En
este agosto de 2016 en que está fallando el refrán ‘agosto, frío en rostro’,
pues que pasado ya san Bernardo, en este Madrid de obritas y chapuzas y
chaperones veraniegos no baja la temperatura ni a la de tres, pese a la Paloma,
san Lorenzo o san Roque, y lleva algún tiempo martilleándome el cerebro el
recuerdo del cuento del Mançebo que casó con una muy fuerte et muy brava,
de El libro de los exiemplos del Conde Lucanor et de Patronio, de don
Juan Manuel. El Conde Lucanor es una obra didáctico moral en que por
medio de una serie de apólogos el ayo Patronio resuelve de modo ameno
los problemas que el conde le va planteando, solución que ofrece sintetizada en
un dístico al final de cada cuento. En el apólogo XXXV, el conde pide consejo a
su ayo porque un criado le pregunta si debe casarse con una muchacha que tiene
fama de irreductible. Patronio le cuenta el caso de un joven moro, dechado de
perfecciones, que quiere casarse con la hija de un amigo de su padre. La
muchacha, con fama de brava y dominantona, no tiene ningún otro pretendiente,
así que se la entregan de muy buen grado. Celebrada la boda, cuando los novios
se quedan solos, el mancebo pide a un perro, un gato y a su único caballo, por
este orden, le traigan agua para lavarse. Como no lo hacen, los va matando con
gran saña, y los descuartiza, y lo llena todo de sangre, así que la esposa se
atemoriza, de modo que cuando se lo ordena a ella se lo sirve de modo inmediato.
Cuando por la mañana los parientes van a ver cómo ha transcurrido la noche, quedan
asombrados al verla a ella haciendo guardia para que nadie despierte al marido.
Visto lo sucedido, el suegro quiere hacer con su esposa lo que ha hecho el
mancebo con su hija, pero la mujer se ríe en sus barbas y le contesta que ya es
tarde. Debió añadir también, aunque esto no lo recoge el autor, algo así: Si muy pronto las calças no te pones, / pondraste en vez de calças los calçones, / et llamarte-han calçonaços. Ya sé que no es un dístico, pero la añadidura es la que hace el caldo.
A burro muerto, la cebada al rabo
Pan para hoy y hambre para mañana
Cuando llega la mecha ya no aprovecha
Tarde chilla el pajarillo cuando está asido
Cuando Dios no quiere, el santo no puede
Flor de almendro, hermosa y sin provecho
Vos seréis buena cuando las ranas críen pelo