El
estatuto jurídico que España confirió a los territorios del Nuevo Mundo fue muy
diferente al que el resto de los países europeos concederían a los territorios
por ellos conquistados. Los territorios españoles no pertenecían a ninguno de
los antiguos reinos históricos, sino que estaban unidos a ellos en la persona
del rey y de los órganos gubernamentales que compartían. Es decir, tenían los
mismos derechos que los territorios peninsulares. Dicho de otro modo: el Nuevo
Mundo nunca fue una colonia española:
sus habitantes, tanto los peninsulares que allí emigraron desde algún otro
reino o territorio español, como los indígenas, fueron siempre tan súbditos de
la Corona como lo eran los de cualquier otro territorio español peninsular,
insular o europeo. Tan es así, que los reyes crearon un órgano de la misma
importancia que el Gran Consejo de Castilla o de otros reinos y regiones, para
América: el Real y Supremo Consejo de Indias. Esta amplia concepción y
sentimiento de la españolidad se encuentra curiosamente plasmado ya en la Carta
de Organización de la Cofradía de la Santísima Resurrección, redactado en la
ciudad de Roma en 1580 y que reza así: Siendo
esta cofradía propria de la Nación española es necesario que el que huviere de
ser admitido a ella sea español y no de otra nación; la qual cualidad de ser
español se entienda para el dicho effetto tanto el que fuere de la Corona de
Castilla [Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva,
Vascongadas, Extremadura, Andalucía y Murcia] como de la de Aragón [Aragón, Cataluña, Valencia] y del Reyno de Portugal y de las Islas de
Mallorca, Menorca, Cerdeña e islas y tierra firme de entrambas indias sin
ninguna distinción de edad ni de sexo ni de estado. ¡Toma nación de
naciones! ¡Toma nación plurinacional!
RECUERDA:
En cada tiempo, su tiento
Aún está el sol en las bardas
Aún está la pelota en el tejado
Nunca dejes el camino por el atajo
Entre todos la mataron y ella sola se murió
En cada legua hay un pedazo de mal camino
Lo que no acontece en un año acontece en un rato
Júntanse los hombres, mas no se juntan los montes
Niña, viña, peral y habar malos son de guardar