lunes, 20 de julio de 2015

Apostillas al refranero. Mal de rico


            Según refieren dos romances que aparecen en el Romancero General de 1600, hallándose doña Jimena, la esposa de Rodrigo Díaz de Vivar, en el noveno mes de embarazo de su primer hijo, escribe desde Burgos una carta al rey en la que se queja del muy escaso tiempo que puede pasar con su joven esposo y de las rarísimas veces que puede visitarla, a causa de las obligaciones que el alférez real tiene para con el monarca, hasta el punto de que lo acusa de descasar a los casados. Y le refiere a continuación el estado lamentable en que en esas contadas ocasiones llega, cubierto de sangre hasta los cascos del caballo, y tan cansado que apenas sus brazos toca, se queda dormido en sus brazos. Refiere también su sueño inquieto y la rapidez con que ha de salir a la alborada, pues ya lo están esperando. Entre paternal y socarrón, el rey contesta de su puño y letra a la dama que si ella está encinta no puede llegar tan cansado como afirma, que la ausencia de Rodrigo se debe a la lucha contra moros, donde ha ganado para él y para su esposa la posición y la fama que ostentan, pues de otro modo ella no pasaría de ser una dueña y él un hidalgo. Le promete también que a cambio de la carta que le envía un excelente aguinaldo para la criatura, tanto si es varón como hembra. Considerados los dos romances en el orden que los he expuesto me recuerdan las quejas que suelen atribuirse al rico por un mínimo rasguño y el rechazo que produce tan enorme manifestación de dolor.

 
RECUERDA:

 Poco mal y bien quejado
No hay mal que cien años dure
Picome una araña y ateme una sábana
El mal del rico: poco mal y mucho trapico
Achaques al jueves para no ayunar el viernes
Si te pinchas, chúpate el dedo y sanarás luego
No hay mal tan grave que si no mata no se acabe
No hay mal a que el tiempo no alivie su tormento
No me pesa de hijo que enfermó, sino de las mañas que tomó

 Corriente entre dos puertas, sepultura abierta

domingo, 19 de julio de 2015

Apostillas al refranero. Fanfarronería


            Después que los Infantes de Carrión ultrajaran a las hijas del Cid en el robledal de Corpes, el caballero, pide justicia al rey Alfonso VI, quien convoca Cortes en Toledo. Allá acude Rodrigo Díaz de Vivar, el de la barba florida, desde Valencia. Diego y Fernando han intentado por todos los medios impedir la celebración de Cortes, pero el rey se muestra inflexible y las Cortes se celebran. Hechas las acusaciones de cobardía por parte del Cid, Fernando alega que maltratar, injuriar y abandonar a sus esposas por su parte y por la de su hermano es un derecho que tienen, pues pertenecen a una de las estirpes más altas de la nobleza, mientras que el Cid no es más que un infanzón, un hidaldo. Oyendo la sinrazón y observando que Pedro Bermúdez, el caballero elegido para pelear contra este infante, no reacciona como él hubiera deseado, el Cid lo incita, dándole el nombre de Pero Mudo, a que rete a Fernando. Y es que Pedro Bermúdez es un hombre un poco tartaja que no gusta de hablar en público; sin embargo, es un hombre largo en hazañas. Su parquedad en palabras y su largueza en hechos las demuestra, por un lado, en que ha sabido guardar el secreto de una cobardía del infante, cuando en Valencia, en vez de enfrentarse a un sarraceno que contra él venía, puso pies en polvorosa, y hubo de ser el propio Bermúdez quien luchara y venciera al enemigo. Con el agravante de que ofreció a Fernando los despojos del vencido, y el infante indignamente los aceptó. Le recuerda también el día en que dormía el Cid en su escaño y se escapó el león de la jaula. Los hombres del Cid rodearon el lugar, espada en mano prestos a defender a su líder, mientras Fernando, aterrado, se mete bajo el escabel en que el Cid descansa. Y remata la faena con estas palabras: “¡Y eres fermoso, mas mal varragán! ¡Lengua sin manos quomo osas fablar!”, es decir: ‘¡Eres guapetón, pero un cobardica! ¡Lengua sin manos, ¿cómo te atreves a hablar?’ Naturalmente, Bermúdez vence en la lid, lo mismo que Martín Antolínez lo hará frente a el otro infante, Diego González.

 
RECUERDA:

 
Lengua larga, mano corta
Perro ladrador, poco mordedor
Peer en botija para que retumbe
Quien pies no tiene, coces promete
Quien no se alaba, de ruin se muere
Ninguno se alabe de lo que hacer no sabe
El enano de la venta, que a las niñas aspavienta
¡Anchura, anchura, que viene el carro de la basura!

¿De dónde le vino al garbanzo el pico?