sábado, 12 de noviembre de 2016

Apostillas al refranero. Calças y calores


            En este agosto de 2016 en que está fallando el refrán ‘agosto, frío en rostro’, pues que pasado ya san Bernardo, en este Madrid de obritas y chapuzas y chaperones veraniegos no baja la temperatura ni a la de tres, pese a la Paloma, san Lorenzo o san Roque, y lleva algún tiempo martilleándome el cerebro el recuerdo del cuento del Mançebo que casó con una muy fuerte et muy brava, de El libro de los exiemplos del Conde Lucanor et de Patronio, de don Juan Manuel. El Conde Lucanor es una obra didáctico moral en que por medio de una serie de apólogos el ayo Patronio resuelve de modo ameno los problemas que el conde le va planteando, solución que ofrece sintetizada en un dístico al final de cada cuento. En el apólogo XXXV, el conde pide consejo a su ayo porque un criado le pregunta si debe casarse con una muchacha que tiene fama de irreductible. Patronio le cuenta el caso de un joven moro, dechado de perfecciones, que quiere casarse con la hija de un amigo de su padre. La muchacha, con fama de brava y dominantona, no tiene ningún otro pretendiente, así que se la entregan de muy buen grado. Celebrada la boda, cuando los novios se quedan solos, el mancebo pide a un perro, un gato y a su único caballo, por este orden, le traigan agua para lavarse. Como no lo hacen, los va matando con gran saña, y los descuartiza, y lo llena todo de sangre, así que la esposa se atemoriza, de modo que cuando se lo ordena a ella se lo sirve de modo inmediato. Cuando por la mañana los parientes van a ver cómo ha transcurrido la noche, quedan asombrados al verla a ella haciendo guardia para que nadie despierte al marido. Visto lo sucedido, el suegro quiere hacer con su esposa lo que ha hecho el mancebo con su hija, pero la mujer se ríe en sus barbas y le contesta que ya es tarde. Debió añadir también, aunque esto no lo recoge el autor, algo así: Si muy pronto las calças no te pones, / pondraste en vez de calças los calçones, / et llamarte-han calçonaços. Ya sé que no es un dístico, pero la añadidura es la que hace el caldo. 
 
RECUERDA:

 ¡A buenas horas, mangas verdes!
A burro muerto, la cebada al rabo
Pan para hoy y hambre para mañana
Cuando llega la mecha ya no aprovecha
Tarde chilla el pajarillo cuando está asido
Cuando Dios no quiere, el santo no puede
Flor de almendro, hermosa y sin provecho
Vos seréis buena cuando las ranas críen pelo

 Todavía dura la calentura

domingo, 6 de noviembre de 2016

Apostillas al refranero. Esforzados y fulleros


            ¡Qué pandilla de tramposos fulleros, ventajistas, tahúres y embusteros! ¡Nada menos que treinta mil defraudadores de la Seguridad Social! Los descubiertos, porque, ¿cuántos quedarán aún por descubrir? ¡Qué pueblo el nuestro! ¡Y después decimos de los políticos...! ¡Lo llevamos en la sangre! Contaban en Salamanca que allá por los años sesenta hubo un accidente en una harinera salmantina: unas sacas de harina mal apiladas se vinieron encima de un obrero, parece ser, vecino de Tejares, aldea que es citada también como patria de Tomé Gonzáles y Antona Pérez, los padres de Lázaro de Tormes. A causa del accidente, el buen hombre hubo de  utilizar durante algún tiempo muletas. Y debió tomar tal afición a ellas, que cuando los médicos le hablaron de la mejoría y de la rehabilitación, él se aferró a sus muletas, a pesar de que los rehabilitadores le pedían fuera olvidándolas. Llegada la fiesta de la Virgen de la Salud, salió de casa como siempre, arrastrando los pies y quejándose, y se metió en la taberna con unos amigos. Ronda va, ronda viene, bebió como un odre sediento y, bien bebido, siguió a los amigos hasta el frontón donde cada vez más animado, arrinconó las muletas y se puso a jugar a la pelota. Cuando se dio cuenta de la metedura de pata, fingió desmayarse y se lo llevaran a casa en volandas. Desde entonces hasta la celebración de la vista por su accidente, apenas pisó la calle. Llegada la fecha, acudió a la Magistratura en donde los ujieres hubieron de subirlo a la sala a la silla la reina. En la vista, la empresa aportó una filmación en superocho en que se veía perfectamente la hazaña del pelotari, con lo que se puso de manifiesto la superchería y, claro está, perdió, así que se quejaba de que la justicia de Franco fallara siempre en favor de los patronos.

 RECUERDA:

Por el pan baila el can
 No se ganó Zamora en una hora
 Uno levanta la caza y otro la mata
Si quieres holgura, sufre amargura
El que coma la carne que roa el hueso
Quien malos caminos anda malos abrojos halla
No hay montañas sin cañadas, valles y quebradas
 Todo tiene remedio, salvo la muerte