jueves, 13 de noviembre de 2014

Apostillas al refranero. Egoísmo

            En la mitología griega, las arpías (o harpías), nombre que significa raptoras, eran personificaciones de las fuerzas desatadas de los elementos, sobre todo de los elementos marinos. Hijas de Poseidón (dios del mar, en cuyo fondo habita un suntuoso palacio del que sale siempre montado en lujoso carro tirado por animales, mitad serpiente mitad caballo, armado con un tridente, símbolo de su poder) y de Electra (oceánide transformada en una de las estrellas de las Pléyades) habitaban en las islas Estrófadas. Celeno simbolizaba la oscuridad, Ocípete la ligereza en las alas, Aelo la borrasca y Zíela la tempestad. Se las representaba como pajarracos con rostro y busto de mujer, de cuerpos huesudos dotados de pico y garras. Despedían olores infectos. Rapidísimas y crueles, raptaban a los niños y depositaban los cuerpos muertos en el Hades. Causaban repugnancia a los propios dioses que no las destruían porque las utilizaban como instrumentos de castigo a los hombres. Ellas, por ejemplo, se encargaban de ensuciar la comida del ciego Fineo, rey de Tracia, hasta que los argonautas lo liberaron de su horrendo acoso, a cambio de lo cual les enseñó el camino hacia la Cólquida. Como reminiscencia mítica, llamamos hoy arpía a la mujer perversa, fea y huesuda, por flaca, y también a la persona codiciosa que con malas artes procura obtener el máximo provecho de cualquier situación.
 
RECUERDA:
 
Ante mis dientes no hay parientes
Quien todo lo quiere todo lo pierde
Salga pez o salga rana, a la capacha
El que todo lo quiere de rabia muere
Cada uno arrima el ascua a su sardina
Quien todo junto traga, todo junto caga
Pagar en tres etapas: tarde, mal y nunca
Cada uno quiere llevar el agua a su molino
No serás estimado si solo de ti tienes cuidado
 
 Todos tenemos pelos en el culo, aunque no nos los vemos


lunes, 10 de noviembre de 2014

Apostillas al refranero. Cortesía

            En La rendición de Breda, Velázquez celebra la entrega de la ciudad por parte del gobernador de la plaza, Justino Nassau, al capitán general de las tropas españolas en el Palatinado, el genovés Ambrosio de Spínola, duque de Sesto y marqués de los Balbases, rendición firmada el 2 de junio y acaecida el 5 del mismo mes. La obra ha sido dividida horizontalmente en dos zonas cromáticas, la superior pintada en colores fríos y sin figuras animadas; la inferior con tonos más cálidos, ocres y marrones, está llena de figuras animadas, sobre todo hombres que curiosamente miran y están más pendientes de un posible espectador que los estuviera contemplando que de la entrega del símbolo de la victoria para unos y de la derrota para los otros. En el centro vertical de esta segunda zona, Ambrosio de Spínola recibe sin muestra alguna de soberbia a Justino de Nassau. El general genovés lo trata afablemente, con la mayor cortesía. Destocado, con el sombrero en la mano izquierda, el cuerpo inclinado hacia el vencido, muestra una actitud humilde y amistosa que es reforzada por el brazo derecho apoyado en el omóplato del oponente, como en un inicio de abrazo; el rostro sonriente y afectuoso está más atento a las cuitas de Nassau que a la llave que le ofrece. Toda una lección de cortesía y cordialidad, digna de ser imitada.
 
RECUERDA:
 
Sé cortés con quien lo es
Respetos guardan respetos
No engañes a quien de ti se fía
Al agradecido, más de lo pedido
Hazme la barba y te haré el copete
A quien te da el alón, ofrécele la pierna y el jamón
Gracias y buen trato valen mucho y cuestan barato
La reverencia hasta el suelo y el repelón hasta el cielo
Aprende a agradecer la honra a quien te la hace y dona
 
 Lo cortés no quita lo valiente