Entrar
en el Mercado Central de Valencia supone una excitación constante de los
sentidos. La luz entra a raudales de la cúpula majestuosa y de una serie de
rosetones, inundando de claridad meridiana el recinto. Entrando por la puerta
que mira a la Lonja, los puestos se alternan sin un orden definido, de modo que
en los mostradores encontramos al lado de un puesto de verduras una bollería
que muestra apetitosas tortas de pasas y nueces. Solamente los pescados y
mariscos poseen un espacio independiente, el más cercano a la iglesia de los
santos Juanes. Si la luz lo llena todo, el color estalla en rica gama que va de
la albura del puerro, al arrebol de pimiento rojo; del verde claro de los
cogollos de lechuga al oliváceo de las aceitunas majadas de los encurtidos; del
bermejo cárdeno del jamón al rosa carne doncella de las pechugas de pollo. La pituitaria
es atraída por una serie de sensaciones, efluvios y fragancias: En la zona de
pescadería y marisquería huele a mar, a pescado recién llegado. En el resto, la
combinación de aromas provoca un constante husmeo de la nariz ante la variedad
de fragancias: quesos Manchego, de Grazalema, del Tronchón, de Cabrales, de
Biescas, de La Nucía, de Cantó, del Casar, de Cebreiro, del Roncal, de Burgos,
de Valdeón; jamones de Huelva, de los Pedroches o de Guijuelo, de la Dehesa, de
Jabugo, de Trevélez. Huele a campo abierto, a tomillo, a romero, a orégano, a
albahaca, a espliego. Sufre el sentido del gusto, porque la vista y el olfato
le transmiten sensaciones que le provocan constante insalivación, porque, como
su despertar es virtual, solo en promesa, la saliva afluye a las glándulas en
gran abundancia y se ve uno obligado a tragar constantemente, así que,
aprovechando el sugestivo aspecto que ofrece una tartaleta en un expositor, la
compro y la paladeo y me relamo para acabar con la rebelión gástrica.
Más mató la cena que sanó Avicena
Por mucha cena no hay noche buena
Caracoles en cestos resultan indigestos
Aceituna, una, y si es buena, una docena
Una aceituna es oro, dos plata, tres matan
De grandes cenas están las sepulturas llenas
Si quieres enfermar, cena mucho y vete a acostar
Puerco viejo y vino nuevo, cristianillo al cementerio
Cenas, soles y magdalenas tienen las sepulturas llenas
Si a tu marido quieres matar, dale carnero asado a cenar
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