viernes, 10 de enero de 2014

Apostillas al refranero. Ironía

¿Recordáis que la Esfinge era un monstruo alado con cuerpo de león, sentado sobre los cuartos traseros, enviada por una divinidad a la tierra para vengarse de los tebanos? El monstruo se estableció en las inmediaciones de Tebas, proponía a los viajeros que transitaban por los caminos de la ciudad griega enigmas y devoraba a quienes no eran capaces de resolverlos. Un oráculo vaticinó que la Esfinge moriría cuando alguien acertara a resolver alguno de los enigmas. Edipo adivinó uno referido a cierto animal que en la infancia andaba a cuatro patas, en la juventud a dos y en la vejez a tres. La Esfinge, en efecto, se arrojó a un acantilado y murió. Edipo, en premio, fue proclamado rey de Tebas y desposó a Yocasta, que lo había engendrado. En fin, un dramón digno de telenovela de sobremesa.
Todo esto viene a cuento de que en ocasiones los refranes me recuerdan los enigmas. Y si no, explicadme: 

          RECUERDA: 

Hoy casamiento y mañana cansamiento
La primera mujer, escoba; la segunda, señora
Muestra a tu marido el copo, pero poco a poco
En casa de Gonzalo, manda más la gallina que el gallo
Soltero, pavón; desposado, león; casado, buey cansado
La primera mujer es matrimonio, la segunda compañía, la tercera bellaquería
 
 
Veinte con sesenta, o sepultura o cornamenta

Apostillas al refranero. Juegos de palabras

Los creadores de refranes juegan frecuentemente con la polisemia de las palabras, es decir, con los distintos significados que un determinado vocablo puede presentar en diferentes contextos, dando lugar a irónicas creaciones unas veces, y otras a algún calambur, a algún juego de palabras:

          RECUERDA:
 

A burro viejo, poco “verde”
A la hija, tápale la “rendija”
En todo ten un “ten con ten”
A los “inocentes” los mató Herodes
El enamorado y el pez “frescos han de ser”
Oyendo “nuevas”, me voy haciendo “vieja”
Más “cardenales” hace una tranca que el papa
Muchos “sujetos” deberían estarlo, además de serlo
Mucho verde, mucho verde y el “conejo” muerto de hambre
 

La pera no espera, mas la manzana espera
La mujer del quesero, ¿qué será? Y la casa en que vivía, ¿qué sería?

Apostillas al refranero. Ira y estatura

Es creencia extendida que los bajitos tenemos mal genio porque en chimenea pequeña cabe poco humo y porque pucherito pequeño rebosa luego, así que nos dejamos llevar  por la ira, sin tener en cuenta sesudos consejos de refranes como vivirás buena vida si refrenas tu ira o nunca la cólera hizo cosa buena. Habitualmente, cuando nos encolerizamos acabamos discutiendo con algún interlocutor de forma desabrida, así que conviene recordar que cuando la cólera sale de madre, no tiene la lengua padre y que cuando uno no quiere, dos no regañan. No estoy muy seguro de la veracidad del contenido de este último refrán, aunque es muy cierto que la pimienta calienta y que responder al airado presto es echar leña al fuego. Conviene, además, no olvidar que de un hombrecillo iracundo se ríe todo el mundo, así que Dios nos dé paz y paciencia y muerte con penitencia.


Apostillas al refranero. Desaguisados

            A mediados de este diciembre de 2013, la vida pública española está en manos de la Justicia: partidos políticos, sindicatos, autonomías, banca, ayuntamientos, cargos relevantes, clubes de fútbol e incluso la misma Corona miran de reojo a los jueces. La audiencia Nacional reclama el contrato de Neymar y la Brigada Antiblanqueo husmea en el entorno de Messi. Y por si fuéramos pocos, la abuela con mareos: los intentos de secesión catalanes llevan el camino de abrir hondas fracturas sociales y de acabar ante el Tribunal Constitucional. ¡Ay, Sancho Panza! ¡Cuánto añoro tu despedida del gobierno de la ínsula Barataria!: “Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”.

RECUERDA:
 

Ruin pájaro, ruin cantar
La codicia rompe el saco
El que malas mañas ha nunca las perderá
De esto que nada me cuesta, llenemos la cesta
Si el corazón fuera de acero, no lo vencería el dinero
Quien en un año quiere ser rico, al medio lo ahorcan
 Nunca diga el caminante: “De esta agua no beberé”



Apostillas al refranero. Diálogo de besugos

Cuando yo era estudiante, el Colegio Mayor en que residía daba en su fachada a la hermosa plaza de Fray Luis de León. Por la parte de atrás, las ventanas recaían a una estrecha calle cuya acera de enfrente estaba limitada por una serie de viviendas unifamiliares. En una de ellas residía un matrimonio. El esposo debía beber de lo lindo las noches de las vísperas de fiesta. Se hallaba uno centrado en el estudio, cuando hacia las dos de la madrugada se oían voces femeninas: “¡Adorador de Baco, sucesor de Noé!”, seguidas de discusión que se prolongaba al menos durante media hora. Totalmente descentrado, el que suscribe se imaginaba una tópica disputa medieval entre dos polos contrapuestos y, bostezando, se iba a la cama, mientras la suponía a ella iracunda y casi llorosa y a él beodo perdido, arrastrando las sílabas, en diálogo que seguramente no se produjo nunca:
 
    - La casa envinada, medio empeñada.
    - Mientras vivas, bebe vino.
    - Mostacho gacho, señal de borracho.
    - El vino alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre.
             - Quien mucho vino cena poco pan almuerza.
             - Al catarro, con el jarro.
             - Quien mucho bebe, a sí daña y a los otros hiede.
             - El arroz, el pez y el pepino nacen en agua y mueren en vino.
    - Donde entra el beber, sale el saber.
    - El vino hace reír y dormir y los colores salir.
              
         Si él no hubiera estado tan piripi pudiera haberle dicho: “No soy digno de beber agua sin vino mas por remojar la palabra, bebo vino sin agua” y hubiera terminado antes.

Apostillas al refranero. Sopa

¡Mira que es sencillo preparar una sopa! Basta empapar un trozo de pan en cualquier líquido alimenticio para que podamos ya degustar una “sopita”. A pesar de su sencillez, admite sus retos: “Las sopas y los amores, los primeros los mejores”; “quien tras la sopa no bebe no sabe lo que se pierde”. A las casadas advierte el refranero: “Si quieres ver a tu maridito gordito y coloradito, que detrás de la sopa eche un traguito”. La “sopa boba” era la que se ofrecía en los conventos de manera totalmente gratis, manutención casi única de muchos pícaros de la literatura española. “Andar a comer la sopa boba”, se decía de los que ni trabajaban ni querían trabajar. Pero sopas de consistencia son la sopa de vino y la sopa de ajos. De la primera dice un refrán: “Siete cosas hacen las sopas: quitar el hambre y la sed, llenar el vientre y limpiar el diente, hacen sufrir y dormir y la mejilla roja venir”, y de las segundas advierte otro: “Siete virtudes tiene la sopa: es económica, el hambre quita, sed da poca, hace dormir, digerir, nunca enfada y pone la cara colorada”. Por cierto, en los siglos XVI y XVII el estudiante que hacía sus estudios viviendo de la caridad recibía el nombre de sopista o sopón. ¡Cuánta hambre pasarían y la de sopa boba que comerían!