Todos los
medios de comunicación se han venido hinchendo a lo largo de este calurosísimo
agosto de 2016 de imágenes espectaculares, por una razón u otra, de quienes han
competido en las olimpiadas de Río de Janeiro y han conseguido alguna medalla o
algún diploma. No importa la disciplina en que se haya obtenido, en la enorme
mayoría de los casos, los datos son muy similares: el esfuerzo, la entrega, el
orden, la constancia, el entrenamiento, la superación, el sacrificio, la
privación, la disciplina el trabajo en equipo no solo de quienes competían sino de
la serie de colaboradores: entrenadores, fisioterapeutas, psicólogos que
preparan, disponen y empujan para poder cumplir los postulados del lema olímpico:
‘citius, altius, fortior’.
Ellos son quienes difuminan y borran los momentos de desaliento, quienes
enseñan a olvidar la fatiga, quienes resuelven las dudas y vencen los titubeos
y vacilaciones. Y junto a ellos, los miembros de la familia que apoyan con su
presencia y aliento y hacen que no se sientan jamás solos. A todos, palma y
corona de olivo; a todos, honor y gloria.
RECUERDA:
Obra acabada, premio aguarda
A quien no sirve para gallo, capallo
Si no se pisa el barro, no se hace el jarro
A quien Dios bien quiere, la hormiga a buscarlo viene
Quien hace un cesto hace ciento, si le dan mimbres y tiempo
La mano derecha es la que se afana, que la izquierda poco gana