¡Cuánto se ha
dicho y escrito acerca de la relación de afecto y confianza no basada en lazos
familiares ni sexuales que se da entre personas, que nace espontáneamente, que
va superando pruebas y creciendo a lo largo del tiempo, a la que llamamos
amistad! ¡Y cuánto sobre el amigo como apoyo seguro, cobijo desinteresado,
elixir de vida, tesoro escondido de valor incalculable, pues no puede ser
medido por balanza alguna! ¡Dos palabras que, por el contenido de su raíz,
pronuncia uno a boca llena, con plena satisfacción! Sin embargo, qué curioso y
triste es advertir cómo el significado noble y hermoso de la raíz se estropea,
se degrada e incluso se envilece en contacto con determinados sufijos: En buena parte
de Hispanoamérica amiguero es la
persona que gasta demasiado tiempo en conversaciones y trato con los amigos; el
amigote, el compañero de diversiones
y francachelas poco recomendable; y el amiguismo
el favoritismo hacia los amiguetes.
RECUERDA:
En el peligro se
conoce al amigo
El amigo probado
y el melón calado
Prueba de amistad,
cárcel y necesidad
Al buen amigo dale
tu pan y dale tu vino
El mal amigo deja
la paja y se lleva el trigo
De rico a pobre
pasé y sin amigos me quedé
Peral que no tiene
peras pocas visitas espera
Al amigo y al caballo,
ni apretarlo ni apurarlo
Amigo del buen
tiempo se muda con el viento
No es amistad la
que siempre pide y nunca da
El pariente, como
Dios te lo diere; el amigo, como tú lo eligieres
Ten qué dar y te
vendrán a buscar; ponte a pedir y los verás huir
Cuando todos entran,
el amigo sale; cuando todos salen, el amigo entra
Amigo que no presta
y cuchillo que no corta, que se pierdan poco importa
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