El ábside de la Catedral de Ávila
forma parte de la muralla de la ciudad y es sin duda el baluarte más poderoso
de todo el recinto defensivo. La puerta más cercana al ábside era antiguamente
solo un portillo que fue ensanchado en el siglo XVI. Se conoce a esa entrada
como Puerta de los Leales. ¿Por qué? Los caballeros abulenses habían jurado
fidelidad a su rey legítimo, un niño de corta edad, futuro Alfonso VII de León,
en contra de las aspiraciones de la madre, Urraca, y de su padrastro, Alfonso I
el Batallador, rey de Navarra y Aragón, con quien Urraca se había desposado en
nuevas nupcias. El Batallador estableció frente a Ávila sus reales y exigió a
la nobleza partidaria de su hijastro le permitieran comprobar que el chiquillo
estaba vivo. Accedieron los abulenses, siempre que Alfonso I entrara en persona
a hacer la comprobación. Evidentemente el rey navarro-aragonés exigió rehenes
hasta su salida de la ciudad. La comitiva de los caballeros reclamados abandonó
la ciudad por el portillo antes citado. Entró el Batallador y comprobó que el
legítimo rey vivía y, en consecuencia, sus aspiraciones al reino leonés eran
vanas. Sumamente contrariado volvió a su campamento y, ofuscado por la
contrariedad, mandó decapitar a todos los rehenes y hervir sus cabezas en el
lugar conocido como Las Hervencias, frente a otro portillo que se
abría en el lienzo sur de la muralla, conocido como de la Mala
Ventura. Aunque se ha demostrado que la leyenda carece de rigor histórico, el
portillo estuvo sin abrirse durante cuatro siglos, es decir hasta el siglo XVI.
Quien tiene
enemigos no duerma
Quien fuerza
ventura pierde rencor
¿Quién es tu enemigo?
El de tu oficio
Son burlas pesadas
las que enojan y dañan
Odios de mortales
no han de ser inmortales
Al enemigo, comerle
el pan y beberle el vino
Imposible es a
quien tiene oficios estar sin enemigos
Si va tu enemigo
a ti humillado, guárdate de él como del diablo
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