viernes, 7 de marzo de 2014

Patronímicos

           He sido siempre un enamorado de las palabras y sobre todo de los nombres pipistrélidos y de los nombres gentilicios, como puede advertirse en varios artículos de estas páginas. Hoy quisiera rendir pleitesía a los nombres patronímicos, es decir, a los nombres que hemos heredado de nuestros mayores, o sea, a nuestros apellidos; y más que a nuestros apellidos, quisiera rendir homenaje a ciertas sorprendentes combinaciones de nombres y apellidos. Os aseguro que no he inventado ninguna, que, salvo las que atañen a mi vida, las he tomado de un concurso de la revista Lecturas.
          Quevedo se reía el primero de sus propios defectos para que nadie pudiera mofarse de él en ese aspecto. Salvadas las distancias, yo también comenzaré por reírme de mí mismo. Me llaman Juan José; mi primer apellido es Ramos, y el segundo Lozano. La combinación de los dos apellidos significa, en lo vegetal, que mis ramos tienen mucho vigor y frondosidad (aunque haya que ignorar un error de concordancia gramatical para creérselo: Ramos es plural y Lozano singular, ¿o no?); lo cual, traducido a lo humano quiere decir que mis ramos son jóvenes, vivos, vigorosos, robustos: algo así como me veis: apolíneo, gallardo, bizarro, valiente... ¡Ejem!  Imaginaos que el hijo de alguien apellidado Esparza se hubiera casado con una hija mía. Cuando tuvieran una hija, la llamarían Fulanita Esparza Ramos. ¡Vamos, como la violetera! Suponed otro caso: que un hijo mío se hubiera casado con la hija del susodicho. Pues nada, la hija sería Menganita Ramos Esparza, ¡cual florista de la calle de Alcalá! [En supuestos tales, creo que debo estar agradecido a que mis hijos no me hayan dado hasta ahora nieto alguno].
          De estudiante, tuve un compañero en Salamanca que se llamaba Jesús Vivas Holgado, excelente persona, extraordinario estudiante y magnífico extremo derecho de un equipo de fútbol. Un día don Fernando Lázaro Carreter le dijo en clase que su nombre constituía una perfecta oración desiderativa. ¡Vive holgadamente, Jesús! Casi nada la del ojo, ¡con las apreturas que se pasaban a fin de mes en la década de los sesenta! Y tuve también un alumno cuya combinación de apellidos es un canto a la Tabla Redonda: Carlos Guerrero de la Esperanza. Y ya que me he puesto melancólico hablando de alumnos, os diré que en un curso me tocó dar clase a un grupo de COU al que declaré bíblico, pues en él me encontré con Lázaro y con las hermanas Marta y María.
          Cuando mi mujer y yo discutimos pienso que debería yo llamarme Armando Guerra y ella Paloma de la Paz; un poco resabiada, a veces, pero paloma y de la paz. ¡Claro que se supone que estas combinaciones, en ocasiones, no son muy exactas!
          En fin, volvamos al tema. Las hay que son un auténtico canto ecológico: Rosa Naranja Limón; Blanca Flor del Campo Huerta; Teresa Puerro Lozano; Camino Verde del Río; Maximino Aires del Campo. El tal Maximino debe tener asegurados la excelsitud de sus vías respiratorias y el no padecer ningún tipo de alergia, con aires tan tersos, puros y diáfanos. Los patronímicos católicos a machamartillo reflejan la fe, el amor y la fidelidad: Rosario Cordero Jesús, Sagrario de la Iglesia Fiel, Jesús Amigo de la Iglesia, Dolores Camino de la Cruz. Claro que de vez en cuando salta la liebre y alguien sale defenestrado: Carlos Tirado de la Cruz. ¡Pobrecillo! Las hay que exudan nobleza por todos los poros: Antonio Caballero de la Paz, José María Conde Poderoso, o están repletos de ardor monárquico: Victoria de Rey Guerrero, Elena Carroza Real, Victoria Guerrero del Rey, Juan Carlos Rey España, Francisco Enamorado de los Reyes.
          Con los patronímicos pueden expresarse oraciones exhortativas perfectas: Ramona Ponte Alegre, Ángeles Baile Lapieza, Nicolás Tome Tocino. ¿Tendrá algo que ver que Nicolás tome tocino con que Ramona se ponga alegre o que Ángeles baile la pieza?
          Ante combinaciones como Rosa Gusano Culebra uno se inquieta, se desasosiega; se echa a temblar ante Servando Sierra Cabezas; pero al oír Porfirio Mata Lapetra, le castañetean los dientes. Marcos Redondo Cuadrado nos deja enajenados, atónitos, pues los términos son contradictorios,  José Gordo Magro turulatos, y Joaquín de Paz Guerra perplejos. Los colores se disponen como en camisetas deportivas: Blanca Negro Rubio. Al lado de conjuntos sublimadores o embellecedores (Estrella de la Osa Mayor, Pilar Vecino Alegre), hallamos degradadores sobre todo a causa de la colocación de los integrantes: José Valiente Primo. Observad que si cambiáramos el orden la significación sería otra: José Primo Valiente... ¿Os imagináis que en una consulta médica silenciosa la auxiliar llamara con voz solemne: ¡José Luis de la Mier Daza!?
          Hay padres que merecerían pirámides de reproches cuando hacen que un hijo se llame Gonzalo si sus apellidos son González de la Gonzalera, o Martín, si lo son Martín Martín, o García, si lo fueran García García. Vamos, elevados al cubo. ¡Tiene bemoles! De todos modos, por lo ornamental que resultaría el florero podríamos admitir Rosa Flor del Rosal Lozano.
          ¿Y no habéis escuchado patronímicos que parecen panfletos libertarios en su contenido? Abundio Verdugo de Dios. ¿Tampoco los que dan sensación de divertidas creaciones quevedescas? Dolores Diez Orejas, Paulina Seisdedos Díez, Agustín Cabeza Compostizo...
          Y como en todo hay que pensar, no está de más apreciar las combinaciones culinarias. Podríamos comenzar con un aperitivo (Mateo Verd Mut), seguido de un primero (Agustín Verdura Salada) y un segundo algo más nutritivo (Vicente Cordero Guisado). Cabría ofrecer dos tipos de postre: Florentino Rico Melón o Ángel Polo Sabroso.
          No obstante, los que más me agradan los casi subrealistas: Luis Conesa Cara, Invención Verde Feliz, Amparo Loro Raro, Manuel Toro Bravo, Inés Hoyo Redondo, Dolores Laguarda del Toro, Concha de Oro Pulido, Almudena Pamparacuatro Seco, Eduardo Barriga Caliente. Espero que don Eduardo no fuera el esposo de la típica y tópica Dolores Fuertes de Barriga, porque entonces, apaga y vámonos.
         
 
           


miércoles, 5 de marzo de 2014

Que como el sol sea mi verso / más grande y dulce cuanto más viejo

I

El sol y el pastorcillo
 
 
          Gabriel Miró, uno de los novelistas más significativos en el paso del siglo XIX al siglo XX, creó una ciudad literaria, la mítica, perfumada, sensual y luminosa Oleza, rodeada de un oasis exuberante de huerta, para ambientar sus relatos y novelas. Oleza es el trasunto de la real Orihuela, capital del bajo Segura alicantino, ciudad donde había nacido en 1879. Él mismo confiesa que jamás había escrito un verso o una comedia...
          Y no podía permitirse que Oleza, ciudad levítica por excelencia, es decir, Orihuela, contara con un narrador de campanillas, y se quedara sin un poeta y dramaturgo campanillero, así que la diosa Fortuna, que es inestable y nunca puede estar quieta, quiso que un 30 de octubre de 1910 llegara al mundo un oriolano al que sus padres, Miguel Hernández Sánchez y Concepción Gilabert Giner, pusieron por nombre Miguel: Miguel Hernández Gilabert.
          Cuando el niño cuenta cuatro años, el padre, tratante de ganado, decide trasladar su hogar familiar a una casa más amplia, situada en el número 73 de la calle de Arriba (hoy Casa Museo). La infancia del futuro escritor trancurre entre los juegos y el trabajo: desde los siete años ayuda a su hermano Vicente en las tareas del pastoreo, y de él aprende el oficio.
          Su padre consigue que lo admitan en las Escuelas del Ave María, anejas al Colegio de Santo Domingo, de la Compañía de Jesús, y de los 9 a los 14 años en el propio colegio. Pronto destaca el interés de Miguel por la lectura y los estudios, de modo que consigue excelentes calificaciones. No obstante, la situación familiar obliga al padre a interrumpir sus estudios en 1925 y a enviarlo a cuidar el hato de cabras.
          En medio de la naturaleza contempla maravillado sus misterios. Los astros, el campo, las plantas, los animales y sus quehaceres serán temas de sus primeras composiciones literarias. Son poemas que dejó reflejados en un cuadernillo, intuitivos, sencillos, cargados de ingenuidad, generalmente escritos en versos de arte menor.
          Pese a las dificultades, el jovencito simultanea su trabajo con lecturas numerosas, pero desordenadas de autores españoles de los siglos XVI y XVII, y poetas más modernos, desde Bécquer a Paul Valèry; desde Gabriel y Galán a Juan Ramón; desde Zorrilla a Rubén Darío; desde Unamuno a Antonio Machado. La mayor parte de las obras las saca de la Biblioteca del Círculo de Bellas Artes o se los presta el canónigo Luis Almarcha.
          Miguel busca su identidad imitando en sus escritos al último poeta leído. Son poemas que publica en El pueblo de Orihuela y en la prensa alicantina o murciana. En carta dirigida a Juan Ramón Jiménez en 1931, alude así a esta etapa de su vida:
          "Venerado poeta:
               Solo conozco a usted por su 'Segunda Antología' que --créalo-- ya he leído cincuenta veces 
               aprendiéndome alguna de sus composiciones. ¿Sabe usted dónde he leído tantas veces su 
               libro? Donde son mejores: en la soledad, a plena naturaleza, y en la silenciosa, misteriosa y 
               llorosa hora del crepúsculo, yendo por antiguos senderos empolvados y desiertos entre
               sollozos de esquilas.
               No le extrañe lo que le digo, admirado maestro; es que soy pastor... Soy pastor de cabras
               desde mi niñez. Y estoy contento con serlo, porque habiendo nacido en casa pobre, no pudo
               mi padre darme otro oficio y me dio este que fue de dioses paganos y héroes bíblicos".
          Conoce en Orihuela a los hermanos José y Gabriel Marín y también a los hermanos Fenoll (Carlos, Efrén y Josefina), en cuya tahona pasa muchas horas de agradable tertulia, recitando versos y recibiendo orientaciones y sugerencias, especialmente del que fuera su condiscípulo en el Colegio de Santo Domingo, Ramón Marín, el Ramón Sijé de su famosa elegía, quien acude a la tahona a visitar a su novia, Josefina. Ramón, estudiante de Derecho de la Universidad de Murcia, ensayista precoz, atraído por las corrientes renovadoras del neocatolicismo, fundador de la revista El Gallo Crisis, lo guía hacia los clásicos y la poesía religiosa cristiana, lo corrige y lo alienta a proseguir en su actividad creadora.
 
 II
 
Al partir de su tierra pierde el pastor dos lágrimas
 

          Excedente de cupo del servicio militar obligatorio, en diciembre de 1931, se lanza a la conquista de Madrid con unos duros en el bolsillo fruto de los ahorros de su madre, un billete comprado con las pesetillas que le consiguen sus amigos, un manojo de poemas y una recomendación para Concha Albornoz, hija de Ministro de Gracia y Justicia, quien lo encamina hacia el despacho de Ernesto Giménez Caballero, editor de La Gaceta Literaria, uno de los pilares de la literatura joven. Giménez Caballero publicará una entrevista con el poeta en El Robinsón Literario de España. El periodista Martínez Corbalán lo entrevistó también en Estampa, publicación gráfica de gran difusión, y acompañó la entrevista de una fotografía del poeta.
          En diversas cartas da noticias de su estancia en la capital:
          El 2 de diciembre de 1931 escribe a Ramón Sijé: "Amigo hermano: He llegado a las ocho y media a Madrid. Son las once. Ha sido ahora mismo cuando he hallado dónde vivir. La casa tiene el número 6 de la Costanilla de los Ángeles. Más barata no he podido hallarla. Creo que aquí estaré bien. La huéspeda me ha parecido una buena señora; es joven aún, aunque muy gorda. ¿Por qué las huéspedas son todas gordas? [...] Un detalle: Madrid no es como yo lo soñaba. No me ha causado ninguna impresión grata. Tal vez porque está hoy sin sol. Hace mucho frío y las manos las tengo heladas, por eso me sale tan bonita la letra... No he dormido en toda la noche..."
          19 de diciembre de 1931. A Ernesto Giménez Caballero. "Las pocas pesetas que traje conmigo a Madrid se agotan. Mis padres son pobres y, haciendo un gran esfuerzo, me han enviado unas pocas más, para que pueda pasar todo lo que queda de este mes. He pedido también a mis amigos de 'Oleza', que tienen bien poco, algo [...] Lo que yo quisiera es trabajar en lo que fuera con tal de tener el sustento. [...] Si usted no me hace el gran favor de hallar una plaza de lo que sea donde pueda ganar el pan, aunque sea escaso, con tristeza tendré que volverme a 'Oleza', a esa 'Oleza' que amo con toda mi alma..."
          Giménez Caballero le consigue un puesto como portero de la Academia Morante. La remuneración es mínima. Vive entrampado, lleno de deudas, pero aún ilusionado. Sigue demandando ayuda a la familia y a sus amigos; mas las penurias económicas se acrecientan de tal modo que la situación se hace insostenible. Ni siquiera dispone de unos céntimos para tomar el tranvía:
          22 de marzo de 1932. A Ramón Sijé: "[...] Madrid es cruel [...] Acabo de llegar a casa con los pies destrozados. Desde las dos de la tarde andando con estos zapatos, los únicos, y rotos y llenos de agujeros de la estación de Atocha a recoger dos cajas de naranjas que me han mandado mi madre y mi hermana para la señora Albornoz; con ellas al hombro he caminado hasta este sitio (si hubiese tenido al menos quince céntimos, hubiese evitado la distancia desde la estación a la casa; la hubiese salvado en un tranvía..., pero no tenía ni esa miseria). [...] Luego me he encaminado a la de Pescador para pedirle dinero. Ya me ha dejado bastante. Como no estaba, he tenido que volver andando a casa, que dista de la suya más de diez kilómetros. Estoy casi desesperado porque no has podido recoger nada. El pelo me llega casi a la nuca. Le pedí a mi padre y me ha escrito que no me puede mandar nada. Mi madre estoy cierto que tampoco.[...] Tengo solo una corbata y, ¿sabes cómo le quito las arrugas?, metiéndola de noche y cuando voy a dormir entre las hojas del diccionario que es el libro de más peso que tengo. [...] Si no sacas de donde sea algún dinero, voy a tener que oír la voz destemplada de Morante."
          Cae enfermo, y su penuria llega a tal punto que decide volver a Orihuela. Ni le lavan la ropa interior, ni tiene calcetines que ponerse y, como él afirma, "los zapatos amenazan evadirse de mis pies". Si puede escribir a Ramón es gracias a unos sellos que le ha enviado su hermana y que aún no ha agotado. Su amigo consigue reunir las cuarenta y dos pesetas que le costará el billete del tren. Pero como a perro flaco todo son pulgas... Él mismo nos referirá el incidente:
          17 de mayo de 1932. A Ramón Sijé. [...] "El viernes por la tarde recibo lo que me mandaste; viene Vera a la Academia y yo, alegre porque iba a partir le digo: "¡Mañana me marcho a Orihuela" Y entonces él --¡maldición mil veces!-- me dice que tiene un billete de caridad; me lo da y yo lo tomo, pensando en devolverle las pesetas sobrantes... (¡Ah! Se me olvidaba decirte que el billete iba a nombre de Alfredo Serna). Voy a casa de Pescador el sábado, le pido su cédula: y llega la noche y salgo de Madrid... y en seguida me detienen... Me dicen que soy un estafador; que suplanto la personalidad de otro; me escarban todos los bolsillos; me insultan y avergüenzan cien veces, y cuando llega el tren a Alcázar de San Juan, me hacen descender del tren y entrar en la cárcel escoltado no por dos imponentes guardias civiles; por dos ridículos serenos viejos y socarrones".
          Hubo de dormir en el calabozo en un camastro donde la noche anterior dicen que había muerto otro preso. Sucede así la primera ocasión en que Miguel Hernández es recluido en una celda.
          Su primera estancia en Madrid, amén de las penurias, le ha permitido leer mucho y estar en contacto con los gustos de las tendencias literarias de la capital. Vuelve convencido de que debe ponerse al día y, ya en Orihuela, se entrega de lleno a sus versos.
 
 
III
 
Soy un gallo sin lunas y sin canto
 
 
          Fruto de esa dedicación y entrega nace una serie de poemas inspirados en Góngora y en autores de la Generación del 27 que envía a Raimundo de los Reyes, redactor Jefe de La Verdad, de Murcia. Piensa publicarlos en un libro, pero constantemente excluye y añade poemas. También cambia varias veces el título. Finalmente, una colección de cuarenta y dos octavas reales es editada con el título de Perito en Lunas, el 20 de enero de 1933. Avalan el coste de la publicación el canónigo Luis Almarcha, el diputado José Martínez Arenas y el sacerdote Ramón Barber Marco. La tirada era de trescientos ejemplares. Pasa casi inadvertida: las reseñas fueron escasas y no siempre elogiosas. La decepción del autor se refleja en carta a Federico García Lorca:
          "Perdone, pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado --no mentirosamente, como dijo-- por usted la tarde aquella marciana, que he maldecido las putas horas y malas en que di a leer un verso a nadie...
          Usted sabe... que es un primer libro y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones --a pesar de su aire falso de Góngora-- que todos los de casi todos los poetas consagrados...
          Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan padre y madre y sus hijos, como hijo de aquellos, como hermano de estos; les avergüenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos que amordacen rotos proclamadores de nalgas mías".
          En Perito en Lunas transforma en arte lo cotidiano, lo rústico, lo vulgar, de modo que hasta lo más irrelevante queda iluminado estéticamente. Para ello ha luchado arduamente con la palabra y la sintaxis hasta domar la lengua y transformarla en un instrumento maleable.
          Otra obra significativa de esta etapa es el auto sacramental Quién te ha visto, quién te ve y sombra de lo que eras, fruto de sus lecturas de Pedro Calderón de la Barca y del influjo que Ramón Sijé ejercía sobre él. En la primavera de 1934, se traslada de nuevo a Madrid donde, mejor apoyado desde Murcia y mejor recibido en Madrid que en la ocasión anterior, consigue que José Bergamín, director de la revista Cruz y Raya, publique en ella el auto. Los cenáculos madrileños le abren las puertas de par en par. Conoce a Pablo Neruda, quien, sorprendido por la calidad de su obra, lo acogerá en el círculo de sus amistades.
          Aunque viaja con frecuencia a Madrid, vive en Orihuela y trabaja en una notaría. Un día, al salir del trabajo conoce a Josefina Manresa, hija de un guardia civil, de la que se enamora y con la que formalizará relaciones de noviazgo en otoño de 1934.
          Entregado a la poesía, publica sus poemas en El Gallo Crisis, de su amigo Ramón Sijé, y en Silbos. Estos poemas serán la base de su libro de poemas El Silbo vulnerado. Las nuevas amistades influyen cada vez más fuertemente sobre él y cada vez se advierten en su obra cambios más profundos.
          La acogida de Quién te ha visto..., mete en su ánimo el dulce veneno del teatro. Cuando muere en la plaza Ignacio Sánchez Mejías, Miguel escribe una obra de teatro titulada El torero más  valiente. Parece ser que la directora del Teatro Eslava, Mimí Montián, se interesó por su estreno, pero de hecho ni siquiera llegó a publicarse pues Bergamín la desestimó a pesar de que le había sido dedicada.
          Los nuevos ambientes frecuentados por el poeta chocan con el ambiente católico en que había vivido hasta ahora y estalla en él una profunda crisis religiosa. Durante algún tiempo intentará no romper y se muestra dividido: colaborará en El Gallo Crisis y en Caballo verde para la poesía, de Neruda; cruzará correspondencia con Ramón Sijé y alternará en las tertulias del poeta chileno.
          El alejamiento es cada vez más evidente. Los sarcasmos de Neruda hacen su efecto: "Querido Miguel, siento decirte que no me gusta El Gallo Crisis, le hallo demasiado olor a iglesia ahogado en incienso". "Celebro que no te hayas peleado con El Gallo Crisis, pero eso te sobrevendrá a la larga. Tú eres demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico". A mediados de febrero de 1935, regresa a Madrid para incorporarse a las Misiones Pedagógicas que recorren los pueblos de España para divulgar la cultura.

IV
 
Un carnívoro cuchillo

         
          En marzo de ese mismo año empieza a trabajar como secretario de José María de Cossío. Recopilará material para la enciclopedia Los toros. A lo largo del verano y el otoño escribe una 'tragedia montés' en prosa, Los hijos de la piedra. El 23 de septiembre conoce a Vicente Aleixandre al que ha ido a pedir un ejemplar de La destrucción o el amor, mero pretexto para relacionarse personalmente. En carta a Juan Guerrero Ruiz en junio de 1935 se constata el cambio de postura: "Tiene que perdonarme que no le enviara mi auto sacramental: no lo hice a nadie en absoluto; vendí todos los ejemplares que me regaló Cruz y Raya porque necesitaba, como siempre, dinero. Ha pasado algún tiempo desde la publicación de esa obra, y ni pienso ni siento muchas cosas de las que dije allí, ni tengo que ver con la política católica y dañina de Cruz y Raya, ni mucho menos con la exacerbada y triste revista de nuestro amigo Sijé [...]. Estoy harto de haber hecho cosas al servicio de Dios y de la tontería católica".
          Se aleja también de Josefina Manresa. A partir de mediados de julio cesa la correspondencia entre ellos. Se siente atraído por la poetisa María Cegarra. Tiene relaciones con la pintora Maruja Mallo que iba a ser autora de la escenografía de Los hijos de la piedra. Solo después de la muerte de Ramón Sijé y de una carta dirigida por Miguel a Manuel Manresa, padre de Josefina, el uno de febrero de 1936, volverá a restablecerse la correspondencia y el noviazgo entre los dos.
          El cambio se ha consumado en los poemas pertenecientes a El rayo que no cesa, libro decisivo en que se advierte la maduración del poeta. Terminó de imprimirse en enero de 1936. Los poemas que lo integran venían escribiéndose, no obstante, desde mucho antes. Revelan la inmensa herida interior del oriolano, poblada de inquietudes y presentimientos, encarnada en el acero amenazante del poema 'Un carnívoro cuchillo'. El amor adquiere en el libro acento de pasión atormentada, de anhelo insatisfecho, de ansias de posesión. El toro simbólico encarna en la obra la fuerza, el poder, la tragedia, la soledad. Como el toro, el poeta se siente destinado al luto y al dolor; como el toro, está marcado por valiente; como el toro posee un corazón noble, indomable; como el toro, su querencia no es correspondida, sino burlada, expresado todo en una serie de sonetos de estructura perfecta. La obra se completa con la Elegía a Ramón Sijé, añadida a este conjunto de poemas amorosos a causa del inesperado fallecimiento de su amigo el 24 de diciembre de 1935. Fernando Lázaro Carreter la consideraba una de las cuatro mejores elegías de la lengua española, junto a Coplas por don Rodrigo Manrique, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y la Elegía a Juan Panero.
          La evolución poética se halla totalmente realizada en la obra teatral El labrador de más aire,  drama escrito en la época en que siente repelús por la gran ciudad, con el que aspiraba al premio Lope de Vega. Pese a que la guerra cercenaría las esperanzas de obtener la distinción, no impidió su estreno en el escenario del Teatro Español.
 
 
V
 
Sentado sobre los muertos
 


          Cuando en julio de 1936 se produce el alzamiento militar, Miguel se halla en Madrid. El corte de las  comunicaciones le impide reunirse con su novia hasta el 29 de julio. El padre de Josefina ha sido trasladado a Elda, donde no es conocido y, en consecuencia, se halla más expuesto que en Orihuela a ataques imprevistos. De hecho, morirá el 13 de agosto a manos de un grupo de milicianos.
          El 18 de septiembre sale hacia Madrid y, ante la imposibilidad de seguir trabajando para Cossío, al cabo de una semana de estancia en la capital, se presenta voluntario al Quinto Regimiento y, tras la instrucción en un convento de la calle Francos Rodríguez, habilitado como cuartel, es asignado a la Segunda Compañía de Fortificaciones encargada de abrir zanjas y construir trincheras "para no dejar pasar a los fascistas que hay en Talavera de la Reina", según escribe a Josefina.
          Tras breve enfermedad, se incorpora al batallón de Valentín González, 'el Campesino'. A las órdenes del comisario Pablo de la Torriente, actúa como jefe del Departamento de Cultura. Escribe prosa y verso para las tropas, recita poemas en el frente, alecciona a los soldados sobre el sentido de la lucha, enardece a las tropas y publica de todo en Al Ataque, el periódico de la Brigada.
          El 20 de febrero de 1937, anuncia a su novia la próxima salida hacia Andalucía, ya que ha sido nombrado jefe del Altavoz del Frente de la Primera Brigada Móvil de Choque. El 21 de febrero se despide de Valentín González por medio de una carta en que confiesa: "Estoy orgulloso, 'Campesino', de que mi nombre vaya escrito entre los nombres de los hombres que te acompañan, y no quiero que lo borres de tus listas. Estoy orgulloso de haber peleado a tus órdenes con un fusil, y a ti vuelvo la memoria y la mirada para aprender a diario dignidad, generosidad, bravura, sencillez... Yo seré el poeta dispuesto a empuñar el fusil y empuñar el romance cuando lo creas conveniente, dispuesto a morir a tu lado: dispuesto a que mi voz sea la que nuestro pueblo mueve sobre nuestra garganta".
          El frente sur es mucho más tranquilo que el de Madrid, de modo que Miguel aprovecha para casarse en el juzgado de Orihuela el 9 de marzo. Regresa de manera inmediata a Jaén con su esposa. El 18 de abril, Josefina debe volver a Orihuela, pues la enfermedad de su madre se ha agravado. Muere la madre a los dos días. Y como la vida está llena de contrastes, lleva ya en su seno un hijo. El embarazo se ha producido mientras Miguel corregía pruebas de Viento del pueblo.
          La guerra sigue y el poeta participa en ella: en el asedio, ataque final del Monasterio de la Virgen de la Cabeza, defendido por guardias civiles a las órdenes del capitán Cortés que se rindieron a las tropas republicanas el primero de mayo. Él lo narra como testigo que tomó parte en la acción.
          En julio, en Valencia, participa en el II Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura. Poco después publica Teatro en la guerra, recopilación de cuatro obritas breves y El labrador de más Aire. Es invitado a formar parte de la delegación que va a representar a España en el V Festival de Teatro Soviético, hacia donde parte el 29 de agosto. En septiembre del mismo año es publicado en Valencia Viento del pueblo, que dedica a Vicente Aleixandre. Ofrece en él una serie de poemas escritos entre septiembre de 1936 y julio de 1937. Reflejan el momento cumbre de la combatividad y la euforia épica. La forma métrica inicial es el romance, tan popular entre las milicias republicanas en el inicio de la guerra. A medida que avanza la lucha, derivará hacia metros más solemnes. Considera en el poemario que la función del poeta es levantar los ánimos, sembrar fe en el triunfo del pueblo, conducirlo a cumbres transcendentes, lo que le da apasionamiento, fervor épico, combatividad jubilosa, aunque el autor pasa también por momentos de angustia y desencanto.
          El 26 de noviembre de 1937, después de unos días de descanso en Cox con su mujer, ofrece una obra dramática, Pastor de la muerte, justo a tiempo para presentarla al Concurso Nacional de Literatura, en el que resultará premiada con un accésit de tres mil pesetas en abril del año siguiente.
          Mientras pelea en la batalla de Teruel, nace su primer hijo, el 19 de diciembre de 1937. Se reúne con el niño y con su esposa el 24. Le pondrán por nombre Manuel Ramón, en recuerdo del abuelo materno, y de Ramón Sijé. En 'La canción del esposo soldado' ofrece sus emociones al sentirse padre. Por desgracia, el niño morirá antes de cumplir el año.
          Su segundo cancionaro bélico había de titularse El hombre acecha. Debiera haber sido editado en Valencia en la Tipografía Moderna en enero de 1939. La edición, ya impresa y a punto de encuadernarse, se perdió casi en su totalidad. El fuego y el ardor bélicos de Viento del pueblo se van serenando ante la realidad de la marcha de la guerra. Se presiente en él el desenlace en toda su amargura.
         

         
VI
 
Un rosal sombrío viene y se cierne sobre mí




 
          El 4 de enero de 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel. A él irán dirigidas las composiciones más esperanzadas de su último libro, Cancionero y romancero de ausencias, conjunto de poemas que comenzó a escribir en octubre de 1938 en una libreta  de la que hizo entrega a su esposa en Cox al ser puesto en libertad en septiembre de 1939. A esos poemas serán añadidos los conocidos como 'Nanas de la cebolla', enviadas desde la cárcel de Torrijos.
          La derrota del Ejército Republicano supone una tremenda desbandada en sus filas. Miguel Hernández se niega a huir y salir de España, como le ofrecen, porque considera que era necesario combatir al menos hasta que una guerra mundial cambiase la situación internacional. Busca acogerse a la embajada de Chile, pero no lo consigue. Tras un intento de reunirse con su mujer y su hijo, tampoco encontró ayuda del poeta Romero Murube en Sevilla, ni en Cádiz del editor Pedro Pérez Clotet. Pasa entonces a Portugal. La policía portuguesa lo detiene por indocumentado y lo entrega a la Guardia Civil de Rosal de la Frontera. Pasa por las cárceles de Huelva y Sevilla. Es trasladado a Madrid y recluido en un caserón de ladrillo que aún existe en la actual calle de Conde de Peñalver, en cuya fachada existe una placa de la Sociedad de Autores que revela el hecho, y donde se añade que allí compuso Miguel sus 'Nanas de la cebolla'.
          Como aún no tenía causa judicial en trámite, es puesto en libertad el 17 de septiembre de 1939. Comete el error de correr al lado de los suyos, y es denunciado y detenido de nuevo el 29, ahora ya no como preso innominado, sino con acusaciones concretas. Pasó detenido dos meses en el Seminario de Orihuela, habilitado como prisión, hasta que se le conduce a Madrid a la cárcel de Conde de Toreno, donde coincidirá con Antonio Buero Vallejo, quien le hace el retrato más conocido del poeta.
          En la cárcel se concentra en su intimidad, va quemando recuerdos y vivencias, entusiasmos y esperanzas, y nos ofrece poemas de voz apagada donde insiste en los temas más obsesionantes de su mundo lírico: el amor y el dolor de la ausencia, la inquietud y la desconfianza, la guerra fratricida y las pasiones turbias que ha despertado en el hombre.
          Juzgado en enero de 1940 en Consejo de Guerra, es condenado a muerte. Recurre para que la pena le sea conmutada por la inferior de 30 años. Apoyado por diversos escritores, obtiene la conmutación. A partir de ahí el recluso es sometido a un constante turismo penitenciario, como veremos, sumamente saludable: Trasladado a Palencia, contrae neumonía; recluido en el penal de Ocaña, adquiere bronquitis; conducido al Reformatorio de Adultos de Alicante, le ataca el tifus. Debilitado su organismo, en enero de 1942 se le declara tuberculosis...
          La única posibilidad de salvación estaba en su traslado al Sanatorio Antituberculoso de Porta Coeli, en Valencia, pero la autorización no llegará hasta el 21 de marzo, cuando, dada su debilidad, ya no hay posibilidad de traslado. El poeta-dramaturgo está llegando a su fin. Los enfermeros son renuentes a atenderlo por el hedor de sus llagas; los compañeros de cárcel se turnan para abanicarlo con cartones a fin de que el aire se renueve y pueda respirar aire menos infecto...
          Cuando tiene la convicción de que va a morir, accede a casarse por la Iglesia. Quiere dejar asentada a su mujer en la nueva legalidad, ya que, aunque se habían casado civilmente, a los ojos del nuevo régimen eran solteros. El 4 de marzo tiene lugar la boda en la enfermería de la cárcel.
            Su esposa ha contado así la última vez que pudo verlo con vida: "Esta vez no me llevé al niño, y me preguntó por él. Con lágrimas que le caían por las mejillas me dijo varias veces: 'Te lo tenías que haber traído. Te lo tenías que haber traído'. Tenía la ronquera de la muerte. Volví a visitarlo al día siguiente, y al poner la bolsa de comida en la taquilla me la rechazaron mirándome a los ojos. Yo me fui sin preguntar nada. No tenía valor de que me aseguraran su muerte... Era el 28 de marzo, sábado. Víspera del Domingo de Ramos".
          Afirma Agustín Sánchez Vidal que "existen dibujos que nos muestran su cadáver exangüe, la piel hundida hasta casi toparse con la calavera, abierta la boca y unos ojos espantados que no fue posible cerrar. Según el informe facultativo por hipertiroidismo, pero también seguramente porque murió solo y su cuerpo quedó yerto".
          Acerca de su muerte escribió Vicente Aleixandre: "Era confiado y no aguardaba daño. Creía en los hombres y esperaba en ellos. No se le apagó nunca, no, ni en el último momento, esa luz que por encima de todo, trágicamente, le hizo morir con los ojos abiertos. [...] Vi también el rostro último, tan sobrecogedoramente español. Yacente, comido del sufrimiento, madero casi de dolor, resto esculpido en leño, con espantosa expresión de agonía serenada por la muerte. Y en los grandes ojos abiertos la ausencia de la música, ahogada. La que tan pujantemente había resonado en las totales pupilas abarcadoras. Rostro como sagrado, poderoso testimonio postrero que nadie ni nunca podrá borrar".
          Y este fue el fin terreno de quien me ha parecido siempre el héroe de una tragedia griega, es decir, el hombre conducido por el destino a la situación límite que lo destruye, lo tritura, lo aniquila...
         



domingo, 2 de marzo de 2014

Apostillas al refranero. Amor

 
          Está comprobado que las frutas primeras del año son las más sabrosas; y dicen que los amores primeros son los más inocentes, los más sinceros, los más puros, los más intensos... y, en consecuencia, muy difíciles de olvidar; aunque, como sugiere Francisco de Medrano, poeta renacentista del siglo XVI, el amor deja siempre extraordinariamente honda huella y es imposible olvidarlo:
 
                         "Quien te dice que ausencia causa olvido
                    mal supo amar, porque si amar supiera,
                    ¿qué la ausencia?, la muerte nunca hubiera
                    las mientes de su amor adormecido.
                          ¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido
                    del acertado hierro, cuando quiera
                    huir medroso, con veloz carrera,
                    las manos que la flecha han despedido?
                         Herida es el amor tan penetrante
                    que llega al alma, y tuya fue la flecha
                    de quien la mía, dichosa, fue herida.
                         No temas, pues, en verme así distante,
                    que la herida, Amarili, una vez hecha,
                    siempre, siempre y doquiera será herida".
 
 
          RECUERDA:
 
Doncella sin amor, rosa sin olor
Frutos y amores, los primeros, los mejores
Del mirar nace el amar, del no ver el olvidar
Amor que conoce olvido no fue amor, sino sarpullido
No hay luna como la de enero ni amor como el primero
 
 
En amores, cuando quieras entrarás; mas cuando busques salir, no podrás