lunes, 30 de junio de 2014

En Toledo: Pensando que el camino iba derecho...

     Amaneció el día 28 y yo no amanecí hasta que las cisternas y las duchas de las habitaciones aledañas me llamaron reiteradamente perezoso. Hechas, no obstante, las habituales abluciones matutinas, ya en el comedor, mientras desayunábamos surgió tempranero el primer sobresalto del día: don José María me mostraba la hoja de compromiso de visita a la Casa-museo de El Greco que, ¡oh cielos!, debiéramos haber realizado el día anterior en dos grupos: uno a las 18 y otro a las 18,30 h. "¡Salid sin duelo, lágrimas, corriendo!" (1). No, lágrimas no salieron; quienes sí salimos escopetados hacia el lugar fuimos José María y yo a las nueve de la mañana, mientras el grupo, dirigido por Guillermo, nos seguía con tranquilidad. Afortunadamente, lo que a priori consideramos problemón se resolvió de modo discreto e inmediato.
    Apenas solventado el primer entuerto del día, una señora, bastante nerviosa, se acerca a mí y me dice que el miembro del grupo que se había encargado de reservar en el Ayuntamiento las sillas para el paso de la procesión del día siguiente necesitaba saber el número que deseábamos. Yo ignoraba lo de las reservas, pues se había dejado libertad para asistir a la misa de la catedral o hacer lo que cada cual considerara oportuno. Avisado don José María, tocó a rebato, reunió el rebaño, inquirió por el número de silleteros, y por whatsapp resolvió el problema "a despecho y pesar de la ventura". 
 
 
I. Sinagoga del Tránsito
 
 
      Construida en 1366 por iniciativa de Samuel Ha-Leví, es una gran sala rectangular, iluminada por ventanas caladas de arcos apuntados y lobulados, integradas en una arquería corrida apoyada en columnas de mármol policromado. La cabecera posee un hueco central tras una triple arcada donde posiblemente se guardaría la Torá, los libros sagrados. La yesería es una auténtica filigrana de diversos colores. En los tableros laterales aparecen lirios y castillos, emblemas del constructor. Sobre ellos, bajo las columnas, un friso que en el frontal tiene figuras geométricas que se transforman en hojas de vid y roble en los laterales. La mayor parte de las inscripciones son hebreas, aunque se ofrecen otras más pequeñas en árabe. Junto a la cabecera se conserva un fragmento del piso original. La techumbre está realizada en madera de alerce con incrustaciones de nácar. Por la puerta lateral de la derecha se accede a un patio típicamente toledano y desde él a una especie de tribuna que se utilizaba como oratorio de las mujeres. El resto de dependencias son salas del incipiente museo sefardí, constituido por objetos donados por miembros de la comunidad sefardita y que van desde objetos de culto (rollos de la Torá, candelabros de siete brazos, filacterias)  a las correspondientes a ciclos vitales como la circuncisión, el matrimonio, la muerte.
     Cuando en 1492 los judíos fueron expulsados, la sinagoga se transformó en iglesia cristiana bajo la advocación de san Benito, y fue administrada por los Caballeros de Calatrava, aunque siempre se la ha conocido como Santa María del Tránsito. A pesar de haber sido usada como templo cristiano, no sufrió modificaciones, por lo que se ha conservado casi en su estado original.
 
 
II. La casa de El Greco.
 
 
     Bajando por la calle de San Juan de Dios, mediada la calle, sale hacia la izquierda un callejón estrecho cuyo empedrado no es el habitual, sino de ladrillo que forma espigas, conducía a la entrada de la casa-museo. Y lo digo en pasado, porque el acceso tiene lugar ahora  por el jardín que da al Paseo del Tránsito.
     Si alguien piensa que la casa que visita es aquella en que realmente vivió el pintor cretense, parece ser que está muy equivocado. El edificio actual fue adquirido y restaurado por el marqués de la Vega-Inclán al que reconstruyó como una casa toledana típica del siglo XVI, creyendo que el tal edificio correspondía a las casas del Marqués de Villena, donde Doménico habitó con Jerónima de las Cuevas al menos entre 1585 y 1590, y desde 1604 hasta su muerte. No obstante, el solar de estas casas, demolidas a comienzos del siglo XX, está bajo las zonas verdes cercanas al paseo.
     Nada más entrar en el jardín por el Paseo del Tránsito observamos a mano derecha unos sótanos protegidos por rejas. Según la leyenda, en el jardín existen hasta nada menos que siete plantas de sótano, donde don Enrique de Villena, nieto de Enrique II de Trastámara, escritor, filósofo, matemático, astrólogo y alquimista, identificado erróneamente con el Marqués de Villena, practicaba en tal lugar artes consideradas nigromantes en la época. En realidad, los sótanos hallados corresponden a baños litúrgicos judíos.
     En el museo se expone un buen número de obras del pintor que le da el nombre, entre las que destacan Las lágrimas de San Pedro (me decía una señora, casi emocionada, que viendo el rostro avergonzado y al mismo tiempo arrepentido del apóstol, su mirada implorante y el dolor expresado con el retorcimiento de sus manos se entendía perfectamente lo que pudo sentir después de las tres negaciones), Vista y plano de Toledo, y un Apostolado completo, segundo de los tres completos que se conservan.
    En  Vista y plano de Toledo, inacabado, predominan los colores ocres claros, rosas y dorados, y los grises suaves y azulados. El conjunto aparece envuelto en luz plateada y matinal. En primer plano, a la derecha, un joven despliega el mapa de la ciudad. Se ha querido ver en ese joven a Jorge Manuel , pero en la época en que se pintó el cuadro, el hijo del pintor tendría ya 30 años y el joven aparenta alrededor de 18. El personaje no ha sido acabado. La graduación del color verde hace que se acabe fundiendo con el color del paisaje que lo rodea, pero el rostro ha sido solo esbozado. El personaje de la izquierda simboliza al río: "Con tanta mansedumbre el cristalino / Tajo por aquella parte caminaba...". Lleva espigas, fruta y un cántaro que mana agua. Detrás, bajo un cielo de azul muy claro, parcialmente nublado, se muestra la ciudad, pintada en colores grises, ocres y azules pálidos que la hacen un tanto espectral. En el centro del lienzo, sobre nubes,  el Hospital Tavera.
     En la parte alta, la Virgen desciende, rodeada de ángeles a entregar a San Ildefonso, arzobispo de Toledo la casulla, motivo muy repetitivo en la pintura, la escultura y la arquitectura toledana. El grupo está pintado en una gama fría de blancos y grises nacarados que contrastan con el amarillo de la casulla.
     El museo muestra también obras de Murillo, Valdés Leal, Luis Tristán, Ribalta...
     Era la segunda visita de la mañana y nuestra gente ya aparecía sentada allá donde hubiera un lugar en que aposentar el antifonario. ¡Pobres! "Cuando me paro a contemplar mi estado..."


(1) Me ha llamado siempe la atención el hecho de que en Toledo se homenajea a un gran número de personas aunque no hayan sido hijas de la ciudad, y se citan sus nombres y se alaban sus hechos. Hay sin embargo, un hijo de la ciudad, excelente poeta renacentista, introductor y aclimatador en España de metros y estrofas italianas, honra y prez de nuestras letras, caballero ejemplar, cuyas visiones poéticas del Tajo llenan de gozo y elevan el espíritu, al que no he oído citar nunca. Ignoro el porqué de tal silencio. Y como me escama, hice el propósito de introducir en este capítulo algún endecasílabo de Garcilaso de la Vega, comenzando por el título. El resto va entrecomillado.


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