1. A modo de exordio
1910 fue un año feliz para la poesía española: el 31 de enero nace en Granada Luis Rosales Camacho, uno de los más grandes poetas de la llamada Generación del 36. Y el 30 de octubre, lo hace en Orihuela Miguel Hernández Gilabert, otro de los grandes poetas que debiera haberse incluido en la misma generación. Curiosamente, los dos se conocieron muy jóvenes en el Madrid de los años anteriores a la guerra civil, y fueron amigos y admiradores respectivos.
Curiosamente, a Miguel se le hicieron, con motivo del centenario reiterados homenajes populares. Yo mismo participé de manera activa en alguno de ellos. Y, sin embargo, el centenario de Luis pasó desapercibido. Como no me pareciera justo, hablé con el Grupo de Lectura Dramatizada de la parroquia 'Cristo Sacerdote' de Valencia por si les parecía bien que hiciéramos un recital de la poesía de Luis Rosales. Está formado el grupo por una quincena larga de personas entusiastas, entregadas, deseosas de adquirir nuevos conocimientos y experiencias y de compartirlas, la mayor parte jubiladas, de modo que aceptaron casi todos, y alguno con mucha sorna exageró: "Hacemos un recital y, si te empeñas, seguimos con un recicual".
No me atrevo a transcribirlo entero, pues duró sesenta minutos; pero sí el hilo conductor y algunos de los poemas recitados.
2. Luis Rosales
¿Quién era Luis Rosales Camacho?
A él le encantaba proclamar a los cuatro vientos que era de Granada, aunque estuviera feo presumir. En efecto, nació en la ciudad de las dos culturas, de los dos ríos (que "bajan de la nieve al trigo") y de los dos montes, en el seno de una familia católica, acomodada, burguesa y numerosa (cuatro varones y tres mujeres). Hasta su ingreso en la Universidad estudia en un colegio de Escolapios. Cuando contaba dieciséis años, el padre hizo que publicaran en Granada Gráfica un poema de Luis. Roto el pudor por iniciativa paterna, da a conocer nuevos poemas y ofrece un recital, considerado rotundo éxito por la prensa granadina, en el Centro Artístico de Granada.
Se matricula en la Universidad de Granada en Filosofía y en Derecho. Allí se relaciona con el catedrático Joaquín Amigo y con Federico García Lorca, con quienes llegará a tener honda amistad.
En 1930, se traslada a Madrid para cursar estudios de Filología Románica, especialidad en que se doctorará años más tarde. Las cartas de presentación que le ha entregado Federico García le abren camino entre los autores de la Generación del 27. Cuando visita a Jorge Guillén, este le hace repetir varias veces la lectura de los poemas que Luis lleva y, entusiasmado, llama por teléfono a Pedro Salinas. La inyección de moral que tal hecho supone no la olvidará jamás.
Colabora en diferentes revistas de las más diversas y opuestas tendencias y en todas es bien recibido y respetado. Al mismo tiempo, hace amistad con poetas de la época de ideología muy variada, desde Pablo Neruda y Miguel Hernández a los hermanos Panero o Luis Felipe Vivanco.
Tres semblanzas, de tres autores, en tres momentos distintos de la vida de Rosales: Ricardo Gullón, crítico, cronista y maestro, lo recuerda así: "1935. Una tarde, en el Café Lyon, frente a Correos, Juan Panero entra con un muchacho andaluz, grandes gafas de concha, ojos claros, pelo en ondas, ceceo pronunciado. Es poeta y estudia Letras [...] Habla mucho, de poesía casi todo; sus juicios son rápidos, tajantes [...] Se llama Luis, y se apellida Rosales, ¡qué bonito nombre para un poeta! [...] Luis es granadino y es católico; lo primero no choca, lo segundo sí".
Dámaso Alonso, en 1951, en el prólogo para Rimas escribe una "enumeración caótica" de nuestro Luis: "Luis Rosales está hecho de una prolongada, densa sucesión de retrasos, discusiones, ternura, teorías, ilusiones, ensayos, delicadeza, ceceos, un corazón como una casa, poemas, amigos, inteligencia inventora, tabaco negro y coñac". Poco más adelante toma de nuevo los elementos de esta enumeración caótica y los ordena en dos series que reflejan este retrato: "Luis Rosales: un hombretón cetrino, con unos ojos azules chiquitines, o que detrás de las gafas parecen chiquitines (porque son un poquito miopes). Lo cetrino diríamos que viene del terruño y que se pierde en no sé qué noche morisca de las Alpujarras; lo azul parece que selló o presagió la personalidad del poeta. El cual, con explicable coquetería, gusta de prolongar las dos chispas azules que lleva en la cara, con tejidos azules de su preferencia (corbatas, chaquetas). Es tan violento ese contraste entre lo bazo y lo azul, que casi lo temblaríamos". [...] De lo cetrino viene cierto ruralismo general: el gracioso ceceo inesperadamente perturbador, la ignorancia de los valores urbanos y económicos del concepto 'tiempo', la lentitud madurante, llena de incisos y volutas, en la exposición de inacabables teorías. A lo azul atribuyo la inteligencia alada, la delicadeza exquisita, insinuada, apenas, con dos vertientes, una por el camino del corazón y otra por el lado de las artes desconocidas; y una virginal capacidad de ilusión".
En 1972, Pablo Neruda, embajador de su país en la capital francesa, con motivo del homenaje rendido a su persona por la revista Cuadernos Hispanoamericanos, lo evoca así: ¿Qué decir de Luis Rosales a quien yo conocí naranjo, recién florido en aquellos años treinta, y que ahora es grave poeta, exacto definidor, señor de idiomas? Ahora lo tenemos lleno de frutos, exigente y fecundo. Atravesó este mortal antipolítico el momento desgarrador en Andalucía y se ha recuperado en silencio y en palabra. Salud, ¡buen compañero!".
3. El poeta Luis Rosales
¿Qué obra nos ha legado Luis Rosales?
Con solo 25 años, en 1935 publica Abril, libro de versos que causó sensación no solo por la juventud del autor y por la madurez que en la obra mostraba, sino por cómo había sabido aunar lo clásico y lo moderno, la destreza técnica y la hondura de pensamiento, la alegría enamorada y la experiencia religiosa, la renovación de la palabra poética y la celebración gozosa del mundo, que germinan en una poesía extraordinariamente personal. Miguel Hernández, por ejemplo, copiaba en un cuaderno todo aquello de Abril que le producía sorpresa, emoción o deslumbramiento.
Con solo 25 años, en 1935 publica Abril, libro de versos que causó sensación no solo por la juventud del autor y por la madurez que en la obra mostraba, sino por cómo había sabido aunar lo clásico y lo moderno, la destreza técnica y la hondura de pensamiento, la alegría enamorada y la experiencia religiosa, la renovación de la palabra poética y la celebración gozosa del mundo, que germinan en una poesía extraordinariamente personal. Miguel Hernández, por ejemplo, copiaba en un cuaderno todo aquello de Abril que le producía sorpresa, emoción o deslumbramiento.
Acción de gracias por estar a tu lado
Gracias por abril si siento luz de luna en el espliego,
su creciente maravilla, y por el recuerdo ciego
gracias por esa sencilla que atándome la memoria
plenitud de sentimiento, hace del pasado historia
gracias porque suena el viento y hace del llanto sosiego.
y entre los álamos reza, Gracias por esta acedía
gracias si, al fin, la tristeza si es de tu amor añoranza,
se convierte en mi destino, gracias si es solo esperanza
gracias, Señor, el camino cuanto el corazón sentía,
terminará donde empieza. gracias si es mi fe alegría
Gracias te doy por la brisa del límite que bendigo,
que en su infancia se detiene, y gracias por el castigo
gracias por la flor que tiene de haber puesto mi ventura
su destino en su sonrisa, sobre cosa no segura
gracias por esa indecisa que he de defender contigo.
Como fue hombre paciente, perseverante, constante, nunca dio por terminada una obra, así que en 1972 publicó Segundo Abril, en cuyo Portal hace constar: "Segundo Abril es una historia de amor, que he vivido siendo estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Fue escrito entre los años 1938 y 1940, [...] lo cual no quiere decir que no haya sido corregido posteriormente: yo corrijo hasta en pruebas [...] Después de haberlo tenido en el purgatorio de lo inédito durante más de treinta años, lo publico".
Ola en calma es tu cuerpo
Albos senos en púberes jardines;
se abre una puerta, el aire se apresura,
y brillan de la noche en la ola oscura
tus muslos, como saltan los delfines.
Tus ojos dan al mundo sus confines,
juega el mar a la comba en tu cintura,
y la miel se convierte en atadura,
y en tu mano se encienden los jazmines
y el sol nace en tu cuerpo, y se oye el canto
del amor como un puente entre dos ríos,
¡tan humano el milagro!, dulces bríos,
dulce sueño de ti que acaba en llanto,
porque Cuba eres tú me dueles tanto;
yo siempre culparé los ojos míos.
En 1939 estrena La mejor reina de España, obra de teatro escrita en colaboración con Luis Felipe Vivanco.
En 1940, da a la imprenta Retablo sacro del nacimiento del Señor. Escrito con emoción y ternura, al recordar a su madre ayudándolo a él y a sus hermanos a montar el Belén en Granada, contiene joyas sobre temas navideños. Retoma en el libro y acierta a darle nueva vida el villancico clásico. Canta la Navidad con lenguaje nuevo, resplandeciente y c on ritmos variadísimos.
Romance que termina cuando se hace la luz
Augusto ha dado un edicto; se oyen y se ven; los nardos
para cumplir lo mandado, nacen sin tocar el suelo,
hacia Belén de Judea y hay ángeles descielados
va la Virgen caminando. que llevan nieve en las alas
Al rayar la luz del día y naranjas en las manos.
su vientre se ha deslumbrado: Los pastores que traían
--Mira, José, que ya tengo hacia el redil rebaños
al niño casi en los labios. quedan desnudos, y luego
San José siente pudor, sienten que les va cambiando
se encuentran en despoblado la carne en sus cuerpos como
y sienten que bajo el cielo se cambia un traje...
todo les está mirando. y hay algo
Al fin, dentro de una cueva como un vagido en el mundo,
donde a la noche llegaron, y el cielo cabe en la mano
como el aire hace a la nieve, porque ya es madre una virgen
tuvo la Virgen su parto. y el Niño-Dios, a su lado,
En el vuelo, de repente, para ser igual que el hombre
se quedan quietos los pájaros; llora con su mismo llanto.
las palabras de María
Al fin, dentro de una cueva como un vagido en el mundo,
donde a la noche llegaron, y el cielo cabe en la mano
como el aire hace a la nieve, porque ya es madre una virgen
tuvo la Virgen su parto. y el Niño-Dios, a su lado,
En el vuelo, de repente, para ser igual que el hombre
se quedan quietos los pájaros; llora con su mismo llanto.
las palabras de María
En 1941, es nombrado secretario de la revista poética Escorial, cargo que ejercerá hasta 1950. En ella dio a conocer sus versos un buen número de poetas de la época. El mismo año de 1941 aparece El contenido del corazón, libro poético que supera la concepción del género literario clásico, pues, escrito en prosa, ofrece elementos narrativos (hechos, retratos, situaciones), filosóficos (reflexiones morales) y está dotado, al mismo tiempo, de intensa tensión poética.
En el fondo, es una elegía a la madre, Esperanza Camacho, a quien el hijo refleja tal como la recuerda. La escribió recién fallecida la madre. El padre le pidió escribiera algo sobre la difunta, y Luis prometió hacerlo de inmediato. A pesar de ello, el padre no llegó a ver la obra editada, pues falleció pocos días después de hacer la petición a su hijo.
El contenido del corazón (fragmento)
Su vivir estaba hecho de hierbaluisa, hilo, improvisación, nácar, paciencia y "no lo vuelvas a decir" [...] Recuerdo el rostro, pero vaciado de sus rasgos. Es como si el dolor los hubiera quemado igual que un ácido que al lavar una tela estampada dejara indemnes las superficies blancas y quemara el dibujo [...] Recuerdo los hoyuelos que al fin se le cayeron de la cara, recuerdo la caediza fragilidad de su mirar, y el labio ya ultimándose en la boca y, en fin, la encarnación de sus mejillas, que había sido flagrante y fue paliceciendo poco a poco [...] Recuerdo su cabeza. la recuerdo entre rizos, entre canas, y ya en su forma definitiva, menguante [...] Sus manos eran de coral blanco, de coral primerizo, con sus imperfecciones y sus renunciamientos, sus asperezas y sus grietas. Pero además eran de tiempo y de trabajo y estaban ya disminuidas, acurrucadas, reuniendo su calor, como se embebe el cuerpo, contrayénsose, cuando pasamos por un túnel [...].
A partir de 1947 dirige la revista Vida Española. La obra poética que lo singularizará entre los singulares poetas de la Generación del 36 y aun de todos los poetas del siglo XX será La casa encendida, publicada en 1949. El libro entero se halla integrado por un solo poema que refiere la historia del propio poeta. Historia de un solterón desastrado que, finalmente, decide casarse, historia de la intimidad de un hombre menesteroso y roto en quien solo la amistad y el amor relumbran. La obra se abre con A imitación de prólogo, donde dice: "Son las once de la mañana. Me encuentro solo en la cascada del parque del Oeste. Hace un hermoso día de sol primaveral y un aire fresco y aleteante [...] Yo he salido para pensar unas palabras que debo entregar escritas hoy a las cinco de la tarde. No las quiero pensar. Quiero decir una cosa tan solo: que creo en la poesía, y lo diré, y lo seguiré diciendo siempre [...] Y sé también que lo que quede de esta hora, si es que algo queda, en la ceniza de mis palabras, será también poesía. Vivir es ver volver. El tiempo pasa; las cosas que quisimos son caedizas, fugitivas; se van. Y esto es morir: borrarse de sí mismo, borrarse dentro de sí mismo y sentir que se nos van desvaneciendo, que se nos van secando, poco a poco, aquellas cosas que nos hacen el alma, aquellos seres que hemos amado un día y a los cuales debemos lo que somos. Pero vivir es ver volver. Es justo y necesario conservar los afectos como eran y los recuerdos como serán, y atar los unos y los otros, en una misma ley de permanencia; es justo y necesario saber que todo cuanto ha sido y todo cuanto ha temblado dentro de nosotros, está aún como diciéndose de nuevo en nuestra vida y en la vida de los demás. Y en este esfuerzo humano para recuperar el tiempo vivo, [...] la poesía, y solamente la poesía, sigue diciendo su palabra".
En 1951 obtiene el Premio Nacional de Poesía con Rimas. Se muestra ya poeta madurro, que ha sabido asimilar y hacer propias las diversas tendencias y que ha sabido crear un lenguaje poético personal, dotado de asombrosa capacidad expresiva. Consta de dos partes: Juntos los dos en mi memoria, dos de cuyos poemas ofrezco. El primero, Autobiografía, es la constatación de lo que nos sucede a muchos: que donde fallamos es en aquello que más queremos; y el otro, Carta en dos actos, constituye el reflejo de las preocupaciones de cada día hechas oración espontánea en la que incluye a sus amigos, al tiempo que siente la dulce punzada dolorosa de los acontecimientos de la vida familiar:
Autobiografía
Como el náufrago metódico que contase las olas que le faltan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
Carta en dos actos que como tantas otras no he puesto en el correo
Señor: Ahora te digo que es preciso nos hemos visto poco. María Luisa
que vengas a ayudarnos tiene diabetes y se está quemando.
a poner esta casa: las cortinas, Hay que quererlos mucho, hay que quererlos
el aceite ya escaso, de prisa. El seto alto
la víspera de encajes para el niño, de aligustre cayó; ya se hizo el muro
la alfombra del despacho, de piedra. Queda bien. No tengo a mano
la pintura riéndose, las sábanas, los libros que preciso. Finalmente
los libros ordenados, aún tengo que decirte este verano
la cena si es posible y una buena que Luis Cristóbal no ha estudiado mucho.
disposición de ánimo. Crece, pero despacio.
Señor: ahora te digo que quisiera No tuvo sujeción y a causa de ello
terminar esta carta. Te esperamos; se ha vuelto un poco suspicaz. Estamos
ha pasado algún tiempo y ya tenemos ya lacrados en él. Tiene los ojos
canas. azules. Son tan claros
Hemos comprado que pueden bautizar, y tan atentos
una casa pequeña --ya no somos que brillan sin querer. ¡Se le ha agolpado
tan pobres-- en el campo, de pronto el corazón! Solo te pido
y he vivido tal vez en Cercedilla que al sentarse a comer, de cuando en cuando,
mi última juventud. Los lilos blancos le pregunte a su madre alguna cosa
no han dado este año flor, ni los cerezos, sin que parezca que se está quemando.
con la helada de mayo. Es solo un gesto, ¡ya lo sé! y un gesto
No me baño estos días, tal vez involuntario
tengola orina color tabaco que él quisiera borrar;
aunque me siento bien. haz que se siente,
aunque me siento bien. haz que se siente,
Tal vez mañana cuando vuelva a su lado,
venga a vernos Vivanco. como si regresara del viaje
Quisiera estar con él, lo necesito, solo para contárselo.
tiene dificultades y este año
De Juntos los dos en mi memoria ofrecemos dos poemas que no necesitan apostilla alguna:
La transfiguración
Siento tu cuerpo bajo el mío.
Tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible,
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su transfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega
desde un mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede
interminablemente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve el cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.
Palabras para iniciar una despedida
Ya no tengo nada cuando ya te has ido Desde que tus pasos
que esperar, y al filo te siguen mis ojos me abren el camino,
de la vida, quiero ¡no puedo seguirlos! casi estoy viviendo
despedirte, hijo. Me duelen los años desanochecido;
Contigo me espera que no te he tenido, para hacerme vida,
cuanto ya he vivido, ¡vívelos de nuevo para hacerme sitio,
cuanto tú vivieres como puedas, hijo! todo se está haciendo
me espera contigo. ¡Vive como puedas de nuevo contigo,
Mis ojos te siguen lo tuyo y lo mío! hijo de mi carne,
de mis sombras, hijo.
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