Tras
la sorpresa paisajística, lo que me llamó la atención en mi visita a
Alquézar fue las olletas colocadas en las chimeneas que desde la parada del
BUS, a la vista de la iglesia de san Miguel, se divisaban. Os aseguro que no
había ni una sola que no ostentase la olleta correspondiente, destinada a
impedir que las brujas entrasen en la casa por la chimenea e hiciesen mal a las
personas que en ella habitaban o a los animales que con ellas convivían. Y es
que hasta bien entrado el siglo XX han existido arraigadas creencias en la zona
entroncadas en brujas, seres que inspiraban sentimientos de terror y espanto en
los lugareños. Era la bruja un ser de apariencia humana, dotado de gran poder
para hacer el mal, que vivía de forma anónima entre sus vecinos, a veces
incluso formaba parte de una familia, a los que atormentaba de un modo u otro,
aunque no fuera más que en sus bienes, campos o pertenencias. Se deslizaban e introducían
en las casas ajenas por cualquier resquicio, por la chimenea, por el agujero de
la cerradura de la puerta, de modo que solo se podía impedir su entrada con
amuletos. En las chimeneas, parece ser, las olletas, no tenían precio, y en las
puertas de las casas o en las cuadras de los animales se las espantaba con uñas
y patas de jabalíes o garras de las aves rapaces, a juzgar por los amuletos expuestos en
la cercanía de la Capilla de las Nieves o en la plaza de mosén Rafael Ayerbe o
allá donde uno quisiera dirigir la vista en el tránsito por las estrechas,
solitarias, cuidadas y limpias calles de la villa.
RECUERDA:
A mal tiempo buena cara
Todo se andará si la vara no se rompe
Quien no tiene cabeza tiene que tener pies
No hay peor sordo que el que no quiere oír
Si de alguno te quieres vengar, has de esperar
El hueso que te cupo en parte, róelo con gentil arte
Con el tiempo todo se sabe y todo se olvida y todo se deshace
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