No
sé si os habrá sucedido en alguna ocasión algo semejante a lo que os voy a
referir: Cuando trato habitualmente con alguien o con algo a veces lo llego a estimar tanto y lo considero tan
íntimamente mío que me permito incluso hacer cambios sin contar con nadie,
precisamente por lo profundo de la estimación que siento. Me sucede, por
ejemplo con todos mis hijos. Tanto es así que para nombrar a cada uno de ellos
no empleo más que monosílabos: un monosílabo para cada uno, como si se tratara
de un término hipocorístico reducido a la mínima expresión. Y lo utilizo yo
solo; nadie más. Lo curioso es que ellos me contestan como si de verdad fueran
tales términos hipocorísticos, con toda naturalidad. Con los refranes me sucede
no algo parecido, pero sí que el trato con ellos me lleva a hacerlos tan míos
que de vez en cuando voluntariamente los trabuco, de modo que adrede escribo
equivocadamente palabras trastocadas o tergiversadas, y también en otras
ocasiones los deformo de tal modo que los hago difícilmente reconocibles. Por
ejemplo: el clásico “no por mucho
madrugar amanece más temprano”,
lo trabuco en no por mucho tempranar amanece más madruga; y el no menos
clásico “a palabras necias oídos sordos”,
lo deformo en el siguiente galimatías: A
signos lingüísticos emitidos por laringes inconscientes, trompas de Eustaquio
en el más completo estado de letargo. Te propongo un juego: identifica a qué
refranes corresponden las siguientes trabucaciones y deformaciones.
Ojos que no ven,
gabardina que te mojan
A la tercera edad,
erupciones exantemáticas
Volátil senecto
cajita de alambres de oro rechaza
A cuadrúpedo equino
regalado no le periscopees el incisivo
Quien a buen profesor
se arrima buena calabaza le cae encima
Quien en la pubertad
no marcha acelerado en la senectud galopa
Dermatosis parasitaria
contagiosa habida con satisfacción no desazona
El homo sapiens
y el plantígrado carnívoro cuanto menos agraciados mejor
Quien hábilmente
distrae caudales de un mangui recalcitrante como el buen ladrón será acogido
Ojos que no ven, corazón que no siente
A la vejez, viruelas
Pájaro viejo no entra en jaula
A caballo regalado no le mires el diente
Quien a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija
Quien de joven no corre, de viejo trota
Sarna con gusto no pica
El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso
Quien roba a un ladrón ha cien años de perdón