¡Cómo no iba a tener deseos de conocer Portugal si desde los
siete años, en las épocas de vacaciones, con lo primero que tropezaba mi mirada
al despertar eran las escarpaduras que el Duero había formado en Los
Arribes, poco antes de recibir el agua del Tormes, y que me
ocultaban Bemposta, pueblecito luso más cercano! Y ya estudiante, desde
el mirador natural de La Ronda de Fermoselle, hermosa villa
zamorana, a la altura del paraje conocido como las Cachas del Culo, dos
inmensos peñascos que evocan nalgas humanas, podía descansar mi vista en las
hermosas laderas portuguesas, ocupadas entonces por monte bajo, hoy por viñas que
descienden en bancales hacia el río. Por eso, cuando me decidí en Salamanca
por la especialidad de Lenguas Románicas, puesto que se nos exigía cursar
como primera lengua extranjera el francés, elegí como segunda el portugués,
elección que me llevaría en el verano de
1963 a la Universidad de Coimbra, después de haber superado el primer
curso de Lengua Portuguesa en mi alma mater, para hacer un curso
de verano. La primera sorpresa fue que se trabajaba duro: mañanas: morfología,
sintaxis, léxico y literatura; historia de Portugal o geografía portuguesa;
tardes un poco más relajadas: fonética, historia de la música portuguesa, conversación.
Los sábados, excursiones culturales. Descanso solo la tarde del miércoles y los
domingos. Como toda universidad antigua, la de Coimbra ofrecía una serie
de particularidades: Os caloiros (los novatos): Amén de poder ser
sometidos a novatadas, sufrían ciertas limitaciones, la más cruel la limitación
del tiempo de expansión pues se les exigía estar ya recogidos a partir de
determinada hora. El incumplimiento iba acompañado de sanción y la reiteración
era severamente castigada. Reáis repúblicas (reales repúblicas): Eran
residencias estudiantiles regidas por los propios estudiantes. Me hicieron
firmar el libro de oro de una de ellas y las hojas eran de papel de estraza.
Queima das fitas (quema de las cintas): Usan unas excelentes carteras de
mano en piel, sin asa, con dos compartimentos y un bolsillo forrado con tela
del color de la facultad correspondiente, que en cuarto curso atan con cintas a
las que queman la noche de la fiesta como signo de liberación.
RECUERDA:
La tierra ajena quema
Sé cortés con quien lo es
Ve do fueres y haz lo que debes
Por donde fueres haz lo que debes
La tierra que el hombre sabe, esa es su madre
Camarón que se duerme se lo lleva la corriente
La tierra que me criare, démela Dios por madre
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