martes, 7 de octubre de 2014

Apostillas al refranero. Tontilisto


            ¡Y luego dicen que de tontos no hay nada escrito! Pues escrito hay sobre Abundio que cuando iba a vendimiar llevaba uvas de postre, sobre Pichote quien vendió el coche para comprar gasolina, sobre Pero Grullo, el que a la mano cerrada llamaba puño, y que son más conocidos que el señor de Alfocea (Zaragoza) del cual se cuenta que un día, tras haber estado sentado con una visita ante la chimenea de la sala de su casa, llamó a los albañiles para que derribasen la chimenea y la construyesen unos metros más lejos de los sillones que habían estado usando, ya que se recibía allí demasiado calor. Y más que el tonto del bote, quien en el siglo XIX, sentado en una silla a la puerta de San Antonio del Prado, recogía limosnas en un bote de cuero; cuentan que cierto día se escapó un toro que puso en fuga a todo hijo de vecino, pero no al mendigo, que permaneció impávido, haciendo el don Tranquedo, mientras el toro lo olisqueaba.  No es este el único tonto-listo, porque los hay que, como el bobo de Perales o el bobo de Coria se pasan y dan en espabiladillos. El de Coria violó a su madre y a las hermanas, y tras la fechoría preguntaba si aquello era pecado. Por cierto y para que nadie se llame a engaño: nada tiene que ver con este individuo, el bufón de la Corte Juan Calabazas, inmortalizado por Velázquez en su lienzo El bobo de Coria. Para acabar, también Carracuca, capigorrón siempre sin blanca, se las ingeniaba para colarse de bóbilis bóbilis en convites ajenos.
 
RECUERDA:
 
Es tonto, pero se mete en casa
Como soy paleto, aquí me meto
No hay tontos para su provecho
Hágome el bobo y como de todo
Como no cuesta nada,  sartenada
Al hombre obtuso, hácelo agudo el uso
No hay tonto que tire piedras a su tejado
Soy bobo y bobeo: escribo lo que me deben y borro lo que debo
 
Mal de muchos, consuelo de tontos

No hay comentarios:

Publicar un comentario