domingo, 16 de julio de 2017

Apostillas al refranero. En Coimbra


         ¡Cómo no iba a tener deseos de conocer Portugal si desde los siete años, en las épocas de vacaciones, con lo primero que tropezaba mi mirada al despertar eran las escarpaduras que el Duero había formado en Los Arribes, poco antes de recibir el agua del Tormes, y que me ocultaban Bemposta, pueblecito luso más cercano! Y ya estudiante, desde el mirador natural de La Ronda de Fermoselle, hermosa villa zamorana, a la altura del paraje conocido como las Cachas del Culo, dos inmensos peñascos que evocan nalgas humanas, podía descansar mi vista en las hermosas laderas portuguesas, ocupadas entonces por monte bajo, hoy por viñas que descienden en bancales hacia el río. Por eso, cuando me decidí en Salamanca por la especialidad de Lenguas Románicas, puesto que se nos exigía cursar como primera lengua extranjera el francés, elegí como segunda el portugués, elección que  me llevaría en el verano de 1963 a la Universidad de Coimbra, después de haber superado el primer curso de Lengua Portuguesa en mi alma mater, para hacer un curso de verano. La primera sorpresa fue que se trabajaba duro: mañanas: morfología, sintaxis, léxico y literatura; historia de Portugal o geografía portuguesa; tardes un poco más relajadas: fonética, historia de la música portuguesa, conversación. Los sábados, excursiones culturales. Descanso solo la tarde del miércoles y los domingos. Como toda universidad antigua, la de Coimbra ofrecía una serie de particularidades: Os caloiros (los novatos): Amén de poder ser sometidos a novatadas, sufrían ciertas limitaciones, la más cruel la limitación del tiempo de expansión pues se les exigía estar ya recogidos a partir de determinada hora. El incumplimiento iba acompañado de sanción y la reiteración era severamente castigada. Reáis repúblicas (reales repúblicas): Eran residencias estudiantiles regidas por los propios estudiantes. Me hicieron firmar el libro de oro de una de ellas y las hojas eran de papel de estraza. Queima das fitas (quema de las cintas): Usan unas excelentes carteras de mano en piel, sin asa, con dos compartimentos y un bolsillo forrado con tela del color de la facultad correspondiente, que en cuarto curso atan con cintas a las que queman la noche de la fiesta como signo de liberación.

RECUERDA:

La tierra ajena quema
Sé cortés con quien lo es
Ve do fueres y haz lo que debes
Por donde fueres haz lo que debes
La tierra que el hombre sabe, esa es su madre
Camarón que se duerme se lo lleva la corriente
La tierra que me criare, démela Dios por madre

 A ave de paso, cañazo