Siempre ha
sido Valencia tierra de acogida, y es que sus gentes se han mostrado muy
abiertas. Colonia romana fundada hacia el 138 a. C. por el cónsul Décimo Julio
Bruto para premiar a dos mil soldados al ser licenciados, a quienes entregó las
feraces tierras de una isla existente casi en la desembocadura del Turia, fue fortificada y
dispuso muy pronto de un puerto fluvial, que le dio vida y permitió su
desarrollo. Situada junto al trazado de la vía que unía la Tarraconense con la
Bética, adquirió gran importancia en la época de César Augusto, muchos de cuyos
soldados veteranos se acomodaron también en la zona. Cuando cayó el Imperio
Romano, los visigodos se establecieron en ella hasta que en el 718 los
musulmanes llegados de África toman la ciudad. Como los nuevos invasores no
eran fanáticos, respetaron la organización religiosa, administrativa y jurídica
de la ciudad, con cuyos habitantes iniciaron una convivencia permisiva,
fructífera para la ciudad y su entorno. Pasan los siglos y en
1238, firmadas las capitulaciones entre el príncipe Abul Hamaleck y el rey
Jaime I, formó parte de la Corona de Aragón. La presencia de varias etnias,
aconseja crear zonas para cada una de ellas: los judíos son instalados en la judería, lo que hoy sería el
Parterre y el Palacio de Justicia; los árabes que no abandonaron la ciudad, en
la morería,
lo que hoy vendría a ser el Carmen. Crece la ciudad sin cesar y a ritmo
trepidante en los siglos XIV, XV, XVI y buena parte del XVII, constituyéndose
en uno de los emporios principales del Mediterráneo. Ahora bien, donde hay
mucha riqueza, no falta la miseria, a la que la riqueza ayuda a combatir o al
menos mitigar. Y ciertamente, Valencia es una ciudad llena de vestigios
benéficos. Solamente en la zona aledaña al antiguo cauce del Turia, entre el
pont Glòries Valencianes y el pont de les Arts hallamos la antigua Casa de
Beneficencia, el asilo del Marqués de Campo, la asociación domiciliaria Ntra.
Sra. de los Desamparados, el colegio de Racionistas, el asilo de San Juan
Bautista y la actual Casa de Caridad.
Quien
poco tiene poco puede
Sin pan y vino no hay amor fino
La
privación es causa del apetito
El que tiene hambre con pan sueña
Soledad
y pobreza están mal juntas
El
hambre y el esperar hacen rabiar
Sin
pan ni carne no se cría buena sangre
Quien
poco tiene presto hace testamento
Triste
debe estar quien no tiene qué gastar
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