domingo, 24 de agosto de 2014

Apostillas al refranero: Vergüenza

            Dos tipos de vergüenza he encontrado en el refranero. El primero está basado en la estimación de la propia honra, en la dignidad, en el pundonor. Consistiría en el sentimiento penoso de la propia indignidad por la pérdida deshonrosa o humillante de la buena fama o del prestigio. Es el mismo tipo que llevaba a nuestros personajes literarios a situaciones límite con el objeto de lavar el oprobio, tan tajantes se mostraban al respecto. El Duque de Rivas recoge en uno de sus romances históricos, Un castellano leal, la leyenda toledana según la cual el Conde de Benavente quema su palacio por la vergüenza de haberse visto obligado a albergar en él durante una noche, según la orden inexcusable del emperador Carlos V, al Condestable de Borbón, traidor a su señor natural, el rey de Francia, según el de Benavente. El segundo es mucho menos espectacular, más humilde y estaría basado en la falta de confianza en uno mismo; lo podríamos denominar timidez. Y sin embargo, también ha tenido acogida en nuestra literatura: El vergonzoso en palacio, de Tirso de Molina.
 
RECUERDA:
 
Quien una vez la pierde a verla no vuelve
Quien tiene vergüenza ni cena ni almuerza
Más  vale rostro bermejo que corazón negro
Ni en la cama ni en la mesa es útil la vergüenza
Al hombre vergonzoso el diablo lo trajo a palacio
Cuando huir es menester, con honra se puede hacer
Más vale vergüenza en cara que mancilla en corazón
La vergüenza y la honra, si se pierden, no se recobran
 
 ¡Qué bonita es la vergüenza; mucho vale y poco cuesta!
 


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