miércoles, 20 de abril de 2016

Apostillas al refranero. El tesoro de los hijos


            Cuando los musulmanes invadieron la Hoya de Huesca, muchos de sus habitantes, en lugar de someterse huyeron a lo más intrincado de las montañas prepirenaicas y se reunieron en núcleos de defensa. Bajo los consejos de un anciano y dirigidos sus dos hijos, Oto y Félix, algunos se dispusieron a fortificar la explanada que se halla en la cima del monte Pano. Llevaban algún tiempo ya en la tarea cuando una noche, de la Maladeta comenzaron a surgir como lamentos que se repetían cada poco. Y por la mañana el Cuculo se cubrió de boiras negras, señales agoreras de alguna desgracia. Poco después los vigías alertaban de la presencia de enemigos en las laderas. Y es que los invasores, habiendo conocido que se organizaba un grupo de resistencia y se fortificaba el lugar, habían decidido atacar de manera inmediata, y numerosas tropas aguerridas ascendían hacia la explanada sin que nada pudiera contener su avance. Hombres, mujeres, niños y ancianos se les opusieron con tesón, pero todo fue inútil, pues el recinto quedó sembrado de cadáveres y los musulmanes desmantelaron cualquier atisbo de edificación y de fortificación. Cuando se retiraron, de entre los cadáveres surgió algún defensor malherido, que en la mayoría de los casos moriría poco después. Oto pudo sobrevivir a sus heridas y, habiendo hecho promesa de hacer surgir de las cenizas un pueblo nuevo capaz de expulsar de aquellas tierras al invasor, pidió lo llamaran en adelante Voto. Félix, que también había sobrevivido, lo ayudaría en la ardua tarea. En cuanto se repusieron comenzaron a prepararse, ejercitándose en la caza, único medio de vida inmediato. Persiguiendo Voto a un corzo, a punto estuvo de despeñarse por un precipicio que parecía no tener fondo. Avanzando con precaución entre la maleza, descendió y descendió hasta llegar a la base de un peñasco que a modo de visera protegía de las inclemencias una rústica construcción de piedra en cuyo interior halló el cadáver del ermitaño Juan de Atarés cubierto con un sayal casi podrido. Había descubierto San Juan de la Peña, desde donde se lanzaría la cruzada contra los pueblos venidos del sur.

RECUERDA:

 Quien hijos ha no reventará
Hijos buenos, capas son de duelos
Quien hijos tiene, razón es que allegue
La hija y la heredad, para la ancianidad
Heredad por heredad, una hija para la vieja edad
Según el natural de tu hijo, dale el consejo y el oficio

 Hijo eres y padre serás, cual hicieres, tal habrás