domingo, 27 de septiembre de 2015

Apostillas al refranero. Caridad


Siempre ha sido Valencia tierra de acogida, y es que sus gentes se han mostrado muy abiertas. Colonia romana fundada hacia el 138 a. C. por el cónsul Décimo Julio Bruto para premiar a dos mil soldados al ser licenciados, a quienes entregó las feraces tierras de una isla existente casi en la desembocadura del Turia, fue fortificada y dispuso muy pronto de un puerto fluvial, que le dio vida y permitió su desarrollo. Situada junto al trazado de la vía que unía la Tarraconense con la Bética, adquirió gran importancia en la época de César Augusto, muchos de cuyos soldados veteranos se acomodaron también en la zona. Cuando cayó el Imperio Romano, los visigodos se establecieron en ella hasta que en el 718 los musulmanes llegados de África toman la ciudad. Como los nuevos invasores no eran fanáticos, respetaron la organización religiosa, administrativa y jurídica de la ciudad, con cuyos habitantes iniciaron una convivencia permisiva, fructífera para la ciudad y su entorno. Pasan los siglos y en 1238, firmadas las capitulaciones entre el príncipe Abul Hamaleck y el rey Jaime I, formó parte de la Corona de Aragón. La presencia de varias etnias, aconseja crear zonas para cada una de ellas: los judíos son instalados en la judería, lo que hoy sería el Parterre y el Palacio de Justicia; los árabes que no abandonaron la ciudad, en la morería, lo que hoy vendría a ser el Carmen. Crece la ciudad sin cesar y a ritmo trepidante en los siglos XIV, XV, XVI y buena parte del XVII, constituyéndose en uno de los emporios principales del Mediterráneo. Ahora bien, donde hay mucha riqueza, no falta la miseria, a la que la riqueza ayuda a combatir o al menos mitigar. Y ciertamente, Valencia es una ciudad llena de vestigios benéficos. Solamente en la zona aledaña al antiguo cauce del Turia, entre el pont Glòries Valencianes y el pont de les Arts hallamos la antigua Casa de Beneficencia, el asilo del Marqués de Campo, la asociación domiciliaria Ntra. Sra. de los Desamparados, el colegio de Racionistas, el asilo de San Juan Bautista y la actual Casa de Caridad.

 
RECUERDA:

 
Quien poco tiene poco puede
Sin pan y vino no hay amor fino
La privación es causa del apetito
                            El que tiene hambre con pan sueña                            
Soledad y pobreza están mal juntas
El hambre y el esperar hacen rabiar
Sin pan ni carne no se cría buena sangre
Quien poco tiene presto hace testamento
Triste debe estar quien no tiene qué gastar

 Para pasar agua y dar dinero, nunca seas el primero