viernes, 21 de agosto de 2015

Apostillas al refranero. Gárgolas, arremangamientos y procacidades


            Si por su belleza y elegancia la Lonja de la Seda y Consulado del Mar es símbolo arquitectónico de Valencia, es también suma iconográfica de cuanto podemos hallarnos en la sociedad, no solo de lo bueno sino también de lo malo, de lo aceptable y de lo reprobable. En los monumentos góticos, las gárgolas han sido siempre, incluso en las catedrales, lugares preferidos por los canteros para desahogar sus fantasías, dejar volar su imaginación, plasmar sus osadías, irreverencias y procacidades. Aún recuerdo la visita que hice al edificio un sábado por la mañana allá por los años ochenta con dos compañeros y el jolgorio que nos traíamos con el descubrimiento que hacíamos de desvergüenzas desde una isleta de tráfico de la Plaza del Mercado: la mujer que, pechos al aire, separa la ropa de su saya con las manos para mostrar su entrepierna en tanto ofrece abierta sensualmente su boca; un poco a la derecha, un monje sostiene entre sus brazos un animal medio cerdo, medio delfín, al que está violando en un acto de bestialidad que le provoca hondo placer; más a la derecha, un individuo señala un culo bien formado cuyo ano indica de modo ostensible; otra semeja un monstruo que acaba de defecar y muestra la satisfacción y el alivio que el acto le ha producido. Pero no solo en las gárgolas. También en los dinteles de las ventanas, en las cornisas, en las ménsulas se observan escenas como individuos que lavan el culo a otros que, ligeramente agachados, muestran en perspectiva posterior sus colgantes atributos sexuales masculinos con todo detalle.

 
RECUERDA:

 
Quien mucho se baja, el culo enseña
Una vez que me arremangué, toda me ensucié
El día que no escobé vino a mi casa quien no pensé
Para una vez que me agaché, la fandanga se me vio
El día que no me afeité vino a mi casa quien no pensé
Nunca viene sino cuando meo y me halla arremangada
A quien mucho se arremanga, se le ve el culo y la nalga

 Se tapaba Maricuela y dejaba el culo fuera

domingo, 16 de agosto de 2015

Apostillas al refranero. Torres, campanas y lunas.


          La torre campanario de la catedral de Valencia es conocida como el Micalet (Miguelete) por dar alojo en su terraza a una enorme campana, la Miquel, de 7805 kg., de voz grave, profunda, ronca, cavernosa, que marca el paso de las horas. Torre gótica, octogonal, masculina, maciza, que en las noches serenas de luna llena requiere de amores a la cercana, femenina, espigada, graciosa y esbelta de santa Catalina. El Micalet mide lo mismo de perímetro que de altura (51 metros) y se alza en cuatro cuerpos, con allá por doscientos escalones de ascensión que subí cuando contaba treinta años con mi hija menor en brazos, cosa que no se me volverá a ocurrir hacer jamás. Ocupa el primer cuerpo el comienzo de la escalera. El segundo lo constituye una sala octogonal donde otrora se acogían a sagrado los delincuentes perseguidos por la Justicia. En el tercero tenía su morada el campanero. Exteriormente, esos cuerpos son lisos. El cuarto, que ofrece un ventanal en cada cara y sobre los ventanales filigranas góticas, aloja en el interior once campanas. La más antigua, la Catalina, fundida en 1305 y cuyo peso supera los cinco quintales métricos, y la más moderna, la Bárbara, de 767 kg., colocada en 1681. La más pequeña es la Úrsula, con solo 307 kg., cuya fecha de instalación se ignora, cosa que tiene un poco desconcertada a la campana. La Manuel se instaló en 1437 y reproduce el toque con que se avisaba el cierre de las puertas de entrada a la ciudad en la Edad Media, para que todos se apresuraran y nadie se quedase a la luna de Valencia. En el siglo XVIII en la terraza del Micalet, se levantó una espadaña con el escudo de la ciudad que sirve de soporte también a la san Vicente Ferrer que es la que marca los cuartos y las medias.

 
RECUERDA:

 
A otra cosa, mariposa
A otra rosa, mariposa
No hay caballo sin tacha
Presto es hecho lo que es bien hecho
No existe casa donde no haya ‘¡calla!, ¡calla!’
No está en hacerlo pronto, sino en hacerlo bien
Procure ser en todo lo posible el que ha de reprender irreprensible

 ¡Ojo alerta con la moza y con la puerta!