Los mayores han sentido siempre
honda preocupación por educar adecuadamente a sus vástagos. Antiguamente la
educación era única y no diferenciaba la educación familiar de la religiosa o
de la cívica: los padres, los ancianos, los sacerdotes transmitían los usos,
las costumbres, las tradiciones, las formas de comportamiento propias de la
comunidad. Por medio de esa educación, los niños iban adquiriendo de modo
progresivo los sentimientos, la manera de ser, la cultura de la familia, del
pueblo, de la comarca, de la nación, al tiempo que se apropiaban también de los
prejuicios. De este modo, se aseguraba la continuidad social entre
generaciones. Tenía como base la corrección, para enmendar lo errado o
defectuoso, la represión y el castigo, desde la más tierna infancia, que se
aplicaba con cierto espartanismo, con poquitos mimos y, los pocos, a escondidas;
de manera que los chiquillos aprendieran a asumir pronto responsabilidades para
que no hubieran de lamentar en el futuro los errores del pasado o del presente.
Ved una pequeña muestra.
El niño
regalado siempre está enojado
Lo que se
aprende en la cuna siempre dura
Sin espuela y
sin freno, ¿qué caballo es bueno?
Desde chiquito
se ha de criar el árbol derechito
A la primera, perdón;
a la segunda, con el bastón
Si no atajas de
chico el yerro, siempre irá creciendo
Con el viento
se limpia el trigo y los vicios con castigo
A los niños, de
pequeños; que no hay después corrección para ellos
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