vive en la puerta trece. Pues bien, desea que cuando nombremos el número de la puerta de su vivienda digamos 'la doce más uno'. Al fin y al cabo, cuando afirmamos que alguien 'falleció' o 'faltó' no estamos sino evitando el empleo del verbo 'morir', cuya asociación la muerte nos lo hace especialmente antipático y, en algunas zonas, tabú.
             La dignidad en actos y palabras debida al estado o calidad de las personas, el recato, la compostura han creado una serie interminable de tabúes a causa de los cuales han surgido legiones de eufemismos de decencia. La mayor parte de las funciones fisiológicas, los actos sexuales y todo lo que pueda ir relacionado con ellos constituyen algo intocable, sagrado. Con nuestras mentes sucias, hacemos tabú lo más inocente. Transformamos los calzoncillos en el barbarismo 'slips' (al menos los hispanoamericanos los denominan más legítimamente 'sujetatrolas') y a las bragas (palabra de origen celta que designaba en principio una prenda masculina, que dio origen al nombre de la ciudad portuguesa de Braga) les colocamos un ridículo diminutivo 'braguitas' que provoca a la risa cuando echa uno la vista encima de una de talla grande o supergrande. ¿Qué tienen de malo los calzoncillos y las bragas?
             Hasta hace unos años las españolas usaban una prenda de vestir interior para ceñir el pecho a la que se denominaba 'sostén'. De un tiempo a esta parte solo oigo 'sujetador' y muy recientemente 'wonderbra', o algo así. Pues bien, 'sostén' me parece más acertado, porque conviene sostener los pechos para que se realcen, pero no creo que sea necesario sujetarlos, ya que no huyen.
             La pudibundez puede llegar a extremos caricaturescos en el eufemismo. Cuentan que el Ayuntamiento de Lisboa decidió, a comienzos de siglo, multas a las parejas que practicaban públicamente contactos táctiles. Las actitudes sancionadas se explicaban así: 1.Mâo na mâo, 2,50 escudos. 2.Mâo naquilo, 15,00 escudos. 3.Aquilo na mâo, 30,00 escudos. 4.Aquilo naquilo, 50,00 escudos (1).
             La pudibundez de mis alumnos me proporciona en ocasiones eufemismos dignos de antología. Siempre que en el control de lectura de La Celestina he preguntado por Elicia y Areúsa, alguno ha habido que se las ha visto y deseado para definírmelas: no se ha atrevido a emplear 'puta', a pesar de que he oído en los pasillos usar esa palabra hasta en tono elogioso, llamándose los unos a los otros 'hijos de tal'. Hubiera podido emplear 'ramera' (prostituta disimulada que, fingiendo tener taberna, ponía en la puerta un ramo), pero esa circunstancia la desconoce aún; podría haber ustilizado 'concubina' o 'meretriz', pero le parecen demasiado cultos; 'hurgamandera' es un germanismo nada usual; evita 'manceba', 'barragana', 'pendón', 'moza del partido', 'coima', 'cortesana', 'perendeca' porque se le antojan arcaísmos ya en desuso; rechaza 'fulana', 'prójima', 'cualquiera', 'socia', 'golfa', 'furcia', 'perdida' porque el registro no le parece digno de una clase, dadas las connotaciones barriobajeras; lo de 'amante', 'querida', 'compañera sentimental' le parece muy moderno, así que decide crear nueva terminología para las dos mujeres de vida alegre: a Elicia la denominará 'profesional del amor' y 'empleada sexual', y a Areúsa 'dama de la noche' y 'dama del amor'.
             Por atención y miramiento, por necesidad de atenuar una evocación penosa, nace el eufemismo de delicadeza. Decimos del que se achispa sin llegar a emborracharse que está 'entre Pinto y Valdemoro'. Los 'residuos urbanos' se depositan en 'vertederos'. Llaman a los asilos 'ciudades de la tercera edad', a la enfermedad, 'patología'. Los velatorios se hacen en 'tanatorios' y se deposita a los muertos en 'lugares de reposo'. Los 'invidentes', 'discapacitados', 'disminuidos físicos' aparecen por todas partes, y los 'enfermos mentales' se recluyen en 'casas de salud'.
             Los políticos han creado una jerga cargada de eufemismos. Hace ya muchos años que el Ministerio de la Guerra se transformó en el de Defensa; la pobreza subsidiada se denomina ahora 'PER' (Plan de Empleo Rural); la cárcel es un 'establecimiento penitenciario'; la extorsión el 'impuesto revolucionario'; el asesinato, 'delito de sangre'; la amnistía, 'excarcelación' y 'reinserción'. Ya no hay presos, sino 'reclusos', ni tortura, sino 'malos tratos', ni genocidio, sino 'limpieza étnica'. Se oculta el aborto tras la 'interrupción del embarazo' o el 'control de natalidad'; la indigencia tras la 'pobreza severa'; el encarecimiento tras el 'reajuste de precios'; el soborno tras la 'comisión'; el fraude y la prevaricación tras 'la cultura del pelotazo'; la estafa y el abuso tras las 'irregularidades'. Llaman a la expoliación 'territorios ocupados', y 'tercer mundo' a las colonias. Nada tiene su nombre: la epidemia es 'alta incidencia de la enfermedad', y el desplome en Bolsa a fin de año 'volatilidad debida a la proximidad del cierre del ejercicio' o al 'escaso volumen de operaciones'.
             Los 'productores' (obreros) no están de acuerdo con la 'regulación de empleo' (despido) provocada por la 'reconversión' (desmantelamiento), ya que no se ha 'consensuado' (acordado) la decisión con los 'interlocutores sociales' (sindicatos) y la 'patronal' (los patronos), así que amenazan con 'inactividad laboral', 'conflictos laborales' y 'paros' (huelgas).
             El campo de la enseñanza es rico en eufemismos. El suspenso clásico fue sustituido por el 'insuficiente' y el denigrante 'muy deficiente' (no bastaba con del deficiente a secas). La Programación General se ha transformado en 'Currículo Básico', y hay además 'Proyecto Educativo de Centro' (PEC), 'Planificación General Anual' (PGA) y 'Proyecto Curricular de Etapa' (PCE). Las conjunciones son ya 'conectores' y la misoginia 'estereotipo discriminatorio y prejuicio sexual'. Pero de esto hablaremos en otra ocasión...
          Hay eufemismos dignificadores, que ennoblecen, elevan la estima de lo nombrado y de dan rimbombancia y campanudez. Allá por el año 1972, yo ayudé en unos cursillos en Vitoria a transformar los Maestros (¡qué hermosa palabra!) en Profesores de Edución General Básica (!). Las Escuelas de Periodismo se convirtieron en Facultades de Ciencias de la Información, la Gimnasia en Educación Física. Los dentistas pasaron a ser estomatólogos; los aparejadores, arquitectos técnicos; los practicantes, ayudantes técnicos sanitarios; las comadronas, profesoras en partos; las criadas, empleadas de hogar; y los porteros, empleados de finca urbana.
             Los eufemismos socializadores acercan lo intelectual a lo popular. Mis compañeros de Seminario y yo hemos puesto este año en funcionamiento varios 'Talleres de Textos'. Hay quien, para completar horario ha hecho un 'Taller de Ortografía', para que nadie escriba hortografía. Otra compañera está muy ilusionada con su 'Taller de Teatro'. Yo mismo, dado el éxito, pienso montar al año que viene una 'Alfarería de Ritmo Poético'.
             Existen también eufemismos 'anti'. No me refiero a los jergales, sino a los que, siguiendo ciertas consignas, silencian un término, acaso con el criterio de que no existe lo que no se nombra: De
un tiempo a esta parte, España se ha reconvertido en el 'Estado Español', y solo se habla de España cuando juega la selección de fútbol. Lo mismo sucede con el vocablo matrimonio, sustituido por 'pareja'. ¡Con la de connotaciones negativas que me aporta ese término!
             El disfemismo es un eufemismo que se ha mirado en los valleinclanescos espejos cóncavos, esperpéntico, regocijante. Clásicos son 'sacamuelas', referido a quien habla mucho, 'estirar la pata' y 'arrugar el hocico', de la canción, 'entrar en Villavieja', como yo voy entrando. ¿No habéis oído llamar al labrador 'industrial de la tierra' y 'técnico en Botánica'? ¿Y al barrendero 'desinfectador de la vía pública'
             Puestos a no llamar al pan, pan, y al vino, vino, ¿por qué no seguir a Melmoth y crear una serie de ellos cargados de chispa e ingenio? ¿Por qué no decir 'invidente monocular' al tuerto, 'minusválido verbal' al mudo, 'discapacitado audiolingual' al sordomudo, 'digitoatrófico frontal' al cojo e 'irrealizado facial' al feo? Podríamos nombrar 'hogar de la cuarta edad' al cementerio, 'reivindicador de mínimos de supervivencia' al mendigo, y al parado 'empleado del paro', 'cobrador del PER' o 'expectante de suministro laboral estable'.
 
             (1) Mâo: mano. Na: en la. Aquilo: aquello. Naquilo: En aquello.
 
                                                               La Revista del Jordi. Febrero de 1995