La palabra española trabajar tiene su origen etimológico en
el término latino vulgar TRIPALIARE
que significaba ‘torturar’, puesto
que derivaba del sustantivo TRIPALIUM,
‘instrumento de tortura’, vocablo a
su vez constituido por el prefijo TRI-,
‘tres’, y PALUS, ‘palos’, porque eran tres los maderos que formaban semejante
instrumento, al cual se sujetaba el reo. El sustantivo trabajo, derivado del verbo trabajar, conserva hoy en día aún el
significado etimológico de ‘sufrimiento’,
‘dolor’. Debe ser por eso por lo que
nos escaqueamos del trabajo cuanto nos permiten y un poco más. Cuando, siendo
muy niño, me mostraron como un acto casi heroico el que los alemanes, acabada
la segunda guerra mundial, para levantar su país, regalaban horas de su trabajo,
me quedé admirado. En épocas muy posteriores, al conocer la laboriosidad y el
amor al trabajo de los nipones, capaces de llegar al extremo de hacer ‘huelgas
a la japonesa’, trabajando a destajo, me sobrecogió de nuevo la sorpresa y el
asombro. Y ya en la edad provecta la lectura y meditación de pensamientos de
Confucio como ’encuentra un trabajo que
te agrade y no volverás a trabajar ni un
solo día en tu vida’, hace pensar a uno en eso que nosotros denominamos ‘vocación’, y entonces se entiende el amor
al trabajo. Cuando uno trabaja por vocación, el trabajo lo deleita, disfruta de
él de modo que hasta se olvida incluso de satisfacer necesidades materiales. Tal
es el grado de abstracción complacida a que llega. Quien lo probó lo sabe.
RECUERDA:
A quien se ayuda, Dios lo ayuda
Lo que poco cuesta poco se aprecia
Quien quiere peces que se moje el
culo
De tejas para abajo cada uno vive
de su trabajo
Lo que más trabajo cuesta más dulce
se muestra
En esta vida caduca, el que no trabaja
no manduca
Ama y serás amado, teme a Dios y
serás honrado, trabaja y no pedirás necesitado
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