En
1929, cuando Enrique Jardiel Poncela contaba 26 años, publicó con gran éxito de
lectores en la colección Grandes Novelas Humorísticas su primera novela
extensa Amor se escribe sin hache, una obra dislocada, grotesca y
descoyuntada, hecha para poner en solfa las denominadas en la época novelas de amor, dotadas de hondo
contenido erótico, que autores como Felipe Trigo y Eduardo Zamacois habían
puesto de moda en los inicios del siglo XX y que Alberto Insúa y Pedro Mata
llevaron a la cima del éxito en la tercera década del siglo. La obra está
conformada por una serie de aditamentos sabrosísismos (Dedicatoria, Ruego al
lector, 8886 palabras a manera de Prólogo, Apéndice con opiniones de personajes
ilustres inventadas por el autor imitando el estilo de cada uno de ellos) y el
cuerpo del relato en sí, dividido en tres libros y trece capítulos en que
Jardiel Poncela sorprenderá al lector deformando la realidad, mediante la
exageración y la ridiculización de los tópicos
típicos de las novelas eróticas. Pues bien, en la tal novela o pseudonovela, el
autor hace que don Fermín Martínez visite al protagonista, Zambombo, alias
Zamb, alias Elías Pérez Seltz, acompañado de Dolly y Molly, abreviaturas de
Dorita y Encarnación, señoritas de pelo negro, remos finos, pupilas
brillantes bocas rojas y vergüenza ausente, y acaban descubriendo que todas
las cosas importantes que existen en el mundo se escriben con hache (hijos,
honor, honra, hidalguía, honradez, humor, harina, huevos, hermano...). Por
eso, amor, que se escribe sin hache, no debe tomarse en serio, como tampoco mujer,
a no ser que se la busque para encontrar lo que Fermín desea: la hembra, si es posible, con su himen aún.
Fruta prohibida, la más apetecida
Ira de enamorados, amores doblados
La llaga de amor solo la cura quien la causó
Pedir a los hombres veras es pedir al olmo peras
Afortunado en el juego, desafortunado en amores
Cuando los labios no pueden, los ojos se entienden
A la llaga de amor, quien la hace la sana y quita el dolor
El hombre es fuego y la mujer estopa: llega el diablo y sopla