lunes, 11 de mayo de 2015

Apostillas al refranero. De enemigos y leales


            El ábside de la Catedral de Ávila forma parte de la muralla de la ciudad y es sin duda el baluarte más poderoso de todo el recinto defensivo. La puerta más cercana al ábside era antiguamente solo un portillo que fue ensanchado en el siglo XVI. Se conoce a esa entrada como Puerta de los Leales. ¿Por qué? Los caballeros abulenses habían jurado fidelidad a su rey legítimo, un niño de corta edad, futuro Alfonso VII de León, en contra de las aspiraciones de la madre, Urraca, y de su padrastro, Alfonso I el Batallador, rey de Navarra y Aragón, con quien Urraca se había desposado en nuevas nupcias. El Batallador estableció frente a Ávila sus reales y exigió a la nobleza partidaria de su hijastro le permitieran comprobar que el chiquillo estaba vivo. Accedieron los abulenses, siempre que Alfonso I entrara en persona a hacer la comprobación. Evidentemente el rey navarro-aragonés exigió rehenes hasta su salida de la ciudad. La comitiva de los caballeros reclamados abandonó la ciudad por el portillo antes citado. Entró el Batallador y comprobó que el legítimo rey vivía y, en consecuencia, sus aspiraciones al reino leonés eran vanas. Sumamente contrariado volvió a su campamento y, ofuscado por la contrariedad, mandó decapitar a todos los rehenes y hervir sus cabezas en el lugar conocido como Las Hervencias, frente a otro portillo que se abría en el lienzo sur de la muralla, conocido como de la Mala Ventura. Aunque se ha demostrado que la leyenda carece de rigor histórico, el portillo estuvo sin abrirse durante cuatro siglos, es decir hasta el siglo XVI.

 
RECUERDA:

 
   No hay enemigo pequeño
Quien tiene enemigos no duerma
Quien fuerza ventura pierde rencor
¿Quién es tu enemigo? El de tu oficio
Son burlas pesadas las que enojan y dañan
Odios de mortales no han de ser inmortales
Al enemigo, comerle el pan y beberle el vino
Imposible es a quien tiene oficios estar sin enemigos
Si va tu enemigo a ti humillado, guárdate de él como del diablo

 No hay peor enemigo que el que vive conmigo.