No
cabe duda alguna de que ciertos pueblos europeos tienen muy mala opinión de los
españoles en lo que se refiere a corrupción y en lo que a falta de eficacia se
refiere…; y sin embargo la administración de los pueblos de ultramar estuvo sometida desde el principio a rigurosos
sistemas de control. Uno de ellos recibió el nombre de juicio de residencia, proceso judicial al que debía someterse todo
funcionario público, desde el más encopetado virrey al más humilde de los
alguaciles, cuando terminaban su
tiempo de servicio. Constituían acontecimientos públicos pregonados por los
alguaciles a los cuatro vientos y podía intervenir en ellos, mediante
acusación, cualquier persona que tuviera alguna queja razonada del funcionario
que se sometía al juicio. Las acusaciones podían ser de lo más variado, desde
faltas de honradez hasta el incumplimiento de objetivos. Los juicios de residencia podían durar
incluso meses, tiempo durante el cual, el funcionario no podía abandonar la
población en que se celebraba. Si al final recibía la absolución, podía continuar su carrera profesional y ascender en
ella; pero si no la recibía y era considerado culpable, podía ser multado
económicamente, por lo que se le retenía parte del salario que le
correspondiera, podía descender de
categoría y ser relegado a un destino inferior, podía recibir pena de cárcel e incluso podía ser
condenado a no ejercer en adelante cargos públicos. Funcionaron
durante siglos con gran rigor y seriedad. Se cuenta de un oidor del Perú que abandonó el lugar un día antes de que acabara su
juicio de residencia, con el fin de
no perder el barco que había de transportarlo, y aunque fue el veredicto
absolutorio, el Consejo de Indias lo obligó a regresar a Lima, pagando el viaje
de su propio bolsillo para cumplir el día que se había tomado de asueto antes
de ser absuelto.
RECUERDA:
El bien o el mal a la cara sal
Entre amigos, un notario y dos testigos
Las palabras vuelan, lo escrito permanece
Más vale un mal ajuste que un buen pleito
Entre dos muelas cordales nunca metas tus pulgares
Entre hermano y hermano, dos testigos y un escribano
Quien tenga el tejado de vidrio no tire chinas al de su vecino
El bien no es estimado hasta que es acabado