miércoles, 29 de enero de 2014

Babelia

          En Babelia, uno de los países de la península más occidental del Antiguo Mundo, también conocido por 'la piel de toro' a causa de la semejanza entre su perfil geográfico y la piel extendida de tan fiero animal, desde el año 46 del siglo del cocodrilo, se disfrutaba de un régimen democrático que había llevado al nacimiento de diversas 'autonomías', creadas teniendo en cuenta la distribución (no siempre la historia) de las distintas regiones.
         Hablaban los babelinos una antigua lengua común, de la que en general se sentían orgullosos, dada su dignidad y eufonía, su frescura y nobleza, su elasticidad y elegancia, su firmeza y lozanía, su eficacia y suficiencia, que les permitía expresar con exactitud y belleza los usos, necesidades, afanes, sensaciones, sentimientos y pasiones, el amor y el odio. El orgullo se acrecía al pensar que esa lengua era el vehículo expresivo, el vínculo de unión entre más de trescientos millones de seres humanos.
         Conseguido el régimen autonómico, los políticos se dedicaron a buscar los 'hechos diferenciales' que marcaran las disparidades de su autonomía con las del resto de Babelia, cuyo nombre, por cierto, procuró silenciarse como se pudo por medio del uso de todo tipo de fórmulas eufemísticas. Aprovechando que algunas autonomías periféricas poseían otra lengua propia además de la común, encontraron en aquella la enjundia del espíritu autonómico, cada vez más tendente a la secesión y el independentismo: El honorable Maestro Yela en el Este, el Guapotari en el Norte y, en las fragosidades del Noroeste, el Enxebre  decidieron 'normalizar' lingüísticamente sus territorios: toda literatura oficial y administrativa se escribió en la lengua diferenciadora, relegando al olvido en los documentos oficiales la lengua común. La misma suerte corrió la rotulación de la circulación viaria. Se subvencionó la 'normalización' de los rótulos comerciales y se instó a la población, mediante campañas en todos los medios de comunicación, al uso de la 'lengua normalizada'. A golpe de Decreto se produjo la 'inmersión' lingüística en la Universidad, en los Centros de Enseñanza Secundaria, en los Colegios... Mayor resistencia hubo en el mundo de la Justicia, pero coacciones y amenazas llevaron a la humillación y a la huida a muchos funcionarios. Los empresarios, con un sentido práctico elemental e inequívoco, pusieron el grito en el cielo y se negaron a etiquetar solo en la lengua de la autonomía.
          Dadas las inmensas sumas que a ello se destinaban, dadas las pingües subvenciones, normalizar se convirtió en negocio lucrativo para más de uno. Se despertó la envidia, muchos dientes se pusieron largos, babearon las glándulas salivares, y como en un charco de ranas, por todas partes se pidió la ´normalización', aunque no existiera más lengua que la común.
          Se seguía siempre el mismo proceso:  Unas pintadas en las paredes, manifestaciones callejeras de un máximo de doscientos o trescientos participantes, concesión de una subvención fija de varios millones a cargo del erario público de la Consejería correspondiente, acceso a la escuela del reciente invento, nombramiento de maestros que pudieran enseñarlo, disminución de horas de estudio de la lengua común y decretazo que establece lenguas cooficiales.
          Así ocurrió en Conceyu. Y a la vista del éxito se intentó lo mismo con la 'fabla' rododéndrica de Arándano, y también con el 'cantabru', hablado en los breñales de Sanctiemeteri. Y con cargo al presupuesto municipal, se llevó a cabo la elegante edición de la 'Primera Gramática' de Extremoso, en cuyo primer capítulo, Loh animalih se comunican, se leía: "El hombri, animal racional pol entonomasia, á conseguíu un grau supeliol d'ehpecialización y á garruchahau un ecelenti ehtrumentu'comunicación: el luenguahi umanu. Ehti se dehtingui del luenguahi animal en que'éhti eh mu primariu y rentizáu mentrih qu'el umanu pue emitil enfinituh mensahih baliéndusi de mu pocah piezah de comunicación". (1)
         Y como la vacuna contra el desnorte no fue descubierta a tiempo, allá en las Afortunadas Islas Suroccidentales de Babelia se manifestó también la necesidad de establecer hechos diferenciales lingüísticos como señas de identidad. Cuentan las crónicas universitarias del año 68 que en la apertura del año académico, el profesor que debía pronunciar la lección inaugural, cansado de la gazmoñería política, preguntó a las autoridades autonómicas presentes en el acto si consideraban que hubiera sido preferible que en lugar de asistir él con toga, muceta y birrete debiera haberlo hecho con manta esperancera y sombrero desalado, y si en lugar de la lengua común debía pronunciar su discurso en 'jabla', pues que ya eran una nacionalidad. Y continuó con sorna: "A primera vista no me paice que los políticos que padecemos tengan el pomo caído o las madres reviradas, pero me paice que están como un tanto algo jíbicos o bien que sus sesos jayan sufrido un paralís que se los jaya dejado paralisos y los muy confiscados andan como medio encochinados. No sé si uno de los remedios pa que dejen d'istar cancaniando y garrapatiando y jaciendo chafalmejadas por los charaviscales políticos que paicen qu'están sindicados, sería darles un bernegal de una agüita guisada o un berberaje de almirones, marimoñas, jinojo, matalajuga o arguazo acabandito jacer". (1)
          Y por si fuéramos pocos... En las páginas web de internet aparecieron reclamos para buscar en la lengua la esencia del pasado de cada comarca. Era necesario reencontrar las palabras que habían tejido la cultura de los mayores, había que restaurar los tesoros  perdidos en el tiempo. Y sin orden ni concierto se hizo acopio de vulgarismos y variedades rústicas comunes que eran enarbolados como señales distintivas.
          El sarampión llegó al momento álgido cuando los babelinos quisieron poseer formas de expresión personales, exclusivas. Unos, a la manera latina, buscaron el hecho diferencial en el hipérbaton: 'Estos que han a mi mente acudido inquietantes pensamientos su origen de las últimas novedades en la lectura tienen'. Otros, menos humanistas, se acostaron a formas más relajadas, como en La vuelta al día en ochenta mundos, de Julio Cortázar: "Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la Tierra devolvió a". Los más recalcitrantes fueron quienes decidieron seguir la moda de Meter Bichsel, que todo lo encontraba monótono, y, para romper la monotonía decidió intercambiar el nombre de los objetos y de las acciones.
          Y cuando sus muy particulares, peculiares y personales lenguas ya no sirvieron para comunicar sino para diferenciar y distinguir, se sintieron en el colmo de la felicidad y fueron considerados el colmo de la inepcia.

(1) Tomo las dos anécdotas del artículo de Gregorio Salvador Lenguas imaginarias.

                                                                             La Revista del Jordi, enero de 1999

lunes, 27 de enero de 2014

En bragas

         Cuando el pasado 5 de mayo la anacreóntica figura de Pepe Vila se enmarcó en la puerta del Seminario de lengua y Literatura Españolas y su sonrisa blanqueó cercada por la ebúrnea barba de azabache, me llené de la alegría de los amigos que llevan mucho tiempo sin verse.
           --¿No vas a escribir nada este año para la revista? --me dijo.
          Sentí un escalofrío en la espalda: había olvidado la promesa que le hiciera hace dos meses. ¡'Me ha pillado en bragas'!, pensé.
          --Lo siento, Pepe. Perdona mi olvido. No tengo nada preparado ni siquiera pensado, pero algo se me ocurrirá, aunque sea breve. No podré hacerlo este fin de semana, porque los ejercicios me salen por las orejas; pero algo te entregaré la semana próxima.
          Y, en efecto, el lunes por la tarde me puse a revolver los papeles en que anoto los asuntos que se me van ocurriendo y que no puedo escribir de manera inmediata. Son papeles de los tamaños más variados, de las más diversas calidades. Agarrados por una pinza, único medio de tenerlos todos juntos, los hay blancos, rojos, verdes, amarillos...; los hay lisos, doblados, arrugados, manchados; con cenefa, con los bordes carcomidos, con los bordes quemados, cual si de añejos pergamimos se tratara... Están escritos unos con lapicero, otros con bolígrafo, los de más allá con lápiz de color e incluso con ceras. Algunos tienen mi típica letra menuda y apretada, otros ofrecen letrángulas grandes y deformes, o mayúsculas o garabatos casi indescifrables. Las circunstancias y los lugares en que han sido garabateados conviene permanezcan en sigilosa y bien guardada reserva. Os ruego que no me obliguéis a descubrir secretos e interioridades que pondrían en entredicho mi fama de hombre formal, serio y hogareño.
          Los había agrupado ya temáticamente en montoncitos y había seleccionado uno de los montones, cuando un destello provocó una extraña sacudida en mi cerebro. Había sido producido por el recuerdo de un pensamiento que de modo fugaz había convulsionado mi mente el día que vino a visitarme Pepe: '¡Me ha pillado en bragas!' ¿Por qué en 'bragas' y no en 'calzoncillos', si la prenda interior que uso es el calzoncillo?
          La lengua es un instrumento de comunicación caprichoso que se rige por impulsos y normas distintos a los de la lógica y el sentido común, de modo que nos permite, por ejemplo, hablar de 'hombre rana', de la 'mujer cañón' o de la 'niña prodigio' en un extraño y sorprendente maridaje de formas masculinas y femeninas. Sin embargo, todo el capricho lingüístico no podía justificar que me encontrara fuera de mis calzoncillos y 'en bragas'.
          La lengua es, al mismo tiempo, un depósito de términos y giros que proceden de actitudes mentales y sociales. Refleja no solo nuestras ideas, usos y costumbres, sino también las de generaciones anteriores. Y es aquí donde encuentro la explicación a 'mis bragas'.
          Nuestros antepasados y nosotros mismos hemos creado una sociedad eminentemente patriarcal, plagada de ideas acerca de la superioridad masculina. El patriarcado social genera, sin duda, manifestaciones de patriarcado lingüístico, al menos desde el punto de vista léxico. Sin duda alguna, el tópico ejemplo que suele aducirse es irrebatible: 'cojonudo' posee valoración positiva (magnífico, excelente, estupendo'), en tanto a 'coñazo' se le concede un contenido peyorativo (insufrible, insoportable, latazo). Y lo mismo sucede con 'verdulero' (vende verduras) y 'verdulera' (que podría vender verduras, pero, ante todo, es mujer, desvergonzada y grosera) o 'mancebo'  (joven u hombre soltero) y 'manceba' (concubina) o 'cortesano' y 'cortesana', o 'un hombre galante' y 'una mujer galante' o, simplemente, 'un cualquiera' (sin oficio ni beneficio) y 'una cualquiera' (de mala vida). ¿Qué otra cosa cabría esperar de una sociedad en cuyo refranero aparecen joyas como 'a la mujer y a la carne, mientras chillen, darle' o 'en mal de niño, cojera de perro y lágrimas de mujer no hay que creer' o 'a la mujer y a la burra, cada día una zurra'?
          Lo de 'las bragas' no es sino una reminiscencia ancestral del machismo social. 'Pillar en bragas' se ha dicho siempre y así lo hemos oído y aprendido, y así lo reproducimos, casi inconscientemente. Solo cuando reflexionamos sobre ello, adquirimos conciencia de que para nuestra sociedad parece que únicamente fuera denigrante y deshonroso pillar a alguien 'en bragas', es decir, a la mujer. ¡Como si no se pudiera pillar y de hecho se hubiera pillado al hombre en calzoncillos, o sin ellos, donde no conviene! ¡Pues mira que estamos guapos los hombres en calzoncillos y con paquete! ¡Hay quienes inventan humo y venden aire!
          Ahora bien, que la idea social de superioridad masculina pueda reflejarse en la lengua no significa que la lengua sea en sí machista. Por ello, haciendo uso de mi libertad, puedo decir que algo me importa 'un pito', como pudiera decir que me importa 'un pepino' o un 'rábano' (considerados los tres como algo de escaso valor) y, con idéntica libertad, afirmo que algo es una 'chorrada', y chorrada procede de 'chorra' forma coloquial de designar el miembro viril o varonil. Y haciendo uso de la misma libertad y de la misma lengua, puedo también mostrar la superioridad empleando un término propio del cuerpo de la mujer, y de algo que es excelente digo que es 'teta'.
          El machismo se halla en el uso y sobre todo en el abuso, pero no en la lengua en sí.
 
                                                                                                     La Revista del Jordi, 1997

domingo, 26 de enero de 2014

Apostillas al refranero. Previsión

          Cuenta Gozalo Correas que una mujer a punto de parir increpaba a su marido acusándolo de ser la causa de tener que pasar ella por tan peliagudo trance y de haber de aguantar tan insoportables dolores. Cansado el marido de oírla, prometió cortarse la parte de su cuerpo causante del desaguisado. Inmediatamente reaccionó ella pidiendo a quienes la asistían en el parto: "Ojo acá y ojo allá, que según es lo hará". ¡Claro!, '¡ojo alerta con la moza y con la puerta!', que 'cada uno sabe dónde le aprieta el zapato' y 'vale más prevenir el mal con tiempo que después de venido buscar el remedio',  porque 'es mejor tener que pedir' y 'quien no mira hacia adelante se queda atrás' y 'quien quiera ojo sano, átese la mano', que 'más vale un porsiacaso que cien penseques'.

Apostillas al refranero. Conveniencia

          Es la viruela enfermedad propia de la infancia que no suele aparecer en edades avanzadas; por eso, cuando un anciano hace cosas impropias de su senectud exclamamos con sorna: 'A la vejez, viruelas'. No nos extrañemos, porque 'el que de joven no corre, de viejo trota' y 'mientras moza, buen pasar; después de vieja, trotar', que 'todos somos iguales, pajaricos y pardales', masculinos y menosculonas (¿o femeninas?). Pienso yo que 'el viejo pajar, cuando se enciende, malo es de apagar'. Alguien argüirá que a ciertas edades ya solo quedan 'arriba canas y abajo ganas' y que 'a jaula abierta, pájaro muerto'. Con mucha razón añadirá: '¿Qué hace con la moza el viejo? Hijos huérfanos', y que 'viejo que con moza casó o vive cabrito o muere cabrón'. De todos modos, como soy biempensado, pienso, repienso y vuelvo a repensar: 'Viejo amador, invierno con flor'.

Apostillas al refranero. Orden y medida

          Antes de dar forma definitiva a mis Apostillas al refranero, las leo a mi mujer por aquello de que 'el consejo de la mujer es poco y el que no lo sigue es loco' y también porque 'a quien su mujer ayuda camino va de la fortuna'. Y es que ella censura cuanto considera inmoderado, aunque creo que a veces exagera y tengo que decirle que 'entre col y col lechuga'. Francamente, estimo que en las 'apostillas' sigo el viejo proverbio latino que recomienda alejarse de todo extremo y que reza: 'In medio virtus stat'.
 
 
          RECUERDA:
 
 
Ni tanto ni tan calvo
Un ten con ten para todo está bien
Para la buena vida, orden y medida
Todo en esta vida requiere orden y medida
Todo extremo es vicioso, solo el medio es virtuoso
Es regla de hombe ducho: de todo un poco, de nada mucho
 
 
Tres muchos y tres pocos destruyen a los hombres locos: mucho gastar y poco tener, mucho hablar y poco saber, mucho presumir y poco valer


Apostillas al refranero. Paciencia

           Una de las virtudes más admiradas en todos los pueblos de todas las épocas es la que a mí me hace falta: la paciencia, cuyo símbolo hecho carne es Job, el hombre que, a pesar de los pesares, no pierde la fe en su Dios. En la medicina antigua recibía el nombre de flema y era considerada como uno de los cuatro humores básicos del organismo, junto con la sangre, la bilis y la atrabilis o bilis negra.
 
 
          RECUERDA:
 
 
Paciencia es paz y ciencia
A quien espera, su bien le llega
Nunca es tarde si la dicha es buena
Sufrir y callar y mejor tiempo esperar
A cualquier dolencia, remedio paciencia
La dicha que tarda con gusto se aguarda
Tiempo vendrá en que el triste se alegrará
Ni lo dulce ni lo amargo duran tiempo largo
 
 
El que espera desespera
No hay mal que cien años dure ni gitano que lo aguante




Apostillas al refranero. Tres

          Desde que las escuelas pitagóricas aseguraron que en la naturaleza todo es número y que todo es en ella concorde con una interpretación numérica, y que la correspondencia de los números produce la armonía del universo en sus distintas esferas, el tres ha sido considerado en la cultura occidental una de las cifras perfectas. No sé si el refranero la considera perfecta, pero sí que esa es la cifra más frecuente usada, con sus múltiplos correspondientes.
 
 
          RECUERDA:
 
 
Con tres pes de abrirás el camino: pan, paciencia y padrino
Tres cosas hacen al hombre medrar: iglesia, mar y casa real
Tres cosas deben ser premiadas: la virtud, las letras y las armas
Tres cosas demando, si Dios me las diese: la tela, el telar y la que teje
El chocolate excelente tres cosas ha menester: espeso, dulce y caliente
Quien va a la caza de liebres tres trae consigo: hambre, cansancio y frío
En tres cosas se conoce la cordura del hombre: en gobernar su casa, en refrenar su ira y en escribir una carta
 
 
 
Tres cosas entre dos se reparten así: una para mí, otra para ti y la otra para mí