En la
mitología griega, Dióniso, hijo de Zeus y de su amante Sémele, fue el
descubridor de la existencia de la vid y quien aprendió a hacer vino del mosto
de la uva. Perseguido por la celosísima Hera, hermana y esposa de Zeus,
extendió el cultivo de la planta por Egipto, Siria, Frigia, Libia, el Cáucaso,
Grecia... Agradecidos los habitantes, hicieron en su honor celebraciones
populares, a las que se fueron añadiendo ritos orgiásticos en que los
participantes perdían el control de sí mismos sumidos en la embriaguez y el
éxtasis, hasta el punto de llegar a ofrecer sacrificios humanos. En Roma las
fiestas (llamadas bacanales en honor de Baco) llegaron a tales extremos que
hubieron de ser prohibidas.
El
libro de los Proverbios advierte: No te
juntes con los que beben vino... ¿De quién los ayes?, ¿de quién los
gemidos...?, ¿de quién las riñas?, ¿de quién los ojos turbios? De los que se
pasan con el vino... No mires el vino: ¡Qué rojo está!, ¡cómo brilla en la
copa!, ¡qué suave entra! Al final muerde como serpiente y pica como víbora.
Y en el Eclesiástico, manifiesta el Sicárida: Con el vino no te hagas el valiente, porque a muchos ha perdido el
vino... El vino es vida para el hombre, siempre y cuando lo beba con medida...
¿Qué es la vida para quien le falta el vino? Fue creado para alegrar al hombre.
Alegría del corazón y regocijo del alma es el vino bebido a tiempo y con
medida. Amargura del alma, el vino bebido con exceso por incitación o desafío.
RECUERDA:
Fiesta sin
vino no vale un comino
El español
fino con todo bebe vino
Con quien
bebe, secretear no se debe
Ni mesa sin
vino ni sermón sin agustino
Después de
beber, cada cual da su parecer
El primer vaso
de vino abre al segundo el camino
Dijo el sabio
Salomón que el vino alegra el corazón
El vino demasiado
ni guarda secreto ni cumple palabra