Aseguran que en el Alto Aragón han existido también los hombres
monstruo como el de la Guarguera, Mamés. Se sabe que era hijo de una pastora,
aunque nunca se supo quién pudo ser el padre. Creció hasta hacerse un hombretón
extraordinariamente velludo. Como era capaz de saltar peñas y riscos sin
dificultad alguna se le apodó el hombre-choto. Vagaba con su rebaño por la
sierra y vivía sin preocupaciones, pero un día descubrió a una jovencita que
había salido de la cercana aldea a darse un garbeo. La muchachita despertó en él
un sentimiento que hasta entonces no había experimentado nunca. Curioso, se
puso a espiarla oculto entre la maleza. Cuando la chiquilla se alejó, el
recuerdo lo atormentaba allá en el fondo de la cueva. En varias ocasiones
repitió el espionaje hasta que un día, absorto y pendiente de cada movimiento
de aquella criatura, descuidó las precauciones y ella lo descubrió. Tan azarado
y avergonzado se sintió que fue incapaz de huir y, abobaliconado, ni siquiera
respondía a las palabras que le dirigía con agradable y dulce voz. Volvieron a
encontrarse en adelante casi a diario y Mamés se transformó en un ser distinto.
Un día la joven hubo de partir hacia otras tierras y no quiso apenar a Mamés, a
quien veía tan pendiente de ella y partió sin comunicárselo. En los días
siguientes Mamés recorrió caminos, sendas, y veredas, esperando encontrarla,
pero todo fue inútil. Cuando comprendió que la había perdido, pareció
enloquecer: abandonó su rebaño y pasaba el día en la cueva recordando los
detalles de sus encuentros. Al atardecer salía, corría alocadamente por las
trochas, saltaba riscos, hasta que una noche se lanzó desde el monte Canciás y
se mató.
RECUERDA:
Compañía de dos hízola Dios
Ni boda pobre ni mortuorio rico
El día que te casas o te sanas o te mancas
Ni boda sin canto ni mortuorio sin llanto
Casar y compadrar, cada uno con su igual
Casa a tu hijo con tu igual y no dirán de ti mal
El melón y el casamiento solo los cala el tiempo
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