Hay
parentescos que son vínculos de consanguinidad, en tanto que otros establecen
vínculos de solo afinidad, es decir, la relación se establece mediante el
matrimonio y se da entre cada cónyuge y los familiares del otro cónyuge.
Nuestra sociedad tiene una especial inquina a ciertos lazos de afinidad, hasta
el punto de que en ocasiones incluso el nombre que ha elegido para designarlo
aporta una carga de connotaciones negativas. Madrastra, por ejemplo, es palabra
que se ha creado sobre la raíz ‘madre’, quizá el más hermoso vocablo del
diccionario; pero lleva el aditamento de un sufijo despectivo que echa a perder
el derivado. Sin llegar a tales extremos, palabras tan inocentes como ‘cuñado’
(del latín cognatum = con + natum),
que otrora significó en general ‘pariente’ y se especializó después en la
relación que hoy significa, aporta también un contenido negativo, sobre todo en
su forma femenina. Finalmente, cuenta Melchor de Santa Cruz que un marido
trataba de reconciliar a la madre con su esposa, así que pidió al pastelero le
hiciera una tarta con la efigie de la madre y se la envió a su mujer. Cuando esta la
probó, parece ser que exclamó: “¡Aun de azúcar, amarga!”
Madrastra,
madre áspera
Madrastra, ni
de cera ni de pasta
Diablo y
suegra, palabras negras
Parentesco que
empieza por cu, pa tú
Al cuñado,
acuñarlo y al hermano, ayudarlo
La nuera por
la suegra, cáganse en la puerta
Suegra, nuera
y yerno, la antesala del infierno
Yerno, sol de
invierno: sale tarde y pónese luego
Cuñadas
buenas..., en todo el mundo dos docenas
Suegra que se lleva
la muerte, desgracia con suerte
Aquella es bien
casada que no tiene suegra ni cuñada
Cuñada y suegra,
ni de barro buena; nuera, ni de barro ni de cera
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