El bajo.--(Muy serio y transcendente, enfatizando bastante, de manera lenta y vocalizando mucho) Si lo que vamos a decir este y el menda sirve de guasa, chunga, cuchufleta, broma, zumba, chanza, burla, chiste, chacota, ludibrio, chirigota, escarnio o puro y mero cachondeo...
El
alto.–...Nos veremos en la grave obligación de hacer una íntima relación entre
la última función digestiva del
hombre...
El
bajo.–...Y el árbol genealógico de cada uno de los chungones, sonrientes o
carcajeantes aquí presentes.
[Silencio. El bajo pide a un espectador una silla, porque se siente cansado]
El
alto.–Y ya sabéis: A signos lingüísticos emitidos por laringes inconscientes,
trompas de Eustaquio en el más completo estado de
letargo.
El
bajo.–O sea: A palabras venenosas, oídos penicilínicos.
El
alto.– (Terriblemente serio) Has
hecho bien en explicarlo, porque “so capa de letrado hay mucho
burro disfrazado”.
El
bajo.– (Riéndose) ¡Claro: “Ignorante
graduado, asno albardado”!
El
alto.– (Lamentándose) ¡Luego te ponen
de vuelta y media!
El
bajo.–Y no saben nada. ¡No saben ni lo que es una horeja! (Transición) Anda, anda, pregúntales lo que es una horeja.
El
alto.–¿El pabellón auditivo externo?
El
bajo.– (Remedándolo y con voz de falsete)
“¿El pabellón auditivo externo?” Eso sería sin la letra esa que parece una silla y
que está de adorno porque nadie la pronuncia. Yo pregunto por oreja (gesticulando) con la silla.
El
alto.– (Hace un gesto de interrogación
con la boca, con la cara, con las manos, con el cuerpo) No entiendo.
El
bajo.–¡Qué ignorante! ¡Qué mal andas de ortografónica! Una horeja (gesticulando la escritura de hache)
son sesenta minutejos.
[Pausa]
El
alto.–Y ¿sabes tú lo que es una brújula?
El
bajo.–¿La de la flecha que quiere irse al polo norte a esquiar? (El alto deniega con la cabeza]
¿Qué es, entonces, una brújula?
El
alto.–Pues una viéjula montada en una escóbula.
El bajo.--¡Carájola! (Haciendo gestos con las
manos como de que se ha pasado en dificultad) Anda que no lo pone difícil el tío este. [Enojado] ¡Ni que fuera una prueba de acceso a la Universidad para mayores de veinticinco años!
El
alto.– (Conciliador) Bien fácil te lo
voy a poner.
El
bajo.– (Frotándose las manos) ¡Venga,
dispara!
El
alto.–¿Qué es el musgo?
El
bajo.– (Se queda viendo visiones y no
sabe qué contestar. Al fin, se rinde) No sé.
El
alto.–El peluquín de las rocas.
El
bajo.–Más sencilla, tío.
El
alto.–¿Qué son los mejillones?
El
bajo.–¿Los que tienen concha o...?
El
alto.– (Cortando rápidamente) Los
mejillones del mar.
El
bajo.–Pues eso, mejillones; no van a ser mejillas aumentadas.
El
alto.–Son almejas vestidas de luto. ¿Y una coliflor?
El
bajo.– ¡Esa me la sé! Una verdulera que huele muy mal cuando se cuece.
El
alto.–Un cerebro vegetal que nos comemos con ajoaceite.
El
bajo.–¿Por qué huelen tan mal los quesos? (Se
frota las manos pensando que no va a responder)
El
alto.–Porque no se lavan los pies. (El
bajo lo mira con la boca abierta y los ojos bizcos) ¿Qué es
lo que pone más nerviosa a la ballena?
El
bajo.–Que le quiten las barbas para hacer fajas de señoras gordas.
El
alto.-No. Que la llamen cetáceo.
El
bajo.– Y esta que voy a decir ahora, que la acierten estos, que tanto se ríen.
¿Qué significa la palabra novio? (Desafiante) Venga, listos, a ver, ¿qué?
(Si no la aciertan) Pues eso,
que no vio, y por eso se casó; y el que se
casa, se empeña; y el que se empeña se casa.
El
alto.–¿Por qué se llama horchata la horchata?
El
bajo.-Porque se escribe [gesticulando]
con la silla, si no se diría orcata. “Orcata de cufa”.
El
alto.–No. Le dio el nombre el rey Jaume I.
El
bajo.–El del murciélago.
El
alto.–Un día de verano con mucho calor salió el rey de su campamento. Se
derretía dentro de la armadura, así que al pasar por
una alquería, se dispuso a descansar a la sombra de unos árboles frondosos. La hija del dueño de...
El
bajo.–Será la hija de la dueña.
El
alto.–¿Y qué más da?
El
bajo.–Es que nunca se sabe. “Los hijos de mis hijas bien nieticos son; los de
mis hijos, lo serán o no”.
El
alto.–Bueno, pues la hija del dueño y de la dueña acudió al Rey con un vaso que
contenía leche de chufas. El Rey bebió, se
relamió el líquido que le había quedado en el bigote y se limpió el que por la barba le caía con el reverso de la
mano. Muy complacido dijo (poniendo
tono grave y profundo):
–Qué és açó?
–(Con voz aflautada) És llet de xufes.
–Açó no és
llet; açó es or, xata.
El
bajo.–A ver, ustedes y ustedas, los listos y las listas: ¿Cuántos dientes tiene
una cabra atada? Venga, venga, ¿cuántos?
[Silencio]
El
alto.–(Si nadie contesta, y, si contesta
alguien, lo felicita) Los mismos que desatada.
El
bajo.–¡Chivato! (Transición) ¿Qué es
la palabra espátula?
El
alto.–Una palabra esdrújula.
El
bajo.– (Desternillándose de risa) ¿Y tú te dices valenciano? Es como la paella:
pa ella, no pa ti. Pues la espátula “es pa Tula”,
la hija de Gonzalo González de la Gonzalera.
El
alto.–¿Cómo se llamaba el hijo de Atila?
El
bajo.–¿El hijo de Atila? A lo peor Recesvinto, porque hay padres más brutos que
un arao de vertedera.
El
alto.–No, hombre, no. Se llamaba Atilanito, el diminutivo de Atila.
El
bajo.–¡Claro, el disminutivo! ¡Qué tonto soy! (Se rasca la cabeza) Pregúntame otra vez lo de un hijo de padre famoso, verás como acierto.
El
alto.–¿Cómo se llamaba el hijo de Atahualpa?
El
bajo.–El hijo de Atahualpa se llamaba..., se llamaba... A-ta-hual-pi...-to.
Atahualpito, ¡je! ¡Eso, eso: Atahualpito! ¿Ves cómo lo
acerté? (Pausa) ¿Y de qué se ríen
estos memos? ¡Vamos, hombre, como si nunca hubieran
oído un disminutivo! Pues eso, ¡que lo disminuye, porque es un niño! (Pausa. Tocándose con el dedo la cabeza) Si ya lo dice el refrán: “Mens sana in corpore insepulto”.
El
alto.– (Corrigiendo) “Mens sana in
corpore sano”.
El
bajo.–Pues eso, “no por mucho tempranar amanece más madruga”.
El
alto.–”No por mucho madrugar amanece más temprano”.
El
bajo.–¡Oye tú, que una cosa es creer en Dios y otra ser amigo del cura! ¡Y yo
me desamigo en un decir Jesús! ¡Eres un sacafaltas!
¡No te fastidia el marisabidilla este? Además, “a equino donado, no le periscopees el
incisivo”.
El
alto.–”A caballo regalado no le mires el diente”.
El
bajo.– (Fuera de sí)
¡¡¡Recojoñobrones!!! ¡Que no soy tonto!
El
alto.–Tienes razón, que para ser tonto, hace falta mucho impulso, mucho
trabajo: Primero, es necesario ser
un adoquín, un adobe o un arado de vertedera. Segundo, hay que convertirse en un cebollino, un melón, un alcornoque o
un boniato. Y tercero, es necesario parecerse a un burro, un
asno, un rocín, un pavo, un bruto o una bestia. Total, que para convertirse en un pansinsal, (vocalizando cada vez más) en un sansirolé; en un pavisoso, en un pazguato, en un bodoque,
en un papanatas; en un zoquete, en un mameluco, en un
mastuerzo, en un babieca; en un obtuso, en un gili... y lo otro, en un zopenco es necesario demasiado esfuerzo. Y
Tú eres Bartolo, el as de los vagos.