domingo, 3 de septiembre de 2017

Apostillas al refranero. Propaganda y éxito


         Mª Elvira Roca Barea sostiene que el conocimiento universal de la derrota de la Invencible, frente al casi total desconocimiento de la derrota de la armada de Isabel I, comandada por Drake, es causa de la eficacia de la propaganda inglesa frente a la ineficacia de la española, hecho que condujo a la aceptación general de las tesis isabelinas. ¿Cuántos saben que la Invencible no fue enviada para anexionar las islas al imperio español, sino para apoyar a una parte notable de población británica cuyos bienes y cuyas vidas peligraban, por ser católicos, a causa de la intransigencia y la persecución desatada contra ellos por los anglicanos, tras la muerte de María Tudor? ¿Cuántos conocen la diferente actitud de Felipe e Isabel tras las derrotas de sus armadas? J. F. C. Fuller pone de manifiesto cómo Felipe II atiende a sus soldados y marinos derrotados, en sus calamidades, procurando aliviar los sufrimientos provocados por la desastrosa expedición, mientras Isabel I, preocupada por reducir gastos, hizo pasar a los derrotados por tan graves penalidades que algunos murieron en situación de total abandono. Lord Burglhey escribe a la reina tres días después de haber regresado de la persecución: Las enfermedades y la muerte están causando estragos entre nosotros; resulta doloroso ver cómo aquí en Margate no hay lugar para estos hombres y muchos de ellos fallecen en las calles. Pocos días después insiste: Es lastimoso presenciar cómo los hombres padecen después de haber prestado tal servicio Valdría más que la reina hiciera algo en su favor, aun a riesgo de gastar unas monedas, y no los dejara llegar a semejante extremo, porque en adelante quizá tengamos que volver a necesitar sus servicios. La hábil propaganda de Isabel I conseguiría convencer a propios y extraños y la ayudó incluso a resolver problemas internos.

RECUERDA:

Afición ciega razón
No hay miel sin hiel
Hecha la ley, hecha la trampa
Por ser rey se quiebra toda ley
Más come la usura que la oruga
Hui de la ceniza y caí en las brasas
No es el bien conocido hasta que es perdido

Quien no es dueño de sí no es dueño de nada