En el Prólogo al lector de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (segunda
parte de El ingenioso hidalgo...),
dice Cervantes conocer solo uno de los dos tipos de envidia que existen, la
envidia noble, sana bienintencionada y santa, que promueve la admiración, la
emulación y la superación personal. Miguel de Unamuno sostiene, no obstante,
que es la otra envidia, la mezquina, la que provoca tristeza por el bien que otros
poseen, la dominante entre los españoles, quienes critican, censuran, murmuran,
desacreditan, van con cuentos, traen y llevan, calumnian y despellejan a los
envidiados. En efecto, los ponen en la
picota, les cortan sayos, les hacen trajes y no les dejan hueso sano. Mientras
se dan filo a la lengua y se meten en vidas ajenas, les quitan el pellejo, les
roen los zancajos o les desentierran los muertos; les revuelven los caldos y
los ponen como el perejil, como chupa dómine o cual no digan dueñas...
El que trae lleva
Quien escucha su
mal oye
La fortuna de la
fea la bonita la desea
Da Dios pañuelo
a quien no tiene mocos
Da Dios almendras
a quien no tiene muelas
El golpe de la
sartén, aunque no duela, tizna
Estando el hombre
ocioso se metió a chismoso
Quien de otros
te habla mal, a otros de ti lo hará
El golpe de la
sartén siempre tizna y no hace bien
Juntáronse delantales
y no quedó vecina sin señales
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