martes, 7 de julio de 2015

Apostillas al refranero. Unamuno y sus anécdotas


            Pocos hombres habrá que hayan ofrecido en su vida tantas anécdotas como las generadas por Miguel de Unamuno. Su personalidad, su carácter polémico, el afán de verdad, el compromiso, la ideología, el inconformismo, la extensa cultura, el ansia de sobrevivirse, la pasión con que expresaba sus ideas, lo obligaban a ser distinto y, en consecuencia, a destacar, de modo que fuera donde fuera era siempre motivo de observación y causa de admiración o rechazo que han dado lugar a un extenso anecdotario unamuniano. Algunas de las anécdotas han sido comprobadas y demostradas; otras quizá no pasen de leyendas para uso de reptiles de diversa especie. La primera que ofrezco pudiera ser cierta, mas se atribuye también a otros personajes, de modo que... ¡lagarto!, ¡lagarto! Dicen que en una ocasión ofrecía don Miguel una conferencia centrada en William Shakespeare y pronunciaba su nombre a la española, de modo que algunos sabidillos lo corregían. Debió llegar la corrección a hartarlo hasta tal punto que el catedrático de griego perdió la paciencia y dictó el resto de la conferencia en inglés. También la segunda ofrece sus aristas, de modo que la referiré tal como la he conocido, y salga el sol por Antequera... Cuando el rey Alfonso XIII viajó a La Alberca, Las Batuecas y Las Hurdes, a pesar de que conocía el sentir republicano del profesor, pidió lo acompañase como guía, pues conocía muy bien los parajes y las gentes que el rey iba a visitar. Cuentan también que Unamuno sirvió fielmente al rey e hizo su periplo ameno, riguroso y colmado de experiencias útiles para el desarrollo de zonas tan primitivas y atrasadas. Refieren así mismo que, satisfecho y agradecido el monarca, en el brindis de la cena de despedida alabó a su guía y lo alzó por encima de las agujas más elevadas de la catedral nueva de Salamanca, y que, una vez acabado el brindis, Unamuno, saltándose a la torera el protocolo, exclamó: “Gracias. Estoy seguro de merecer cuanto vuestra Majestad ha dicho de mí” (?)

 
RECUERDA:

 
 
 Tal la ley cual el rey
Tal cabeza, tal sentencia
No hay regla sin excepción
Hecha la ley, hecha la trampa
Allá van leyes do quieran reyes
No es buena letra la que todos no lean
No es buen habla la que todos no entienden
La razón no quiere la fuerza y la fuerza no quiere la razón
Antes que la ley nació la trampa y antes el ladrón que la llave del arca

 Juega con el macaco, pero no le tires del rabo

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